QUÉ NO NOS DICEN


https://www.elextremosur.com/nota/27171-el-fracaso-final-del-sueno-eolico-de-comodoro-la-scpl-desarma-todo-tras-anos-de-negligencia/


1) Que la cantidad de combustibles fósiles del planeta es finita, que ya hemos consumido la mitad de lo que había, y que será muy difícil extraer la mitad que queda. Todos los combustibles fósiles petróleo, gas natural, carbóntocaron su techo o lo están por tocar. Decir que tocaron su techo significa que de aquí en adelante su extracción será cada vez más difícil y costosa (sobre todo en términos energéticos: cada vez hará falta más energía para obtener la misma cantidad de energía). Particularmente con respecto al petróleo, el geólogo norteamericano Marion Hubbert calculó, a mediados del siglo 20, que su «techo extractivo o pico» iba a alcanzarse al extraerse aproximadamente la mitad de los «recursos petrolíferos recuperables», es decir la suma de la producción acumulada hasta ese momento, las reservas probadas a esa fecha, y los descubrimientos futuros previstos en ese entonces.[1] Luego de ese techo o pico, ese investigador pronosticó una caída progresiva de la extracción de petróleo (a razón de un 5 o un 10% anual, lo que es un montonazo) debido a razones geofísicas. A nivel global, Hubbert ubicó ese techo o pico hacia el año 2000. Le erró por seis años. En 2010 la International Energy Agency (IEA) reconoció que el petróleo convencional había tocado techo en 2006.[2] La apuesta por el petróleo no convencional de EEUU (a partir de 2010) y Argentina (a partir de 20122013) logró estirar en 12 años la llegada del cenit del petróleo a nivel mundial (ahora de los petróleos en general): este habría tocado techo en 2018.[3] Al gas natural todavía le quedaría algo de cuerda.[4] Al pico del carbón lo estaríamos viendo ahora.[5]

2) Que los hidrocarburos no convencionales (HNC) no nos salvarán. En primer lugar porque les cabe las generales del punto 1: su cantidad es finita (los HNC ya han alcanzado o alcanzarán pronto su pico). En segundo lugar porque su extracción es muy costosa en términos energéticos. Arrancaron siendo muy costosos (poseen una tasa de retorno energético[6] bastante más baja que los hidrocarburos convencionales), y lo serán cada vez más conforme se vayan agotando (recordemos, el pico de todos los petróleos fue alcanzado en 2018, y el del gas lo será muy pronto). En particular, los petróleos no convencionales no podrán salvarnos de la crisis del gasoil que vive el mundo (el «pico del gasoil» se habría alcanzado en 2015, bastante antes de la guerra de Ucrania, y el pico de todos los productos destilados en 2019[7]), porque los petróleos no convencionales no son buenos para la producción de ese derivado del petróleo. El gasoil es la verdadera sangre del sistema actual; no lo es la nafta: hasta los camiones que transportan nafta se mueven con gasoil.

En nuestro país, los petróleos livianos de Vaca Muerta, al igual que el petróleo convencional llamado Medanito proveniente de la Cuenca Neuquina, aportan un porcentaje menor de gasoil, comparados con otros petróleos convencionales, por ejemplo el llamado petróleo Escalante proveniente de la Cuenca Golfo San Jorge.[8], [9] En cuanto a su capacidad para producir gasoil, no hay con qué darle al petróleo pesado convencional.

3) Que lo del gas natural como «combustible puente» es un verso de las petroleras. Un verso que hasta la gobernadora de Río Negro Arabela Carreras, autoabanderada de las energías limpias y la salvación del planeta, suele repetir, como lo hizo cuando los del Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG) la invitaron a comer por el Día del Petróleo.[10]

La defensa del gas natural como combustible de transición descansa en un argumento pobrísimo: su combustión genera menos CO2 que la combustión del carbón y el petróleo. Las bondades del gas natural se limitan a un mano a mano con los otros dos fósiles el carbón y el petróleo y a un solo gas de efecto invernadero (GEI) el CO2—. Los trabajos científicos que cuestionan el rol del gas como combustible de transición son copiosos y no me explayaré aquí en los argumentos (entre los que destaca el de las emisiones fugitivas de metano (CH4), el principal componente del gas natural y un poderosísimo GEI). Solo mencionaré un trabajo reciente publicado en la prestigiosa revista científica internacional Nature Energy[11] que desde su mismo título («La expansión de la infraestructura de gas natural pone en riesgo las transiciones energéticas») es contundente en refutar esta cantinela de los lobistas del petróleo y el gas natural.

4) Que si desarrolláramos masivamente Vaca Muerta nos comeríamos buena parte del presupuesto de carbono del planeta. No lo digo yo sino el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas. Este comité, creado en 1985 con el objeto de supervisar el cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, que Argentina ratificó en 1986, exhortó a nuestro país en 2018 a «reconsiderar» la explotación de Vaca Muerta.[12], [13] Pero claro, el cambio climático no le interesa a nadie (punto N° 13) y el lobby petrolero puede más que todas las exhortaciones de las Naciones Unidas juntas.

5) Que nadie cree que en Argentina se pueda producir hidrógeno verde competitivo. Según la International Renewable Energy Agency (IRENA), Argentina se ubicaría en el puesto 29 sobre un total de 34 regiones/países con potencial para la producción de hidrógeno verde, teniendo como horizonte el 2050 (sin considerar el coste del transporte). Estamos incluso por detrás de dos de nuestros potenciales compradores: Alemania (26) y Reino Unido (25).[14] ¿No era que íbamos a ser los campeones mundiales del hidrógeno verde?

6) Que el hidrógeno azul es una fantasía, no digamos una mentira, también de las petroleras. El hidrógeno azul es aquel que se obtiene a partir de combustibles fósiles (sobre todo del gas natural), capturando y almacenando el CO2 emitido.[15]

La IEA le pone fichas a la producción de este hidrógeno. Este organismo de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) previene que hacia 2050 el mundo deberá producir 520.000.000 de toneladas de hidrógeno «bajo en emisiones de carbono» (o sea verde o azul), de las cuales 197,6 millones (un 40%) deberán ser azules.[16] La IEA tampoco le hace asco al gris: plantea unas ocho toneladas anuales para 2050.[17] Debe recordarse que en 2020 se produjeron, a nivel mundial, 87 toneladas de hidrógeno, en su mayoría gris, es decir sin captura y almacenamiento de carbono (CCS por sus siglas en inglés: carbon capture and storage), a base de carbón y gas natural. La onda corporativa es entonces achicar la producción del gris y aumentar la del azul (con CCS) y por supuesto la del verde (con renovables). En nuestro país los petroleros están encantados con el azul y la posibilidad de subir a la Vaca Muerta al bondi mundial del hidrógeno.[18]

A nivel mundial, la voz cantante en este asunto de la CCS la tiene, no tanto el sector del hidrógeno sino las empresas generadoras de electricidad que desean continuar con, o volver al carbón (el fósil más contaminante del mundo). Hay un libro que lleva el título de «El futuro del carbón en la política energética española» (disponible en Internet: https://biblioteca.olade.org/opac-tmpl/Documentos/cg00295.pdf) cuyo capítulo 6 detalla la variedad de las diferentes tecnologías para la captura del CO2. Recomiendo su lectura, aunque OJO, es muy técnica.

Actualmente la técnica de CCS más utilizada en materia de producción de hidrógeno es la separación física, basada en adsorción, absorción,[19] deshidratación y compresión. La adsorción física utiliza una superficie sólida (p. ej., carbón activado, alúmina, óxidos metálicos o zeolitas), mientras que la absorción física utiliza un disolvente líquido (como Selexol o Rectisol). Después de la captura por medio de un adsorbente, el CO2 se libera aumentando la temperatura o la presión.[20]

El Ca-Cu looping (algo así como «el bucle de Calcio y Cobre») es una de las tecnologías de captura de CO2 en producción de hidrógeno más prometedoras, pero hasta hoy se halla en etapa experimental.[21] El proceso ocurre en tres etapas en simultáneo en reactores que operan en paralelo: la primera etapa corresponde al proceso llamado «reformado mejorado», en donde el CO2 es separado mediante el uso de un adsorbente a altas temperaturas (entre 600 y 700°C); luego viene una etapa de oxidación de Cu (a partir del oxígeno del aire, con liberación de N2), y una tercera etapa de reducción del CuO y calcinación de CaCO3, con liberación de CO2 y agua.[22]

¿Cuánto CO2 es posible capturar con estas tecnologías? El sector del hidrógeno habla de hasta un 95% de captura, pero ese 95, en realidad, corresponde al porcentaje que sueña conseguir en un futuro.[23] La desconfianza hacia el hidrógeno azul es, en buena medida, una desconfianza hacia las tecnologías de captura de CO2. Y es que una cosa son los modelos y los ensayos de laboratorio y otra muy distinta lo que sucede en el mundo real. Y en este aspecto no hay mucho para ver. Según un informe del Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA) en el mundo real existen solo dos plantas comerciales de producción de hidrógeno azul, las dos a partir de gas natural: una en Texas, EEUU, y otra en Alberta, Canadá.[24] Veamos qué nos dicen estas dos únicas experiencias mundiales.

La de Texas. Air Products produce hidrógeno para una refinería de la empresa Valero Energy Corp. desde el año 2001 en Port Arthur, casi en el límite con Luisiana.[25] En 2012, esta empresa inició un proyecto para la captura de CO2 de los reformadores de metano.[26] Al año 2021, según el informe de la IEEFA que mencioné en el párrafo anterior, las capturas de esa planta estaban por debajo del 50%; o del 40% si se consideran las emisiones de la generación de la electricidad para el proceso.[27]

La de Alberta. En su planta Quest, la anglo-holandesa Shell produce hidrógeno para refinar los petróleos extra pesados obtenidos de las arenas bituminosas. Aquí los números son también malos pero varían según las fuentes. Algunas arrojan números algo mejores que los de Texas, aunque con una eficiencia que no alcanza el 70% si se toman en cuenta las emisiones totales del proceso.[28] Otras fuentes dan números mucho peores. Por ejemplo, la ONG Global Witness informó en febrero de 2022 (misma fecha que la publicación de la anterior fuente) que las emisiones de CO2 de la planta de Shell superan a las capturas (38% de eficiencia en los últimos cinco años).[29]

La Global Hydrogen Review de la IEA correspondiente a 2023 IEA establece, con respecto a las tasas de capturas reales observadas: «Si bien se pueden lograr eficiencias de captura de hasta el 99% con un margen adicional de entrada de energía, las tasas generales de captura de la planta también dependen de la configuración del proceso y punto de captura. La mayoría de las instalaciones de reformado de metano con vapor (SMR) en funcionamiento en la actualidad operan con captura parcial: solo se captura el CO2 en el gas de síntesis desplazado, y no el CO2 resultante de la combustión del combustible del horno reformador. Esto normalmente da como resultado tasas generales de captura de plantas entre 40% y 60%.» (p. 78). (El resaltado es mío.)

Y más adelante (p. 79): «Hasta la fecha ninguna planta operativa ha logrado estos niveles de captura (por encima del 90%), pero dos proyectos ATR que apuntan a una captura del 90-95% están actualmente en construcción en América del Norte.» (El resaltado es mío.)

Los sistemas de captura de CO2 no solo son malos sino también caros, y consumen mucha energía (lo que obviamente varía de acuerdo con el método[30]). De hecho, las dos terceras partes de los dos únicos proyectos comerciales a nivel mundial de producción de hidrógeno azul que mencioné en el párrafo anterior fueron bancados por los gobiernos de EEUU (el federal) y Canadá (el federal y el estatal de Alberta), es decir por el pueblo norteamericano. Esto con bajas eficiencias de captura (menos del 50% y menos del 70% o incluso negativa): si se quisieran levantar esos índices los costos aumentarían exponencialmente.[31]

Andrew Forrest, el multimillonario australiano dueño de la megaminera multinacional Fortescue, otro autoabanderado de la salvación del planeta y las energías limpias, hablando del hidrógeno azul obtenido a partir del carbón, dijo lo siguiente: «(n)o existe una perspectiva realista de que la captura y almacenamiento de carbono reduzcan suficientemente las emisiones de hidrógeno marrón (obtenida del carbón, sin captura del CO2). (Estas tecnologías) no se ocupan del azufre, el arsénico y otros materiales tóxicos, ni de las emisiones fugitivas de metano de la minería del carbón. (…) No olvidemos que la captura y el almacenamiento de carbono es el fracaso tecnológico más grande que el mundo ha visto (…).»[32] (Esto último lo resalté yo). No lo olvidaremos, «Twiggy».

En esta le damos la razón al magnate oceánico: el hidrógeno azul es una fantasía de las petroleras. Pretenden que creamos que pueden capturar el CO2 que no están dispuestas a dejar de emitir. Pregunto: ¿por qué deberíamos hacerlo? Si en ciento y pico de años no han podido (suponiendo generosamente que lo hayan querido) solucionar el problema de las emisiones fugitivas de metano (CH4), a priori algo tecnológicamente sencillo, ¿por qué deberíamos creer ahora que podrán capturar el 90% de las emisiones de CO2?

Otro problemilla que plantea la producción de hidrógeno azul es el del almacenamiento del CO2 emitido y capturado. ¿Qué hacer con él? ¿Dónde esconderlo? Los azules barajan varias opciones: en pozos depletados de gas, en los fondos oceánicos, en formaciones salinas, todas muy cuestionables como soluciones definitivas. Las pocas experiencias piloto de almacenamiento de CO2, como el promocionado proyecto de Climeworks en Hellisheidi, en el sudoeste de Islandia (no vinculada con la producción de hidrógeno sino con la captura directa de CO2 de la atmósfera, otro delirio),[33] son de alcance muy parcial (además de cuestionables energética y medioambientalmente): aquí hablamos de almacenar millones y millones y millones de toneladas de CO2 por los siglos de los siglos. ¿A qué costos? ¿Con qué impactos? Misterio total: no nos lo dicen.

Una última cosa para ir terminando con el hidrógeno azul: ¿cuán verde es el hidrógeno azul? En una publicación reciente que precisamente lleva por título esta misma pregunta, se ha sugerido que la huella de GEI del hidrógeno azul es un 20% mayor que la quema de gas natural o carbón para generar calor, y un 60% mayor que la quema de gasoil para generar calor (esto sin contar las emisiones resultantes del transporte y almacenamiento del CO2, las cuales también deberían contabilizarse).[34]  Los autores de ese artículo refieren que, si bien los modelos utilizados asumen que el CO2 capturado puede almacenarse indefinidamente, esta es una suposición optimista y no probada (ya hablé de esto más arriba). Incluso si fuera posible, concluyen, el uso de hidrógeno azul sería difícil de justificar por motivos climáticos.

Si bien la metodología utilizada en este artículo ha sido cuestionada en otro artículo,[35] en este segundo se reconoce que «es posible que el hidrógeno azul tenga emisiones de CO2 equivalente significativamente más bajas que el uso directo de GN, siempre que se implementen procesos de producción de hidrógeno y tecnologías de captura de CO2 que aseguren una alta tasa de captura de CO2, preferiblemente por encima del 90%, y una cadena de suministro de GN de ​​bajas emisiones» (los resaltados son míos), una meta que, como vimos que dicen los informes de la IEEFA y Global Witness, está bastante lejos de alcanzarse.

7) Que las emisiones de hidrógeno no son climáticamente neutras. Se suele escuchar que la combustión del hidrógeno no genera emisiones de GEI. Esto es verdad solo en lo que respecta al CO2 pero no con respecto a otros GEI como los óxidos de nitrógeno (NOX), sobre todo cuando el hidrógeno reacciona con el oxígeno del aire en motores de combustión (no en pilas de combustible, por las bajas temperaturas a las que estas funcionan), una opción que no ha sido del todo abandonada.[36], [37] Contrariamente, no suele escucharse nada con relación al potencial del hidrógeno como GEI indirecto. Lo de indirecto es porque el hidrógeno en sí es inocuo, pero su oxidación en la atmósfera puede potenciar el efecto adverso de otros gases.

Un estudio reciente llevado adelante por Ilissa Ocko y Steven Hamburgo de la Environmental Defense Fund con sede en Nueva York,[38] aborda el rol del hidrógeno como GEI indirecto.[39] Estos autores refieren que los efectos climáticos del hidrógeno han sido hasta ahora subestimados al no haberse considerado sus efectos a nivel de la estratósfera (desde los 1015.000 metros hasta los 4550.000) y a plazos cortos (dos o tres décadas). Y esto porque hasta hoy los efectos climáticos del hidrógeno se han estimado considerando solo a nivel de la tropósfera (la primera capa de la atmósfera: hasta los 1015.000 metros) y a plazos largos, digamos 100 años.

El asunto de los plazos es importante para Ocko y Hamburgo, ya que los efectos climáticos del hidrógeno duran apenas unas décadas, mientras que el CO2 que puede permanecer en la atmosfera durante cientos de años.

En el mencionado estudio se sostiene que (transcribo): «(e)n la troposfera (la acumulación de hidrógeno disminuye el) OH disponible para reaccionar con el metano. Dado que la reacción del metano con el OH es su sumidero principal (del metano), esto conduce a una vida útil atmosférica más larga para el metano, lo que representa alrededor de la mitad del efecto de calentamiento indirecto total del hidrógeno.» Además, «la producción de hidrógeno atómico a partir de la oxidación del hidrógeno en la troposfera da lugar a una serie de reacciones que finalmente forman ozono troposférico, un gas de efecto invernadero que representa alrededor del 20 % de los impactos radiativos del hidrógeno». A su vez, «(e)n la estratosfera, la oxidación del hidrógeno aumenta el vapor de agua, lo que, a su vez, aumenta la capacidad de radiación infrarroja de la estratosfera, lo que provoca un enfriamiento estratosférico y un efecto de calentamiento general en el clima porque la energía emitida al espacio ahora proviene de una temperatura más fría».

En criollo: el hidrógeno supone un impacto climático positivo en el largo plazo, pero en el corto y en el mediano la cosa es bien distinta.

Moraleja de todo esto: si vamos a saltar a la pileta del hidrógeno es fundamental que tengamos en cuenta el asunto de las filtraciones de hidrógeno. Recordemos que el hidrógeno es el campeón mundial de los gases en el ranking de fugas, debido a su tamaño molecular. Como Ocko y Hamburgo señalan: «el hidrógeno puede filtrarse a lo largo de toda la cadena de valor, incluidos electrolizadores, compresores, licuefactores, tanques de almacenamiento, almacenamiento geológico, tuberías, camiones, trenes, barcos y estaciones de servicio». Obviamente, si el hidrógeno es azul, habría que agregar el efecto de las emisiones fugitivas de metano (CH4).

8) Que las energías renovables solas no podrán sostener todo lo que hoy sostienen los combustibles fósiles. El mundo del futuro que no nos cuentan funcionará con menos energía. De la torta energética actual las renovables solo podrán cubrir un 30 o un 40%, no más. Esto al menos es lo que calcula Antonio Turiel, un experto español en asuntos energéticos que trabaja en el Concejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), a partir de investigaciones del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas (GEEDS) de la Universidad de Valladolid del mismo país.[40] Pero tranquis: Antonio piensa que con ese 30 o 40 todes podríamos vivir muy bien (salvo que alguien quisiera quedarse con más de lo que necesita para vivir como el resto: ojo con esto).

9) Que aunque llegáramos a explotar al máximo las renovables (alcanzando ese 30 o 40% del punto anterior) tampoco es seguro que podamos sostenernos en esos márgenes, por cuanto los materiales necesarios para esas infraestructuras son escasos y, al igual que los combustibles fósiles, están alcanzando o por alcanzar su techo. El modelo de Hubbert (que comenté en el punto 1) puede aplicarse también a los recursos minerales, como a ciertos metales necesarios para el despliegue de tecnologías verdes (como el cobre, la plata, el platino, y tantísimos otros). Alicia Valero y su padre Antonio, del Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (CIRSE) de la Universidad de Zaragoza, España,[41] quienes más han trabajado en el tema, sostienen que muchos de esos metales son escasos (como el litio o el cobalto, tan necesarios para las baterías[42]), y los que no lo son pronto comenzarán a escasear de seguirse adelante con la transición energética tal como está planteada. De este modo, las reservas de muchos de ellos (concretamente, los mencionados litio y cobalto, pero también cadmio, cromo, cobre, galio, indio, manganeso, níquel, plata, telurio, estaño y zinc) difícilmente puedan satisfacer la demanda para el 2050.[43] Y es que la demanda se disparará exponencialmente, y para satisfacerla, la extracción del litio debería multiplicarse para el 2040 X 42, la de cobalto X 21, la de níquel X 19, y la de tierras raras X 7.[44] Hay una alternativa para gambetear la escasez que suena a una misión imposible, y es la de aumentar muchísimo las tasas de reciclaje, por ejemplo, llevar la tasa de reciclaje del litio del 1% actual al 4,8%, la del cobalto de 32% al 59%, la del cadmio del 25% al 39%, y así con todos los demás.[45] Aun así, logrando lo imposible, tarde o temprano la escasez se haría sentir, ya que esos aumentos en la tasa de reciclaje estimados por les científiques del CIRSE deberían obtenerse solo para llegar un poco mejor al 2050.[46]

Les del centro de investigación aragonés no están soles en esto. La propia IEA reconoce tácitamente que los minerales no alcanzarán: «Nuestra evaluación (…) sugiere que un esfuerzo concertado para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París (estabilización del clima en ‘muy por debajo del aumento de la temperatura global de 2°C’, como en el Desarrollo Sostenible de la IEA Escenario [SDS]) significaría una cuadruplicación de los requerimientos minerales de tecnologías de energía limpia para 2040. Una transición aún más rápida, a llegar a cero neto a nivel mundial para 2050, requeriría seis veces más minerales insumos en 2040 que hoy.»[47] Lo cual es cuasi imposible desde todo punto de vista (en primer lugar termodinámico). A medida que se vayan agotando esos metales y su curva de agotamiento será exponencial, una vez alcanzado su pico deberá aumentarse exponencialmente la energía para extraerlos… y esa energía debería ser renovable... y para captar esa energía renovable haría falta nueva infraestructura… para lo cual haría falta más minería… En fin: exponencial.

A partir de datos que Alicia y Antonio Valero vuelcan en su reciente libro Thanatia, los límites materiales del planeta,[48] se estima, para un parque eólico de 400 aerogeneradores de 5MV como el que pretenden instalar en Somuncura (aunque no hay certeza sobre ese 400, como indico más abajo), la siguiente cantidad de materiales: 320.000 tn de acero (torres de acero inoxidable con ciertos aleantes como el molibdeno, zinc, manganeso, etc.); 4.000 tn de cobre (aproximadamente un 25% del total producido en Argentina en 2018) (sobre todo en las turbinas); 1.560 tn de aluminio; 220 tn de níquel (en las baterías, además de litio, sodio y plomo); 170 tn de neodimio; 14 tn de disprosio; etc. Pregunta: ¿dispondremos de todos esos materiales cuando, dentro de 20 o 30 años, debamos enfrentar el desafío de renovar los parques? (suponiendo que tenemos la energía para ello, como veremos en el siguiente punto) ¿Alguien en el gobierno de Río Negro piensa en estas cosas?

10) Que no sabemos si será posible montar o incluso mantener sin combustibles fósiles, esto es, utilizando solamente energías renovables, toda la infraestructura para la captación de energías renovables (parques eólicos o solares, por ejemplo) que es necesaria para sostener aquel 30 o 40% del punto 8 (considerando todo el ciclo de vida de esa infraestructura: desde la minería hasta la instalación de los molinos o paneles). Sin combustibles fósiles, las renovables parecen imposibles: imposible es realizar la minería de los metales necesarios para la construcción de los dispositivos de captación de energía renovable, como los molinos eólicos y paneles solares, e imposible es también el montaje y mantenimiento de esos dispositivos. De hecho, nunca se ha «cerrado el círculo» de las renovables (nunca, por ejemplo, se ha instalado un parque eólico o solar utilizando solo energías renovables), y no es seguro que se pueda cerrar alguna vez. Entonces, ¿cómo se supone que sostendremos una matriz 100% renovable? Aún hay combustibles fósiles accesibles, de modo que aún es posible montar los 400,[49] 800 o 1.600[50] molinos que la megaminera multinacional Fortescue pretende instalar en el Área Natural Protegida Meseta de Somuncura para su faraónico proyecto de hidrógeno verde. Ahora bien, ¿cuántos de esos molinos podrán reemplazarse cuando, dentro de 20 o 25 años, acaben su vida útil? Es más, ¿podremos desmontar los molinos que no podamos reemplazar por falta de energía y/o materiales? ¿Dispondremos de energía para ello? ¿Alguien en el gobierno de Río Negro piensa en estas cosas?

Poca duda cabe que los molinos eólicos de Somuncura serán tecnológicamente obsoletos en muy pocos años. ¿Terminarán siendo abandonados como los del Parque Eólico Antonio Morán en Comodoro Rivadavia, el primer plan eólico del país? (foto)

 11) Que solamente aumentando la eficiencia energética no vamos a ningún lado. En el contexto actual de emergencia climática y crisis energética, un aumento de la eficiencia energética (entendida como el conjunto de acciones que permiten mejorar la relación entre la cantidad de energía consumida y los productos y servicios que se obtienen a partir de su uso, sin afectar la calidad de vida de los usuarios[51]) solo tiene sentido si hay racionamiento (porque un descenso energético va a haber: vamos hacia un escenario de escasez de todo, nadie lo dude). De otro modo, se corre el riesgo de que ocurra un rebote; de que se cumpla la llamada «Paradoja de Jevons»[52], de que esa mayor eficiencia redunde en un aumento del consumo.[53], [54] ¿Cómo es eso posible? Lo explico con un ejemplo. Supongamos que una familia que consume mensualmente unos 200 kilovatios/hora renueva todos los electrodomésticos de su hogar. Como esos electrodomésticos nuevos consumen menos electricidad (son más eficientes por la incorporación de una innovación tecnológica), debería esperarse un ahorro energético. Pero no: esto no ocurre porque (y ahí está la «paradoja», aunque técnicamente no es una paradoja) ahora se usan los electrodomésticos durante más tiempo o para otras cosas (por ejemplo, ahora la familia usa el microondas para descongelar, no solo para calentar), de manera que la familia sigue consumiendo mensualmente 200 kilovatios/hora... o incluso más. Si el aumento de la eficiencia en la producción de un bien o un servicio genera una disminución de su precio, la «Paradoja de Jevons» plantea que el consumo puede dispararse casi automáticamente, ya que podrá consumirse más por el mismo dinero.

Con mayor eficiencia no alcanza, ya que de lo que se trata es de que quienes vivimos bien sigamos viviendo bien con menos, de que todes consumamos solo lo necesario (sobre todo quienes hoy consumen mucho más de lo necesario), de manera que todes podamos satisfacer nuestras necesidades energéticas.

12) Que no es posible un crecimiento económico sostenido sin un aumento del consumo de energía. Por lo tanto, como no será posible aumentar el consumo de energía (es más, va a ir a la baja), no será posible sostener el crecimiento económico (es más, la economía, al menos su esfera material, va a decrecer). Esto hablando en términos globales: seguramente algunos países continuarán inflando su PBI durante un tiempo a expensas de otros: por ejemplo, Alemania y Reino Unido podrán seguir creciendo a expensas del hidrógeno verde producido en República Democrática del Congo y Argentina.

13) Que el cambio climático no le interesa a nadie. O a casi nadie. Lo que en realidad les preocupa a las elites corporativas y a sus gobiernos son sus negocios.



[1] Delannoy, L., Longaretti, P.-Y., Murphy, D.J. y Prados, E. 2021. Peak oil and the low-carbon energy transition: a net-energy perspective. Applied Energy 304 (15):117843.

[3] Delannoy et al. (2021) indican que, hacia 2050, la extracción de los petróleos en general demandará una inversión energética equivalente a la mitad de la energía obtenida por esos mismos petróleos. Hoy esa inversión es del 15,5%… y sube exponencialmente. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0306261921011673?casa_token=Gx6na4er2LcAAAAA:eOKsbMV7-AWfoVgk2v0aKyREHWS1Hd8rHnLUFVyjmEu8UEi-BUfxd5kHI0EvGcYrnekWy3dSC8gP2g

[6] La tasa de retorno energético (EROI por sus siglas en ingles, Energy Return on Investment) es la cantidad de energía recuperada por cada unidad de energía invertida. Las maneras para calcularla son complejas. Se estima que, cuando arrancó hace más de 100 años, el petroleo convencional tenía una tasa de retorno de 100, es decir que para obtener 100 barriles se gastaba uno. Actualmente, invirtiendo un barril de petroleo se obtienen 20 (es decir que la TRE está bajando: cada vez hace falta gastar más petroleo para obtener la misma cantidad de petroleo). Como expliqué en el texto, la TRE de los no convencionales fueron siempre mucho menores que los convencionales. Algunas fuentes (Ecologistas en Acción) indican que invirtiendo un barril de shale oil, se obtiene apenas un barril y medio (refinado) o dos (sin refinar) (tasa de retorno 1,5 a 2, comparemos con la TRE de 20 actual para el petroleo convencional). Estos datos se obtienen de un trabajo de 2011 firmado por dos investigadores del Department of Geography and Environment de la Universidad de Boston (Cutler J. Cleveland and Peter A. O'Connor. “Energy Return on Investment (EROI) of Oil Shale”. Sustainability 2011, 3, 2307-2322). 

[10] Básicamente, lo que sostiene la gobernadora Carreras es que debemos meterle con todo al gas natural hasta que se acabe (no hasta completar la transición, porque de transición nadie habla). https://www.rionegro.com.ar/ofrecen-san-antonio-este-para-exportar-el-gas-de-vaca-muerta-2081883/

[15] Al quemárselo o en una pila de combustible, el hidrógeno no produce emisiones de CO2. La cosa está en su producción. Para que la producción de hidrógeno no genere emisiones de CO2 la opción es utilizar una fuente de energía renovable. Es en este caso que se habla de hidrógeno verde.

[18] En «Humo Verde» la publicación que hicimos con Hernán Scandizzo del Observatorio Petrolero Sur, desarrollamos esta idea, bajo el subtítulo: «Argentina: el horizonte azul de Vaca Muerta». https://opsur.org.ar/wp-content/uploads/2021/11/Hidrogeno-Verde-informe-final.pdf p. 13

[19] La diferencia entre absorción y adsorción es que la absorción es el proceso por el que un fluido se disuelve en un líquido o un sólido, mientras que en la adsorción los átomos, iones o moléculas de una sustancia se adhieren a la superficie del material (https://campusvygon.com/adsorcion-absorcion/#:~:text=La%20principal%20diferencia%20entre%20absorci%C3%B3n,a%20la%20superficie%20del%20material.). La adsorción es un fenómeno de superficie, mientras que la absorción involucra todo el volumen del material, aunque la adsorción a menudo precede a la absorción. ​El término sorción engloba ambos procesos, mientras que desorción es lo contrario (https://es.wikipedia.org/wiki/Adsorci%C3%B3n).

[22] Fernández, J.R. y Abanades, J.C. 2017. Overview of the Ca-Cu looping process for hydrogen production and/or power generation. Current Opinion in Chemical Engineering 17:118. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S2211339817300059

[24] Schlissel, D., Wamsted, D., Feaster, S., Mattei, S., Mawji, O. y Sanzillo, T. 2021. Blue Hydrogen: technology challenges, weak commercial prospects, and not green. Institute for Energy Economics and Financial Analysis. IEEFA.org. https://ieefa.org/resources/blue-hydrogen-technology-challenges-weak-commercial-prospects-and-not-green; https://ieefa.org/wp-content/uploads/2022/02/Blue-Hydrogen-Presentation_February-2022.pdf.

[34] Howarth, R.W. y Jacobson, M.Z. 2021. How green is blue hydrogen? Energy Science & Engineering 9.10.1002/ese3.956.

[39] Ocko, I.B. y Hamburgo, S.P. 2022. Consecuencias climáticas de las emisiones de hidrógeno. Atmospheric Chemistry and Physics 22, 93499368. Disponible en Internet: https://acp.copernicus.org/articles/22/9349/2022/

[45] Valero et al., 2018, p. 186, tabla 6.

[46] Valero et al., 2018.

[48] Valero, A. y Valero, A. 2021. Thanatia: los límites minerales del planeta. Icaria. Más Madera. 143pp. Los datos referidos en el texto están en la p. 19.

[52] Por el economista inglés del siglo XIX William Stanley Jevons.

[53] Turiel, A. 2021. Petrocalipsis. Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar. Alfabeto, p. 117.

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