SUSTENTABLE ES OTRA COSA


¿Cómo reaccionaríamos si un amigo nos dijera que ha decidido alimentarse de forma sana? Seguramente nos alegraríamos. Pero, ¿cómo nos sentiríamos si nos enterásemos de que nuestro amigo sigue comiendo comida chatarra, y que lo único que hizo desde aquel saludable anuncio fue reemplazar por edulcorante el azúcar del cafecito después del tiramisú?

Seguramente muy mal, tan mal como hoy nos sentimos al enterarnos de que el gobierno de Río Negro, que nos había dicho que le preocupaba el cambio climático y la sustentabilidad, lo único que está haciendo es edulcorar la extracción de hidrocarburos promocionando como ‘sustentable’ un edificio que está construyendo en Cipolletti: un edificio para la Secretaría de Energía (encima eso).

 


      Hormigón, vidrio y aluminio: el futuro edificio ‘sustentable’ de la Secretaría de Energía de Río Negro visto desde la calle Los Arrayanes, Cipolletti (agosto de 2021)

 

En realidad, la Secretaría de Energía de Río Negro no estará sola en el nuevo edificio. Ahí funcionarán, además, la empresa de desarrollo hidrocarburífero provincial Edhipsa y el sector administrativo de la empresa Transcomahue. [1], [2] Transco SA es la empresa que tiene la concesión de las redes de trasporte eléctrico en la provincia (recibiendo por ese concepto liquidaciones mensuales de Cammesa, la empresa de gestión privada encargada de operar en el mercado eléctrico mayorista de Argentina), y la propiedad de diez estaciones transformadoras.[3], [4] Edhipsa, una sociedad anónima como Transcomahue, fue creada por ley provincial N° 2883, en cuyo artículo 4 se enuncia su objeto: Ampliar las reservas de petróleo y gas y el incremento de la producción.[5] Primer dato a destacar: la empresa provincial encargada de incrementar la producción de combustibles fósiles estará ubicada en un edificio cuya mayor virtud será funcionar (al menos eso nos dicen) con un mínimo de combustibles fósiles.

 


Vista del futuro edificio desde la Ruta Nacional N° 22 (foto tomada en agosto de 2021). 


Dejando a un lado la cuestión (importante por cierto) de si es conveniente destinar los beneficios de la renta petrolera a un edificio de oficinas gubernamentales en lugar emplearlos en escuelas, o en obras necesarias para la adaptación a los efectos del cambio climático y el colapso ecológico (por ejemplo, el mejoramiento del transporte público, o la producción de alimentos sanos, o la consolidación de redes comunitarias, o cualquier otro); dejando a un lado la cuestión de qué otros destinos pudo haber dado el municipio de Cipolletti a ese espacio sobre la Ruta Nacional N°22, en lugar de cedérselo generosamente a la provincia en 2013 para la construcción de un edificio de oficinas; al margen de mi convencimiento de que la Secretaría de Estado de Energía de Río Negro debería ser una dependencia del Ministerio de Desarrollo Humano y Articulación Solidaria y no un ministerio aparte (en realidad, una secretaría de estado con rango ministerial) al servicio de intereses ajenos al sostenimiento y reproducción cotidiana de la vida de los ciudadanos y ciudadanas de la provincia, y de que las actuales autoridades energéticas y ambientales de la provincia no tienen autoridad moral para gestionar la transición energética (por ser cómplices, por acción u omisión, de la profundización del extractivismo), la idea en esta publicación es hablar del nuevo edificio, presentado por el ministro de Obras y Servicios Públicos Carlos Valeri como «un emblema en el uso racional de las energías»[6], y discutir el lugar que ocupa el mismo en el discurso verde gubernamental.

¿Un edificio más?

En países industrializados como EEUU, los edificios consumen anualmente alrededor del 40 % de la energía, y emiten casi la mitad del dióxido de carbono (CO2), a través del desarrollo de nuevas instalaciones, la producción de cemento y la quema de combustibles fósiles como petróleo, gas y carbón.[7] A nivel global las cifras son un poco más bajas. La Alianza Global para los Edificios y la Construcción del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estimó que la construcción y uso de edificios representó, en 2017, el 36 % del consumo mundial de energía y el 39 % de las emisiones de dióxido de carbono.[8]

La crisis climática y el agotamiento de los recursos energéticos y materiales plantean para las próximas décadas un escenario de desurbanización. En ese sentido, la construcción de un edificio de más de 3.000 m2 cubiertos distribuidos en varios pisos para albergar una sobredimensionada Secretaría de Estado no parece ir en la dirección correcta. Es más, el  ofrecimiento de la actual secretaria de energía de Río Negro, Andrea Confini, a su par de Nación, el neuquino Darío Martínez, de ubicar la Secretaría de Energía nacional en Cipolletti (descontamos que en el edificio sustentable, aunque Confini no lo precisó, al menos no a los medios de comunicación), da pie a pensar que en el nuevo edificio sobrarán oficinas.[9]

Sobre el inmueble Confini declaró: «Se trata del primer edificio público sustentable y va a estar abastecido, mayoritariamente, por energías renovables. Estamos en un avance importante y esperamos que de seguir así, se finalice la obra a fin de año» (…). «El edificio va a contar con paneles solares, calentamiento de agua a través de termo solares, la refrigeración con postigos que suben y bajan de acuerdo al requerimiento de ventilación y el requerimiento de luz solar».[10]

¿Sustentable?

No. Pese a su cacareada condición de ‘sustentable’, el edificio no estará construido de adobe o de bloques de tierra comprimida; las paredes no estarán revocadas de tierra ni tendrá techos vivos, no habrá baños secos ni un espacio para compostaje de residuos orgánicos, ni tendrá un sistema de captación de agua de lluvia para guardar en cisternas para abastecer a los sanitarios, ni tendrá una orientación pensada en función de la posición del sol en las distintas estaciones. Nada de eso. Estará hecho de hormigón, aluminio y vidrio, tendrá cuatro niveles y un subsuelo y (supongo) dos o más ascensores.

Obviamente, la instalación de paneles solares y el mejoramiento de la eficiencia energética del edificio supondrán un ahorro en el consumo de energía de la red eléctrica. Mejor dicho; supondrán un ahorro con relación a un edificio convencional del mismo tamaño, con igual número de empleados y oficinas y funcionando en los mismos horarios. Este último «mejor dicho» es clave, porque en definitiva no sabemos si el consumo energético total del edificio proveniente de la red eléctrica será menor (mucho menor, apenas menor) a la suma de los consumos históricos de las tres reparticiones gubernamentales que funcionarán en el nuevo edificio, actualmente ubicadas en distintos puntos de la ciudad de Cipolletti (consumo eléctrico de las oficinas de Transcomahue (actualmente sobre la calle Belgrano) + consumo eléctrico de Edhipsa (actualmente sobre la calle Irigoyen) + más consumo de la secretaría de energía (en Cipolletti, sobre la calle España, casi Irigoyen). Es probable que sí, pero no me consta, ya que el gobierno no ha aportado ese dato, fundamental para conocer las reales ventajas climáticas de construir un nuevo edificio.[11] De hecho, el proyecto contempla un espacio que se agrega a los anteriores; un espacio que antes no estaba. En efecto, en la página oficial de la Secretaría de Energía de Río Negro se informa que «(E)n el edificio habrá una sala de reuniones destinada a la Gobernación, para que sea utilizado por la gobernadora Arabela Carreras cuando se encuentre realizando gestiones en el Alto Valle.» (Curiosamente, no dice «el gobernador o la gobernadora» sino la gobernadora Arabela Carreras.[12]) Obviamente, las oficinas que hoy ocupan Transcomahue, Edhipsa y la Secretaría de Energía serán ocupadas por nuevas empresas inquilinas, de manera que podemos razonablemente suponer que el consumo energético del nuevo edificio se sumará al consumo total de la ciudad de Cipolletti. Una boca más para alimentar, energéticamente hablando (y no solo con energía solar como veremos más adelante).

Con relación al tema de la eficiencia. En primer lugar hay que decir que la eficiencia tiene límites, y en segundo lugar que no siempre el incremento de la eficiencia energética se da la mano con la sostenibilidad. Por ejemplo, las lámparas fluorescentes y LEDs que reemplazaron a las lamparitas incandescentes contienen cerio, lantano, europio, gadolinio, terbio (todos  elementos químicos pertenecientes al grupo de las llamadas tierras raras, cuya extracción y procesamiento se concentra en China), galio (subproducto de la producción del aluminio, cuyo cenit de extracción está calculado para 2040[13], [14], [15]) e indio (subproducto de la minería de zinc); todos elementos críticos que se extraen consumiendo enormes cantidades de energía proveniente de distintas fuentes, incluyendo la quema de combustibles fósiles.[16]

Otro tanto sucede con los mismos paneles solares: al indio y el galio se deben agregar el selenio (cuyo cenit fue alcanzado en 1994[17]) y el teluro (con un cenit alcanzado en 1984), subproductos de la refinación del cobre,[18] el silicio, fundamental para la elaboración de las celdas solares, que se obtienen a partir de las arenas silíceas, o en hornos de fundición a partir de la cuarcita (un mineral no metalífero)[19], y los recuadros, normalmente de aluminio.[20]

¿Cuán sustentable es la producción de los materiales de construcción de un edificio sustentable?

Sobra decir que los supuestos beneficios energéticos del edificio sustentable de la Secretaría de Energía comenzarán a cosecharse recién cuando la obra esté terminada y funcionando. Durante la construcción del edificio hay un monumental consumo energético, buena parte del cual se lo lleva la producción y transporte de los distintos materiales con que está construido, amén de la energía fósil consumida en la extracción de los minerales utilizados en la producción de esos materiales. ¿Alguien de la Secretaría de Energía pensó seriamente en esto antes de hablar de sustentabilidad? 

Se podrá decir que lo anterior es una obviedad, y hasta cierto punto lo es, pero es en todo caso una obviedad que merece ser recordada toda vez que se nos quiere vender algo como verde cuando no lo es o no lo es tanto. Lo aclaro ahora: no estoy rechazando el uso de paneles solares o la instalación de termos solares en el edificio cipoleño; después de todo, es más saludable echarle edulcorante al cafecito que ocho cucharadas soperas de azúcar, incluso después de habernos clavado una hamburguesa triple con papas freídas en aceite de canola, aceite de maíz, aceite de soja hidrogenado con terc-butil-hidroquinona (TBHQ), ácido cítrico, y dimetilpolisiloxano (un agente antiespumante), aderezadas con kétchup  industrial hecho a base de agua, concentrado doble de tomate, azúcar, vinagre de alcohol, maltodextrina, sal, cebolla, ácido cítrico como acidulante, ácido sórbico como conservante y goma xántica como aromatizante natural y espesante, y un vaso de 32 onzas líquidas (0,95 litros) de la gaseosa que no le gusta a Cristiano Ronaldo. Pero claro, saludable, lo que se dice saludable, es otra cosa.

Volviendo al tema que nos ocupa. Como comenté, el edificio de la Secretaría de Energía estará construido de hormigón (como la mayoría de los edificios, por otra parte).[21] El hormigón es básicamente una mezcla de cemento, áridos, arenas y otros agregados. En su fabricación hay emisión de CO2 durante la producción de Clinker, un producto intermedio constituido de nódulos que se obtiene calcinando caliza y arcilla a 1400°.[22], [23] Obviamente, esas altísimas temperaturas se alcanzan gracias al consumo de enormes cantidades de combustibles fósiles, con la consiguiente emisión de gases de CO2 (que se agrega a la anterior) y otros gases de efecto invernadero (GEI). Por supuesto, a la caliza y a la arcilla, al igual que al yeso que se le echa al Clinker, hay que extraerlos y transportarlos desde las canteras hasta las fábricas, utilizando grandes palas cargadoras y camiones, consumiendo muchísimo diésel (un derivado del petróleo) y produciendo muchísimas emisiones de GEI (que se agregan a las anteriores: vayan sumando).[24]

Obviamente, el hormigón del edificio estará reforzado por varillas de acero. Para producir el acero se requiere mineral de hierro (cuyo cenit de extracción está calculado para 2040[25]), o chatarra férrica, los cuales son fundidos en hornos siderúrgicos. La siderúrgica es una industria altamente demandante de energía.[26] Obviamente, la fundición del mineral de hierro se produce a altísimas temperaturas, lo que supone enormes consumos de combustibles fósiles (= emisiones de GEI). Por la parte superior del horno de fundición se introduce el mineral de hierro, coque (un producto similar al carbón que se obtiene como subproducto de la refinación del petróleo[27]) y piedra caliza, y en la base se inyecta aire a más de 1000°C, lo que quema el coque del interior del horno, alcanzando temperaturas de hasta 2000°C[28], fundiéndose el mineral de hierro y liberándose GEI, como CO (monóxido de carbono) y CO2. [29] (El coque, además de combustible, actúa como reductor, es decir que provoca que el mineral de hierro se separe del oxígeno.) A esa temperatura la caliza aportada se convierte en cal, la cual captura parte de las impurezas.[30] De todo este proceso se obtiene arrabio, un producto intermedio del acero, formado por hierro fundido y entre un 2 y un 4% de carbono.

La siguiente etapa tiene lugar fuera del horno, en un convertidor. Allí se le suministra oxígeno al arrabio, quitándole por oxidación buena parte del carbono, el cual es emitido en forma de CO2 y CO.[31]

Como se ve, hay emisiones de GEI en prácticamente todo el proceso de obtención del acero. La industria siderúrgica en general emite muchísimo: en 2017, aportaba el 6,7% del total de emisiones de GEI.[32]

Actualmente, el mineral de hierro que emplea la industria siderúrgica argentina es importado de Brasil.[33] (De manera que los impactos ecosociales de la minería de hierro, que en Río Negro conocemos muy bien,[34] los «externalizamos»; se los pasamos al país vecino, que los sufrió en carne propia en Mariana y Brumadinho.[35])

El edificio sustentable de la Secretaría de Energía de Río Negro tendrá muchísimo vidrio; concretamente, tendrá una «piel de vidrio doble vidrio hermético» recubriéndolo.[36], [37] Como en el caso del cemento, la producción de vidrio demanda enormes consumos de energía fósil (con la consiguiente emisión de GEI).

Entre las fuentes de emisión de CO2 del proceso de fundición del vidrio se encuentran materias primas como la piedra caliza, la dolomita y la ceniza de sosa, así como el empleo de combustibles que alimentan el horno de fusión.[38] (Emisiones por partida doble, al igual que en caso del cemento.) Estos hornos alcanzan los 1600°C.[39]

La mayor parte del vidrio comercial (supongo que también el vidrio del nuevo edificio de la Secretaría de Energía) corresponde a vidrio de cal sodada, el cual está compuesto de sílice, sosa y cal y pequeñas cantidades de alúmina y otros álcalis y tierras alcalinas; además de algunos ingredientes menores. Las principales materias primas del vidrio que emiten CO2 durante el proceso de fundición son la piedra caliza, la dolomita y la ceniza de sosa. Otra fuente de emisión de gases de efecto invernadero en la fabricación del vidrio viene dada por el empleo de combustibles en el horno de fusión. Es por ello que la producción de vidrio fue incluida las Guías del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dentro del módulo Procesos Industriales, comprometiendo al sector a inventariar y controlar sus emisiones.[40]

El piso del edificio sustentable de la Secretaría de Energía de Río Negro estará hecho de mosaico granítico.[41] Estos mosaicos son piezas realizadas sobre una base de cemento (ya hablé de él) constituida por una mezcla de granitos de diferentes granulometrías en distintos tonos. Si bien la fabricación de mosaicos graníticos no requiere de un horno para su secado (a diferencia de los porcellanatos, los cuales, dicho sea de paso, también están previstos en el edificio sustentable[42]), su fabricación está muy automatizada (como muchos otros productos industriales) y consume muchísima electricidad, por la utilización de prensas rotativas, pulidoras, etc.[43] Además, si bien el mosaico granítico no requiere cocción, hay que recordar que el cemento sí lo requiere.

El nuevo edificio sustentable también tendrá cerámicos (ya mencioné a los porcelanatos, que son precisamente un tipo de cerámico que se cuece a temperaturas altísimas). Las emisiones de GEI relacionadas con el proceso de fabricación de cerámicos provienen de la calcinación de los carbonatos contenidos en las arcillas, así como de la inclusión de aditivos. De manera análoga a los procesos de producción del cemento y de la cal, las emisiones de CO2 en la producción de cerámica son el resultado de la calcinación de las materias primas, en este caso la arcilla.[44]

Según se informó desde el gobierno provincial, la carpintería exterior del edificio (ventanas y postigos) será de aluminio,[45] metal que se obtiene de un agregado de minerales denominado bauxita (y cuyo cenit está previsto para 2050[46]). La producción de aluminio tampoco está exenta de serios problemas ambientales.

La del aluminio es una industria electrointensiva. Por caso, Aluar, la única productora de aluminio primario de Argentina, cuya planta de Puerto Madryn (Chubut) y que abastece a todo el mercado interno, cuenta con una central hidroeléctrica propia de 472 MW en Trevelin (Futaleufu)[47] y una planta térmica de generación eléctrica en base a gas natural por un total de 755 MW. En 2019, Aluar puso en funcionamiento su propio parque eólico, del cual se abastecen otras industrias.[48] Con respecto a los parques eólicos, tampoco todo es color rosa (o verde en este caso). La construcción de los aerogeneradores requiere de materiales muy escasos (las llamadas tierras raras, como el neodimio y el disprosio, para los imanes permanentes, por ejemplo[49]), y su instalación y mantenimiento demandan enormes consumos de combustibles fósiles (así como se oye: el despliegue de energías renovables requiere de energías no renovables). Además, los parques eólicos, a diferencia de las centrales térmicas y al igual que los parques solares, ocupan una superficie amplísima, lo que genera problemas de todo tipo, en primer lugar a las comunidades que habitan los territorios, que normalmente terminan siendo desplazadas. Las aspas de los aerogeneradores se construyen a partir de fibra de vidrio (hecha en base a sílice, al igual que el  vidrio, del que ya hablé), poliéster (un plástico, de los que hablaré más adelante) y madera balsa (combo muy difícil de deshacer, ya que el reciclaje de esos materiales es sumamente complejo[50]). Los impactos de la extracción de la madera balsa en la Amazonía, particularmente en Ecuador, primer país exportador de madera balsa en el mundo, son enormes.[51] La balsa (Ochroma pyramidale) es un árbol nativo que crece en la selva amazónica en forma natural pero que es plantado en la zona costera de Ecuador. En los últimos años, el aumento de la demanda de China (campeón mundial en energía eólica[52]) ha impulsado un fuerte proceso de deforestación en la Amazonía ecuatoriana que procura aumentar la producción de madera balsa para exportación.[53] Las torres de los aerogeneradores son de láminas de acero soldado. Ya hablé del acero y de los impactos ambientales de la industria siderúrgica.[54]

Me fui un poco del tema en el que estaba: el aluminio. Todo lo que desarrollé hasta acá es solo con relación a los impactos de la generación de la electricidad que Aluar necesita para producirlo. Por supuesto, los problemas no acaban allí. El mismo proceso de producción genera muchas emisiones de GEI. Este comprende dos etapas. En la primera se obtiene alúmina (Al2O3) a partir de la bauxita mediante un proceso llamado de Bayer. En la segunda se obtiene el aluminio primario mediante un proceso electrolítico llamado de Hall-Héroult. En esta última etapa se deposita la alúmina en celdas electrolíticas (en Aluar hay casi 800) y se obtiene aluminio líquido. Durante el proceso de Hall-Héroult se producen emisiones de CO2 en las cubas electrolíticas, como producto de la reacción que convierte al óxido de aluminio en aluminio metálico.[55] Durante este proceso hay también emisiones de otros potentes GEI, como los llamados perfluorocarbonos.[56] Debo insistir que estas emisiones son las producidas durante el proceso; a ellas habría que sumarles las de la extracción de la bauxita, la generación de electricidad (de la que ya hablé), combustibles, energía invertida en la construcción de las maquinarias e instalaciones, transporte, y un interminable etcétera.

Para terminar con el aluminio diré que gran parte de la alúmina utilizada en Argentina es importada (al menos hasta 2014), sobre todo de Brasil y Australia (esto debido a que nuestras reservas de bauxita son escasas).[57] En Brasil, la minería a cielo abierto de bauxita asociada a la producción de alúmina causó un desastre ambiental en 2018, contaminando el río Pará en el estado homónimo.[58], [59] También en Jamaica la minería de bauxita causó estragos. Como esta minería es muy demandante de energía (al igual que la producción de aluminio), en este último país se construyeron presas solo para abastecer a esas minas, destruyendo valles fértiles y obligando a los campesinos a abandonar sus tierras, produciendo la contaminación de los suelos.[60] El desplazamiento de los territorios de las comunidades originarias por parte de las mineras de la bauxita también se ha dado históricamente en Brasil.[61]

Conclusión (y ahora sí, les juro, termino con el aluminio): citando al arquitecto africano Peter Buchanan en su libro de 2005 The Shades of Green: Architecture and the Natural  World, «un edificio con alta proporción de componentes de aluminio difícilmente puede ser ecológico cuando se lo considera desde la perspectiva del coste del ciclo de vida total, no importa lo energéticamente eficiente que puede ser.»

¿Energía limpia?

La instalación eléctrica del nuevo edificio sustentable de la Secretaría de Energía de Río Negro contendrá seguramente cables de alambre de cobre o aluminio recubiertos de plásticos derivados del petróleo, como PVC, polietileno, poliuretano, teflón, etc. Estos últimos son plásticos, todavía no voy a hablar de ellos. Ahora hablaré del cobre de los cables.

El cobre (en 2019 su cenit estaba previsto para 2020, por lo que estaría pronto a alcanzarse[62]) es extraído de minas a cielo abierto. En nuestro país la mina de cobre más grande es Bajo La Alumbrera, en Catamarca (una mina de cobre, oro y molibdeno que dejó de producir en 2018). Los empresarios del cobre machacan con que el cobre es 100% reutilizable, y que por esa razón contribuye al cuidado del ambiente (insólito pero cierto). Cosa curiosa: los que destacan la capacidad de reciclaje del cobre son las mismas empresas megamineras que pierden con el reciclaje: un caso claro de coladepajismo (ver video en Cobre: infinitamente reciclable). De cualquier forma, solo un tercio de la demanda mundial de cobre proviene del reciclaje,[63] un 50% de la Unión Europea.[64]

Obviamente, el reciclaje no es la panacea, debido a que insume ingentes cantidades de energía, aunque, claro, no tanto como la producción de cobre primario. De cualquier modo, el crecimiento exponencial que tendrá la demanda de este metal con motivo de la electrificación de muchos procesos actualmente basados en combustibles fósiles, resultará inevitablemente en una acentuación de la extracción de ese metal. Vemos hoy cómo los lobistas megamineros se justifican para arrasar cordilleras y contaminar ríos usando como argumento la transición energética.[65] Lo mismo ocurre con el litio en el norte de nuestro país. (Para el problema del litio en la Patagonia ir al post Maldita transición.)

Hablar de los impactos que genera la megaminería excede el propósito de este post. Para quien desee profundizar en el tema recomiendo el trabajo que realizamos junto con las compañeras y compañeros de las asambleas del Curru Leufu (Asambleas del Curru Leufu) y este otro que escribí para este mismo blog: 10 razones para rechazar la megamineríaSolo apuntaré una cosa más con relación a los enormes consumos energéticos de la minería del cobre. En sus años de mayor consumo, Bajo La Alumbrera consumía casi lo mismo que el resto de la provincia de Catamarca, lo que suscitó la queja del mismísimo titular de la Unión Industrial de esa provincia.[66] Algo positivo para destacar: desde 2020 la empresa Minera Alumbrera toma un 50% de la electricidad que utiliza en las tareas de mantenimiento y cuidado de la mina Bajo La Alumbrera (recordemos: paralizada desde 2028), del parque eólico de Achiras, en la provincia de Córdoba.[67] ¿Positivo? Los parques eólicos de Achiras I y II (ahora Parque eólico Budweiser) suman unos 40 aerogeneradores de 100 metros de altura, los cuales se hallan construidos con productos importados[68] (menos de un 12% son productos nacionales[69]), por lo que a los consumos energéticos de su fabricación habría que agregarle los consumos energéticos de su transporte. Pero sobre los parques eólicos ya me referí cuando hablé de Aluar y la producción de aluminio.

Dejemos el cobre y pasemos, ahora sí, al plástico que recubrirá los cables del edificio cipoleño. (Probablemente, los plásticos no serán solo utilizados en el cableado sino también en el sistema de tuberías, revestimiento para techos, mobiliario, sanitarios, dispensers de agua, etc.)

Casi todo el plástico proviene del petróleo y el gas natural, y aquí ya nos encontramos con un serio problema (uno más, y van...), ya que justamente de lo que se trata es de abandonar los combustibles fósiles. Sin contar las emisiones generadas en la extracción y transporte del petróleo o el gas natural (que son muchísimas), los plásticos producen emisiones de GEI a lo largo de todo su ciclo de vida, desde su producción hasta su eventual incineración. Hay emisiones de GEI (sobre todo CO2 y CH4) en la refinación del hidrocarburo, específicamente en el proceso llamado craqueo o ruptura térmica de las cadenas más largas en cadenas más cortas llamadas olefinas o alquenos, y en el proceso inverso de polimerización, esto es la formación de cadenas largas a partir de olefinas, por ejemplo, la producción de polietileno a partir de una olefina específica llamada etileno.[70], [71] Un completo informe realizado por la Center for International Environmental Law (CIEL) indica que, en 2015, las emisiones de CO2 de 27 plantas o instalaciones de etileno de los Estados Unidos emitieron el equivalente a 3,8 millones de vehículos de pasajeros.[72] Por último hay muchísimas emisiones en la fabricación de los distintos productos plásticos, como botellas, paneles, etc. En el informe del CIEL se menciona además que los gases emitidos en 2019 (abarcando la producción hasta la incineración de plástico) habría alcanzado el equivalente a 189 plantas termoeléctricas a base de carbón de 500 MW.[73] Se calcula que aproximadamente el 3,8% del total de GEI es aportado por los plásticos.[74] Y no solo eso: los desechos plásticos estarían reduciendo la capacidad de los océanos de capturar CO2 de la atmósfera.[75]  

Es cierto que existen los bioplásticos, los cuales no derivan de los hidrocarburos sino de productos vegetales, pero, al igual que sucede con los biocombustibles, su producción requiere de amplias superficies sembradas, compitiendo con las superficies destinadas a la producción de alimentos. Los bioplásticos no son la solución (como tampoco los biocombustibles). La solución es no producir más plásticos.[76] Sin duda esto último es muy complejo, sobre todo porque hemos metido el plástico en casi todo, desde la industria textil (camperas, joggings, calzas, trajes de baño, zapatillas y toda otra indumentaria hecha a base de fibras sintéticas) hasta la medicina (jeringas descartables, guantes, barbijos, bolsas de sangre por vía endovenosa, bolsas y mangueras de suero, cánulas nasales, sondas, mangueras para diálisis, caderas y rodillas artificiales, válvulas del corazón, etc.[77]). Pero no queda otra: en todo caso, habrá que producir solo el plástico que se pueda reusar, en el peor de los casos reciclar (haciendo la salvedad de que no todo el plástico es reciclable y que el reciclaje es altamente demandante de energía). Y lo que no pueda ser reusado o reciclado no deberá ser producido. En suma: hay que apostar a una verdadera economía circular, o lo más circular posible, una economía integrada a los funcionamientos de los ecosistemas, como ha sido durante la mayor parte de la historia humana, por otra parte.

De cualquier forma, e independientemente de la emergencia climática, en las próximas décadas la extracción de petróleo llegará a su fin. Ya casi no hay petróleo rentable. El cenit del petróleo convencional, el de mayor calidad y más accesible, se alcanzó en 2005/2006. La irrupción de los no convencionales solo pateó para adelante el cenit de todos los combustibles líquidos, el cual se piensa que está siendo alcanzado por estos años.[78], [79] No es que el petróleo convencional se agotó en 2005/2006, sino que desde 2005/2006 la producción mundial tiende a la baja, siendo cada vez más costosa su extracción en términos energéticos. (Hablé del pico del petroleo en este mismo blog Qué no nos dicen.) Hipotéticamente, podría alcanzarse un punto en el que la energía necesaria para su extracción sea mayor que la que se obtenga de la misma, lo que supondría una tasa de retorno negativa. Por lo tanto, y volviendo al asunto de los plásticos, puede afirmarse que la industria petroquímica, que además de basarse en la refinación de hidrocarburos es muy demandante de energía (sobre todo fósil), tiene los días contados. Seguramente ciertos productos plásticos seguirán produciéndose en base al reciclaje, pero utilizando fuentes de energía renovables (ad referendum de que la producción de plásticos pueda ser electrificada, cosa que es muy difícil).

Uno de los elementos más promocionados que hacen a la sustentabilidad del nuevo edificio de la secretaría de energía de Río Negro son sus paneles solares: «Va a contar con paneles solares y calentamiento de agua a través de termos solares», dijo sin mayores precisiones la secretaria Confini.[80], [81] Como comenté al inicio, es probable que la utilización de energía solar suponga un ahorro de energía no renovable (electricidad y gas para calefacción), pero, nuevamente, no todo es color rosa (o verde). En primer lugar, siguiendo con las poco precisas declaraciones de Confini, el edificio «va a estar abastecido, mayoritariamente, por energías renovables»,[82] lo que significa que va a estar abastecido minoritariamente por energías no renovables. Como sabemos, la energía solar depende de la disponibilidad de radiación solar. Una verdadera economía sustentable integrada a los ciclos ecosistémicos supondría la utilización de la energía solar solo cuando hay disponibilidad de ella (los días soleados directamente, o la acumulada en baterías). Pero este no parece ser el caso. Seguramente los paneles solares del nuevo edificio sustentable estarán conectados a la red eléctrica, y utilizarán electricidad de la red cuando no haya o no alcance la electricidad generada por los paneles solares. (En el hipotético caso de un excedente de producción de electricidad solar, el edificio podría aportar a la red, pero esto no podría anticiparse.)

Suponiendo que el edificio produce efectivamente un ahorro energético (lo que, nuevamente, es muy probable) vayamos directamente al tema de los paneles. Empecemos por el downstream (robando un término de la jerga petrolera). ¿Qué sucede con los paneles cuando, a los 20 o 30 años (si no se rompen antes) termina su vida útil? (porque, claro, no son eternos, y el gobierno deberá reemplazarlos alguna vez). Más allá de que algunos materiales podrían ser fácilmente recuperados (por ejemplo el aluminio de los marcos, aunque su reciclaje demanda un consumo importante de energía), lo cierto es que nadie, sobre todo en nuestro país, pensó seriamente qué hacer con esos paneles muertos.[83] Suponiendo incluso que todo pueda recuperarse (pasemos ahora al upstream) hay ciertos elementos indispensables para la construcción de los paneles solares que son críticos, como el indio, el galio, el selenio, o el teluro, además del silicio y el aluminio, por lo que la utilización masiva de paneles solares implicaría un crecimiento exponencial de la demanda de esos elementos y su prontísimo agotamiento. Pero de esto ya hablé al principio.

 


Edificio sustentable de la Secretaría de Energía de Río Negro en Cipolletti. 

Tomado de https://twitter.com/CarlosValeri_/status/1189185538105823233/photo/1

 

 

Sin margen para el verso

Como conclusión, el nuevo edificio sustentable de la Secretaría de Energía de Río Negro en Cipolletti es, parafraseando torcidamente a Carlos Valeri, «un emblema de irracionalidad energética». Entonces, ¿por qué nos lo quieren vender como «verde»?

La emergencia climática, sumada al agotamiento de los recursos materiales, y la pandemia como broche de oro, han convencido a casi todo el mundo de que la transición energética es impostergable. Más allá de que hay fundamentos serios para afirmar que no llegaremos a cumplir con la reducción de emisiones comprometida en París (ni a nivel mundial, ni nacional, ni provincial) lo cierto es que hay ciertos sectores corporativos que ni por asomo están dispuestos a renunciar a la extracción de hidrocarburos (de ahí lo de casi todo el mundo), no al menos hasta que deje de ser negocio. Todavía es negocio, pero cada vez menos, porque rápidamente los capitales globales están yéndose de la extracción de hidrocarburos (por su decline y por la emergencia climática), y además porque buena parte de la sociedad comienza a mirar con desconfiada lupa la actitud que sus gobiernos están tomando ante la catástrofe planetaria en ciernes. Y esto explica las acciones de enverdecimiento o greenwashing de estos sectores: el edulcorante que pretende tapar la grasa chorreante de la hamburguesa triple.

Sobre el nuevo edificio sustentable de la Secretaría de Energía diré para terminar que aporta tanto a la descarbonización de la economía de Río Negro como el cambio de nombre de la Secretaría de Medio Ambiente a Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, y de esta a Secretaría de Ambiente y Cambio Climático. O sea absolutamente nada.

 


[8] Domínguez, A., Vaccaro, G.; Tedesco, M.; Natán, P.; Rojo, L.; Rotondaro, R.; y Gernot, M. 2020. Bioarquitectura aplicada a un edificio público sustentable: proyecto participativo SUME: salón de usos múltiples experimental en INTI / - 1a ed. - General San Martín: Instituto Nacional de Tecnología Industrial - INTI, 2020. 

http://redprotierra.com.ar/wp-content/uploads/2020/10/SUME_Final_digital.pdf p. 12.

[11] No tomo aquí la ventaja del ahorro en alquileres, porque lo que estoy haciendo es analizar el proyecto desde el punto de vista ambiental.

[14] Así explican lo que es un cenit los integrantes del grupo ecologista español “Ecologistas en acción”: “El pico o cenit de extracción de una sustancia no renovable es el momento en el que la capacidad de extracción empieza a declinar. Una vez sobrepasado este pico, durante la fase descendente de la curva de extracción, el recurso podrá conseguirse en cantidades decrecientes, será de peor calidad (puesto que primero se explotan los mejores) y más difícil de conseguir técnica, financiera y energéticamente (ya que al principio se eligen los emplazamientos de más fácil acceso y de mayor tamaño). Además, la extracción post-pico necesita utilizar generalmente técnicas más contaminantes y que, por lo tanto requieren de más medidas paliativas. Todo ello implica una tendencia al aumento del precio de la materia prima, salvo reducciones en la demanda, hasta chocar con el techo de precio asumible económicamente” https://www.ucm.es/data/cont/docs/3-2020-02-03-informe-abismo-limites.pdf p. 9

[15] El aluminio, por supuesto, puede reciclarse. Dice la química española Alicia Valero que desde 1950 las tasas de reciclaje de aluminio han ido aumentando a una tasa de 0,25% anual, pero agrega que, de sostenerse el aumento de la demanda anual en un 2%, ni aun reciclando cerca del 100% de material, podría prescindirse de la extracción. (https://www.researchgate.net/publication/334480232_Limites_minerales_de_la_transicion_energetica/link/5d2d97d4458515c11c33929a/download) Actualmente, el reciclaje de aluminio alcanza un 25% (Youtube 27')   

[19] https://argentinaeolica.org.ar/novedades/cuestiones-tecnicas-sobre-el-silicio

[34]  Gómez Lende, S. 2017. Del desarrollismo al (neo)extractivismo (1969-2017). Auge, decadencia y resurgimiento de la minería de hierro en Sierra Grande, provincia de Río Negro (Argentina). Anpege. Revista da Associação Nacional de Pós-graduação e Pesquisa em Geografia, 13(22):5-39.    https://www.researchgate.net/publication/323117633_Del_desarrollismo_al_neoextractivismo_1969-2017_Auge_decadencia_y_resurgimiento_de_la_mineria_del_hierro_en_Sierra_Grande_provincia_de_Rio_Negro_Argentina/fulltext/5a80dc22aca272a73769e988/Del-desarrollismo-al-neoextractivismo-1969-2017-Auge-decadencia-y-resurgimiento-de-la-mineria-del-hierro-en-Sierra-Grande-provincia-de-Rio-Negro-Argentina.pdf

[49] https://www.climatica.lamarea.com/especial-minerales-criticos-2/ Los aerogeneradores de 5MW, por ejemplo, llevan unos 800 kg solo de neodimio, elemento que también es fundamental en los motores eléctricos e híbridos. https://www.soberaniaalimentaria.info/numeros-publicados/53-numero-22/261-lo-mas-raro-sobre-la-tierra/  

[57] Misirlian, E. y  Pérez Barcia, V. (s/f). La industria del aluminio en Argentina. CERE Centro de Economía Regional, Escuela de Economía y Negocios, UNSAM, 34pp; https://www.diariojornada.com.ar/95086/economia/Crece_la_demanda_argentina_de_acero_y_aluminio_  https://www.unsam.edu.ar/escuelas/economia/economia_regional/La_industria_del_aluminio_Argentina.pdf p. 5; https://www.diariojornada.com.ar/95086/economia/Crece_la_demanda_argentina_de_acero_y_aluminio_

[58] 2019. Brasil: la represa de residuos de la minera de alúmina Hydro Alunorte. ¿Un desastre anunciado? Boletín del Movimiento Mundial por los bosques tropicales, Boletín N° 246. https://wrm.org.uy/es/articulos-del-boletin-wrm/seccion1/brasil-la-represa-de-residuos-de-la-minera-de-alumina-hydro-alunorte-un-desastre-anunciado/

[60] Folchi, M. 2005. Los efectos ambientales del beneficio de minerales metálicos: un marco de análisis para la historia ambiental. Varia Hist 21(33).  https://doi.org/10.1590/S0104-87752005000100003   https://www.scielo.br/j/vh/a/MbWMjG749XFnQmnS9tRW7RK/?lang=es

Comentarios

Entradas populares de este blog

CINCO PREGUNTAS

MALDITA TRANSICIÓN

PLAYAS DAÑADAS

OTRO VOLANTAZO VERDE DEL GOBIERNO: AHORA EL AMONÍACO

QUÉ NO NOS DICEN

EL SACRIFICIO DE ALLEN

UNA DE CALCIO Y UNA DE SODIO

FUENTES TURBIAS

¿TIENE FUTURO LA NUCLEOELECTRICIDAD?