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En Ciudad Verde habitan unas veinte mil personas. La mayoría de ellas trabaja para una sola empresa (empresas: así llaman aquí a unas especies de organizaciones económicas), Green Company Corp., y el resto para el Estado Municipal. Green Company Corp. posee, en las afueras de Ciudad Verde, un parque eólico y dos parques solares, una planta de hidrógeno y un yacimiento de gas natural.

Las personas de Ciudad Verde que trabajan para la empresa y para el Estado (personas trabajadoras o simplemente trabajadores: así los llaman aquí): lo hacen a cambio de dinero. Una buena parte de ese dinero las personas lo entregan a la empresa a cambio de energía (electricidad e hidrógeno mezclado con gas natural, que es lo que aquí se utiliza para calefaccionar las casas y cocinar los alimentos) y al Estado a cambio de los servicios que este les brinda, principalmente seguridad y justicia.

Un 90 % del dinero que les queda a las personas trabajadoras es cambiado por comida en el supermercado, el cual también pertenece a Green Company Corp. Las que trabajan en el supermercado también lo hacen a cambio de dinero.

Un 50% de la electricidad que generan los parques energéticos va a la red eléctrica general, y el otro 50 va a la planta de hidrógeno, que es donde están los electrolizadores. El 100% del hidrógeno producido por electrolisis (que aquí llaman Hidrógeno Verde) se envía por un hidroducto a Puerto Verde, sobre la costa atlántica, en donde se lo pasa del estado gaseoso al líquido y se lo almacena para luego mandarlo a Europa.

Al hidrógeno también lo producen a partir del gas natural. Un 70% del hidrógeno producido de esta manera se envía a Puerto Verde para su exportación, pero no a Europa sino a Japón (en Europa se consume solo del verde). Del 30% restante, un 10% es mezclado con gas natural e inyectado en la red de gas domiciliaria de Ciudad Verde, otro 10% es utilizado como combustible en el transporte público, y el 10% restante es utilizado con fines industriales (producción de fertilizantes nitrogenados para la producción de maíz para la producción de bioetanol). Aproximadamente la mitad del CO2 que se emite durante la producción de este hidrógeno (al que llaman Hidrógeno Azul) se recupera y se lo mete en un pozo de gas natural agotado, la otra mitad dejan que se escape a la atmósfera.*

Como puede verse, muy poco del hidrógeno que se produce en Ciudad Verde queda en Ciudad Verde: lo que las personas de aquí consumen (siempre a cambio de dinero) es el excedente de lo que se manda afuera. Green Company Corp. obtiene mucho dinero a cambio del hidrógeno que manda afuera. Una mínima parte de ese dinero es el que la empresa entrega a las personas que trabajan para ella, en el sector energético o en el supermercado.

Esta semana Green Company Corp., a través de su propia radio (Radio Verde), anunció la ampliación del parque eólico. La empresa promete muchos puestos de trabajo (así los llaman aquí) y la Municipalidad ha anunciado que, debido al incremento en la recaudación de dinero en concepto de derechos de exportación que supondrá la ampliación, se podrá finalizar la construcción de la Unidad Penitenciaria Municipal, una obra largamente anhelada por todos los ciudaverdenses. La ampliación del parque, como puede comprenderse, ha generado mucho entusiasmo en Ciudad Verde, sobre todo por el tema de los puestos de trabajo, ya que hay muchas personas que, al no disponer de dinero, lo pasan realmente mal. Incluso hay quienes viven en la calle y comen muy poco y mal (paradójicamente, casi no hay huertas en Ciudad Verde).

Las personas que trabajan en el área energética de Green Company Corp. son casi todos varones. Permanecen 14 días en las plantas y descansan 7 en sus casas, yendo y viniendo en los colectivos a hidrógeno de la Empresa. Las mujeres suelen quedarse en sus casas al cuidado de los hijos. Apenas salen al supermercado a hacer las compras.

Desde que llegamos a Ciudad Verde estamos viviendo en la casa de Iara y Juan, una pareja muy amable que nos pidió que nos ocupemos de sus hijos y del cuidado y limpieza de la casa por unos días.

Iara y Juan están muy poco en su casa: Juan trabaja para la Empresa en las oficinas que esta posee en el edificio de la antigua secretaría de energía provincial, y Iara trabaja para la Empresa en el supermercado. Como comenté, en Ciudad Verde lo habitual es que las mujeres no salgan a trabajar, pero Iara debe hacerlo para conseguir dinero, ya que Juan todavía le debe a la Empresa un montón del dinero que se había comprometido a entregar a cambio de la casa (me faltó decir que Green Company posee también una empresa inmobiliaria propia). Por el cuidado de los hijos y la casa les pedimos que nos retribuyan no con dinero sino con cama y comida, cosa que nos agradecieron muchísimo.

Iara trabaja desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, que es el tiempo que los chicos pasan en la escuela. Pero estos días no están yendo debido a que el servicio de transporte escolar está interrumpido (es precisamente por esta razón que nos pidieron que nos ocupemos de ellos).

Resulta que hace una semana explotó el tanque de hidrógeno de uno de los colectivos escolares, hecho que fue denunciado por la empresa como un atentado terrorista. Al día siguiente los agentes de seguridad de la Municipalidad se llevaron a un chofer sospechado de ser el que puso la bomba, cosa que el hombre niega. A pesar de ello, la Muni dice que no lo va a soltar hasta que no confiese la autoría del hecho, o hasta que aparezca el verdadero culpable.

A raíz de esta situación, el resto de los choferes dejó de trabajar y cortó la ruta que conduce a los parques, la planta y el yacimiento. Los choferes dicen que la medida se va a mantener hasta que suelten al compañero encerrado. Ayer los desempleados se sumaron al corte.

Los que trabajan en los parques, la planta y el yacimiento están enojados con los cortarrutas, ya que, al no poder llegar a esos lugares, no están trabajando, por lo que Green Company Corp. amenazó con reducirles la cantidad de dinero que perciben mensualmente. Juan está tranquilo porque trabaja en un edificio en el centro de la ciudad (ya dije: el edificio de la ex secretaría de energía) y puede llegar hasta allí sin problemas.

Las personas que, como Iara, no trabajan en el sector energético, lo hacen de lunes a viernes y descansan los sábados y domingos. Estos días, que aquí llaman Fin de Semana, los ciudaverdenses suelen ir al natatorio que la Muni construyó en la costa del río. Cuando con Flor les preguntamos a Iara y a Juan por qué no se bañan directamente en el río, nos respondieron que toda la costa está vallada porque ahí está la toma de agua para los electrolizadores que producen el hidrógeno verde, y que por un tema de seguridad la empresa no permite el acceso. De todas formas, para bañarse en el natatorio, hay que entregar dinero a la Municipalidad, y por eso ellos no van nunca. Prefieren guardar el dinero para costearse un viaje a fin de año, que es cuando Green Company Corp. da una semana de descanso a sus trabajadores: a estos siete días los llaman vacaciones. En vacaciones, la mayor parte de las personas de Ciudad Verde suele ir a los hoteles de la empresa (adivinaron: Green Company también posee una empresa de turismo propia). También hay que entregar dinero allí, pero la empresa ofrece a sus trabajadores la opción de descontarlo del que reciben mensualmente por su trabajo.

 

* Este dato me lo dio Juan: oficialmente, la empresa informa recuperaciones de hasta un 90%.

 

….

En la antigua zona urbana de Cipolletti, en lo que hoy llamamos Ciudad Muerta, viven unas tres mil personas: unas cincuenta que realizan tareas para la administración comunal y el resto mineros urbanos. Estos últimos viven en las pocas casas de hormigón del antiguo barrio El Manzanar que quedan en pie. Casi todas las casas de Ciudad Muerta fueron saqueadas en la década del 30 o ya han sido minadas.

El de minería urbana es un quehacer duro. Con Sofía estuvimos dos temporadas en el Servicio Minero Urbano, de esto hace unos veinte años. Estuvimos extrayendo cobre y aluminio del edificio de la antigua secretaría de energía provincial, y distintos metales de los coches eléctricos arrumbados en la zona de la rotonda. Las dos chicas con las que compartíamos casa en El Manzanar se dedicaban a la extracción de piedras para la construcción (muchas de las casas de Ciudad Muerta estaban recubiertas de unas piedras de muy buena calidad transportadas desde la Línea Sur o incluso desde más lejos). Todo lo que obteníamos de la minería teníamos que llevarlo a la planta industrial que la administración comunal posee al lado del viejo hospital.

Gracias a esas dos temporadas en el servicio minero pudimos tener nuestra casa (lo habitual es estar en el servicio como mucho un mes, el tiempo necesario para obtener a cambio un monopatín eléctrico o herramientas para el taller). La alternativa era construir la casa nosotros mismos, que es lo que aquí hace casi todo el mundo, pero nos habría llevado mucho tiempo, más del que estábamos dispuestos a esperar, aun contando con la ayuda de nuestros vecinos, ya que no habríamos podido desatender los quehaceres domésticos y comunitarios que son los que hoy ocupan casi todo nuestro tiempo. Es por eso que nos ofrecimos como mineros a la administración comunal. Nos anotamos y enseguida la administración se ocupó de solicitar a la asamblea de comunidades la construcción de nuestra casa, aportando los materiales que hacían falta. Sabemos que no es lo mismo que la casa de uno la construya otro, pero en ese momento nos pareció una buena decisión y no nos arrepentimos: la verdad es que la casa quedó buenísima.

Como la minería es muy necesaria, y como no es posible ser minero y dedicarse a otra cosa al mismo tiempo, las comunidades sostienen económicamente a los mineros. De esta forma, además de la retribución convenida con la administración (en nuestro caso fue la casa), las comunidades les aseguran comida y ropa, lo básico como para no tener que depender de una huerta o un taller mientras permanecen en el servicio.

La mayor parte de la población de Cipolletti (unas diecisiete mil personas) vive en Ciudad Viva. Ciudad Viva fue construida sobre las márgenes de los ríos Negro y Neuquén, en una zona donde antiguamente había plantaciones de peras y manzanas (de hecho, aún se ven algunos frutales de esa época). Actualmente vivo en el Barrio Los Molles, uno de los 20 barrios que integran la comunidad Nuestro Valle, una de las 20 comunidades que hay en la comuna de Cipolletti (los mineros del Manzanar no están organizados como comunidad). Vivo junto con mi compañera Sofía (a la que ya mencioné), su papá Santiago y nuestros dos hijos: Melisa y Rodrigo. En Los Molles somos cincuenta y siete personas; en Nuestro Valle seremos unas mil; en toda la Comuna, veinte mil (los tres mil de Ciudad Muerta más los diecisiete mil de Ciudad Viva).

En Nuestro Valle hay muy pocas casas sin ocupar, de modo que siempre estamos atareados construyendo casas nuevas. A Melisa incluso suelen convocarla de otras comunidades, debido a que es una excelente albañila. El año pasado participó de la construcción de dos casas de barro para dos mineras que iban a radicarse en La Confluencia, que es la comunidad que queda al oeste de la nuestra.

Desde hace una semana Sofía está cooperando en el saneamiento del suelo de una parcela contaminada. La contaminación petrolera sigue siendo un grave problema que nos exige un montón de tiempo y recursos. Lo que hace Sofi específicamente es recoger suelo empetrolado con una pala cargadora a hidrógeno, el cual luego es llevado en un camión también a hidrógeno a unos piletones que están cruzando el antiguo Canal Grande. En esos piletones los barros contaminados son tratados con bacterias. No conozco bien los detalles de la tecnología pero parece que funciona, ya que el suelo que sacaron la otra vez está prácticamente limpio.

Sofi va y viene en bicicleta. La parcela empetrolada queda a unos cinco quilómetros del barrio (media hora de bici). Podría tomarse el colectivo a hidrógeno que pasa cada una hora, pero prefiere usar la bicicleta. Los colectivos suelen venir llenos… si es que vienen. La otra vez hubo un problema con el electrolizador de Neuquén y no hubo servicio de colectivos durante varios días. La verdad es que el de los electrolizadores es todo un tema: se rompen todo el tiempo y tampoco hay tantos como se necesitan. El de Cinco Saltos está fuera de servicio desde hace tres días y todavía no lo pueden hacer funcionar. En toda la comarca los únicos electrolizadores que funcionan más o menos bien son los que construyó la empresa INVAP entre 2025 y 2030. De los electrolizadores alemanes y australianos que había no queda ninguno, aunque algunas de sus partes pudieron ser recicladas, gracias a la Pacha.

Comenté que los quehaceres domésticos y comunitarios nos mantienen ocupados casi todo el tiempo. Hoy me toca encargarme de la limpieza a fondo de la casa y de un montón de cosas de la huerta y la granja. Don Santiago no puede ayudarme mucho en estas tareas porque es muy mayor y casi no puede agacharse, pero se ofreció para etiquetar los frascos y ordenar el depósito de conservas y frutos secos (tareas que yo odio). 

Rodrigo asiste a la escuela ubicada en el antiguo barrio de María Elvira. Permanece allí entre dos y tres horas por la mañana, aunque el horario suele extenderse, sobre todo los domingos que es cuando tiene clases de carpintería: la asignatura que más le gusta. Luego de venir de la escuela (va y viene en bici) y hasta la hora del almuerzo, suele juntarse con sus amigos del barrio e ir a jugar a la pelota al Club Confluencia. Después del almuerzo hace la tarea de la Escuela y a la tarde se ocupa de sus quehaceres domésticos. Hoy le tocaba sacarle los abrojos a Coni (Coni es la perra que cuidamos), alimentar a las gallinas, e ir a la Biblioteca Comunitaria a devolver tres libros cuyo préstamo venció hace más de una semana. (Ya que estaba le pedí que me trajera una novela a su elección, aunque creo que ya leí todas las que tienen.)

A Melisa le faltan dos materias para recibirse de licenciada en tecnología, pero ya está trabajando desde hace unos meses en el equipo intercomunitario que se ocupa del mantenimiento de la red eléctrica y del electrolizador. En febrero Melisa se fue de viaje con Flor, una amiga que conoció en Teatro, con la idea de recorrer la Patagonia durante un año, colaborando en las huertas y en los talleres a cambio de comida, alojamiento o alguna otra cosa que la gente dispuesta a recibirlas pueda necesitar. Estos viajes los hacen todos los estudiantes universitarios que están a punto de recibirse (es una especie de ritual previo al egreso). No sabemos por dónde andarán ahora: la última noticia que tuvimos es que habían llegado a Ciudad Verde.

El centro barrial de Los Molles está emplazado en una antigua locación petrolera. Las fincas o parcelas productivas del barrio (que son doce) están distribuidas en forma radial a la locación (pensemos en los pétalos de una flor), con las casas ubicadas sobre el lado interno de la parcela, de manera que están próximas unas de otras y al centro barrial.

En el techo del centro barrial están los paneles solares y en su interior los lavarropas y la heladera a biogás. A esta última nosotros casi no la usamos porque se rompe todo el tiempo (si es que no se rompe el biodigestor) y la comida suele echarse a perder. Eso sin contar que hay gente que suele equivocarse (involuntaria o voluntariamente) y se lleva la comida de otros.

La fosa séptica y el humedal artificial de cortaderas con el que se tratan las aguas servidas de las comunidades Nuestro Valle y Paihuen, se ubican en el antiguo kartódromo de la Isla Jordán. El efluente de esa planta es aprovechado para el regado de las huertas y el arbolado de las fincas, constituido mayormente por sauces criollos. Las cortaderas son aprovechadas en un montón de cosas, por ejemplo en cestería y techumbres. Al humedal lo construyó la administración comunal y lo gestionan entre las dos comunidades. Me tocó cooperar en el humedal hace un par de años y la verdad es que la experiencia me encantó.

La feria es la principal actividad de las comunidades. Los feriados (es decir los días en que hay feria: normalmente tres veces a la semana) son los momentos que tenemos para vernos y conversar con la gente de las otras comunidades. Las distintas comunidades de Ciudad Viva rotamos las ferias. Hoy justo nos toca hacerla a nosotros. Se nos complica cuando toca en otro lado (obviamente, la mayoría de las veces), porque tenemos que llevar toda nuestra producción con nuestras bicis con remolques y traer todo de vuelta al final del día. Los días que no hay feria nos organizamos para llevar los productos del trueque a aquellas personas que no pudieron asistir por razones de movilidad. Creo que en todos lados se hace más o menos igual.

Una parte de la producción familiar de alimentos (frutas, verduras, aceite, miel, harinas, conservas, huevos, etc.) no se trueca sino que va a la Cooperativa. La Cooperativa en la que estamos con Sofi y Don Santiago la integran familias de distintas comunidades. Las cooperativas cambian sus productos por dinero en otros puntos de Río Negro, o incluso en comunidades pertenecientes a otros territorios. En abril de este año fuimos a Bahía Blanca y cambiamos muchos de estos productos por dinero. El viaje estuvo buenísimo. Yo lo más lejos que había viajado era a Pomona en 2040, cuando fui a la feria que hacen allá (eso fue justo antes de conocer a Sofi y anotarnos en el Servicio Minero Urbano). En realidad, a los cinco o seis años fui con mis padres a Bariloche, pero recuerdo muy poco de ese viaje: debe haber sido un par de años antes del Gran Colapso.

A Bahía fuimos en el tren a hidrógeno que une esa ciudad y Neuquén dos veces por semana. Aprovechamos el viaje para adquirir algunas cosas que necesitaba nuestra comunidad, concretamente, tres paneles solares y una geomembrana de polietileno. Las cooperativas que proveen ese tipo de cosas solo aceptan dinero a cambio, por eso las comunidades tienen un fondo común de dinero para adquirirlas.

En Bahía hay un montón de cooperativas que cambian distintos productos por dinero, allí mismo o en Buenos Aires. Después, los socios de las cooperativas se reparten el dinero que obtienen, pero ignoro qué hacen después con él, y cómo hacen para no desatender sus huertas, si es que las tienen. En las comunidades de la Patagonia, al menos en las que conozco, las cosas básicas como alimentos, ropa o mobiliario se obtienen mediante el trueque (o se las procura uno mismo). Producir paneles y geomembranas definitivamente no podemos, por eso tenemos que ir a Bahía Blanca a conseguirlos a cambio de dinero.

De todas formas, el dinero que juntamos aquella vez prácticamente ni lo vimos: así como vino se fue en impuestos; una parte fue a la administración comunal de Cipolletti y la otra a la administración territorial de Río Negro. Nos quedó un resto que fue al fondo comunitario que comenté antes. Con el dinero que recaudan, las administraciones sostienen los sistemas de salud, educación y transporte, y adquieren aerogeneradores, electrolizadores y repuestos (aunque el manejo de la distribución de la electricidad les corresponde a las comunidades, así como el mantenimiento de los equipos). Circula muy poco dinero entre nuestra gente. Es más: muchos jóvenes de mi comunidad nunca vieron un billete.

Malena, la vecina de la finca pegada a la nuestra (la del pétalo de al lado), vino desde la isla de Choele Choel hace varios años. Como posee formación técnica colabora en la reparación de los molinos y las cocinas y termos solares de Los Molles, aunque a veces la llaman de otros barrios, siempre dentro de la comunidad. Su compañera Carmen es nacida en nuestra comuna. A ella la veo menos porque colabora en el centro de reciclado y está allí casi todo el día. A la huerta y las colmenas las tienen medio abandonadas, pero necesidades se ve que no pasan porque se las ve siempre muy bien. Eso sí: el taller de juguetes y artesanías que poseen es la envidia de toda Ciudad Viva. De las dos, creo que a la que más le da por lo artístico es a Marta, la recicladora. Deben obtener un montón de cosas del trueque, porque en muchas casas de Cipolletti, incluso en Ciudad Muerta, vi juguetes hechos por ellas (o imitaciones muy buenas).

Mañana domingo hay actividad social comunitaria. Seguramente iremos (si es que Sofi no llega a casa muy tarde), aunque últimamente esas actividades me aburren un poco, por no decir bastante. La actual Comisión de Actividades Sociales Comunitarias está muy quedada, todo lo contrario de la actual Comisión de Ferias. Si bien el objetivo de las ferias es económico más que social, lo cierto es que los bailes y recitales que organiza la actual Comisión de Ferias son mucho mejores que los que organiza la Comisión de Actividades Sociales.

Don Santiago (que está en la Comisión de Actividades Sociales Comunitarias) me comentó que para mañana planearon una actividad sorpresa a orillas del río Neuquén, en el sector de la confluencia. La confluencia de los ríos Limay y Neuquén es un lugar hermoso donde suelen juntarse un montón de aves y carpinchos, sobre todo cuando anochece (solemos ir ahí con Sofi cuando no hay feria). Me lo comentó medio enojado porque le llegó el rumor de que los jóvenes de la comunidad armaron una actividad paralela, un recital de rock, al otro lado del río, a la altura de la Cueva del León. Bueno saberlo: si la actividad sorpresa organizada por la Comisión de Actividades Sociales Comunitarias se pone muy aburrida, quizás cruce el río y vaya al recital de los jóvenes (en ese sector se puede cruzar caminando).

Eso sí, mañana martes por la tarde está el Festival de Coros (canto en uno, no puedo faltar) y el miércoles la final del torneo Intercomunitario de Fútbol, ¡ese sí que no me lo pierdo aunque el mundo entero colapse!

 

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