MINUTO 44 DEL SEGUNDO TIEMPO

 


A esta altura del partido, es claro que no será posible no superar los 2°C por encima de la temperatura media preindustrial, incluso asumiendo reducciones drásticas e inmediatas en emisiones de CO2 (lo que realmente parece imposible: desde la cumbre de París en 2015 se han venido batiendo records de emisiones y esto no parece que vaya a cambiar en los próximos años), e incluso alcanzando el cero-neto o la carbono neutralidad en 2050.[1]

El gobierno argentino, totalmente desentendido de la crisis socio ecológica mundial, pone condiciones para avanzar en su propia transición: esta dice debe hacerse, pero no a cualquier costo: la transición debe ser justa.

Transición justa es un concepto nacido de las organizaciones sociales y el movimiento sindical internacional: ante la imperiosa necesidad de reconvertir la matriz energética y combatir el cambio climático, el peso de la transición, el pago del pato de la boda, no debería recaer sobre los trabajadores. Este es el sentido original del término, tal como figura en el preámbulo del acuerdo de París. [2]

Pero el actual gobierno argentino parece entender otra cosa: transición justa es, para el gobierno, no hacer la transición a menos que:

1) el país pueda financiarla canjeando parte de su deuda por acciones climáticas, ya sea mediante una quita del capital o una baja de las tasas de interés, amén de una importante extensión de los plazos,

2) se acuerde una moratoria de patentes de adelantos importantes para la descarbonización y una liberalización del comercio de bienes y adelantos ambientales estratégicos, y, o al menos,

3) se le permita a la Argentina seguir emitiendo CO2 continuando con los agronegocios y la extracción de combustibles fósiles (teniendo siempre como mira el financiamiento de la transición).

La excusa que ensaya el gobierno argentino para no hacer lo que hay que hacer es doble. Por un lado,

1) Argentina es, de acuerdo con el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, acreedora ambiental, y por el otro,

2) Argentina aporta poco a las emisiones globales (entre un 0,8 y un 0,9%[3]) y posee una matriz energética menos sucia que la de otros países.[4]

Con relación al argumento N° 2 (nosotros contaminamos poco) solo diré que me parece muy pobre; es como sostener que Argentina no debería poner freno a la deforestación de sus bosques tropicales porque deforesta anualmente poco (2% del total mundial en 2019[5]).[6] Me detendré en el argumento N° 1 (cuya formulación alternativa podría ser: ellos contaminan mucho y nosotros aportamos recursos naturales y servicios ecosistémicos fundamentales[7]), que es el que más repite el gobierno en su tira y afloje con los acreedores internacionales.

El argumento no es nuevo: Néstor Kirchner ya lo puso sobre la mesa en la COP 10 realizada en Buenos Aires en 2004.[8] El aporte personal del presidente Alberto Fernández es meter a la pandemia de COVID 19 en la misma bolsa. En efecto, en su discurso en el Diálogo de Alto Nivel organizado por la ONU y la OIT (pronunciado el 28/9/2021), el presidente, partiendo de ese retorcido concepto de triple crisis de pandemia, cambio climático y deuda, calificó a las actuales circunstancias como de estrés social, sanitario, financiero y ecológico, respaldando una “transición hacia una economía más digitalizada (?), resiliente, sostenible y centrada en las personas. [9], [10], [11], [12], [13], [14]

En su discurso en la Cumbre de Finanzas 2021 ante el G20 (20/10/2021), Alberto Fernández repitió su teoría de la triple crisis, volviendo sobre la noción de deuda ambiental e insistiendo en el canje de deuda por clima. [15], [16], [17]

Por debajo de Fernández, el ministro de ambiente y desarrollo sustentable Juan Cabandié, haciendo referencia al discurso de Néstor Kirchner en la mencionada COP de Buenos Aires, sostuvo que “las principales economías están en deuda con los países en desarrollo ya que hoy padecemos consecuencias ambientales gracias a que los países más desarrollados han podido desarrollarse degradando el ambiente sin pensar en el resto de las naciones ni en las próximas generaciones”.[18] Agrega Cabandié: “…para lograrlo (alcanzar el compromiso asumido en la Segunda Contribución Nacional hecha pública por el gobierno en diciembre de 2020), Argentina necesita contar con los medios de implementación adecuados, y en ese sentido reclamamos el cumplimiento de los compromisos de financiamiento y transferencia de capacidades establecidos en Copenhague y París a los países desarrollados. En esta línea, nuestro país propone el pago por servicios ecosistémicos y el canje de deuda por acción climática, para poder invertir en energías renovables y la transición de los distintos sectores productivos. Estamos convencidos que el único camino posible es el de la producción sostenible.”[19]

Por debajo de Cabandié, Rodrigo Rodríguez Tornquist, director de cambio climático del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable opinó con respecto a los nuevos compromisos ambientales asumidos por el gobierno: (esos compromisos) “no se pueden alcanzar a cualquier costo sino siguiendo criterios de transición justa, equidad de género y participación federal”.[20]

Básicamente, este fue el planteo de la Argentina llevó a la cumbre bla, bla, bla, realizada en Glasgow, Escocia, en noviembre de 2021.[21]                     

Lo que el gobierno parece estar diciendo es que la transición será justa (entendida en sus términos) o no será. Se equivoca: la transición será justa o injusta. La transición ocurrirá sí o sí, por las buenas o por las malas (al margen de la crisis climática, ocurrirá a raíz del declino de los hidrocarburos convencionales y la insustituibilidad del petróleo convencional, la insostenibilidad económica del fracking y otros factores); seguramente por las malas si el gobierno no hace nada más que buscar favorecer a las grandes empresas con mecanismos del tipo de canje de deuda por acciones climáticas. Y sin duda es mucho lo podría hacer, por lo pronto, no empeorar los problemas con la profundización del extractivismo en general y la extracción de hidrocarburos en particular. En lo personal, esta es mi expectativa de máxima con relación al actual gobierno.

Extender la vida de los combustibles fósiles (que claramente es la intención del gobierno de Fernández) es de una torpeza política enorme: es obvio que, cuando se acabe el negocio, cuando explote la burbuja financiera del fracking (la extracción de hidrocarburos convencionales ya casi no figura en el radar de las empresas y el gobierno), las petroleras no se quedarán en el país esperando graciosamente a que decidamos hacer nuestra transición, sino que se irán solitas y rápido, dejando a los trabajadores en banda y a los estados petroleros desfinanciados. Peor que torpeza política: en el actual contexto de crisis climática, profundizar la extracción de hidrocarburos es un acto que raya en lo criminal.

A esta altura del partido (minuto 44 del segundo tiempo), quizás a lo único que podamos aspirar es a no perder por goleada (el partido está definitivamente perdido, pero la diferencia de gol importa: no es lo mismo pasarse por 2°C que por 4 o 5). Sin esperar a que el gobierno mueva un dedo, debemos buscar ya la manera de disminuir los impactos de la transición y no digo minimizar porque los impactos seguramente no serán mínimos y generar las condiciones que permitan acordar entre todes qué nueva sociedad queremos construir a partir de las cenizas que quedarán de esta.

No creo que haya margen para mucho más. 

 



[1] Calentamiento global de 1,5 °C. Informe especial del IPCC sobre los impactos del calentamiento global de 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales y las trayectorias correspondientes que deberían seguir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, en el contexto del reforzamiento de la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, el desarrollo sostenible y los esfuerzos por erradicar la pobreza

Resumen para responsables de políticas. Resumen técnico. Preguntas frecuentes. Glosario. 2019. 110pp. Intergovernmental Panel on Climate Change.

[4] https://datapoliticayeconomica.com.ar/2021/06/05/soberania-energia-y-desarrollo-nuclear-argentino/ Teniendo en cuenta las emisiones de CO2 (no de metano) el gas natural es sin duda menos contaminante que el carbón y el petróleo.

[5] Considerando para el 2019 una pérdida mundial de casi 3.800.000 ha de bosques tropicales primarios (https://www.bbc.com/mundo/noticias-52915114) y para Argentina una pérdida de unas 80.938 ha en cuatro provincias argentinas (https://www.energiaonline.com.ar/que-responsabilidad-tiene-argentina-en-el-calentamiento-global/).

[6] Más allá de ese 0,8 o 0,9%, Argentina se encuentra entre los primeros 21 o 22 países más emisores. https://www.energiaonline.com.ar/que-responsabilidad-tiene-argentina-en-el-calentamiento-global/

[7]  Vaya como ejemplo la expresión del ministro de ambiente y desarrollo sustentable Juan Cabandié: “Nuestras 53 millones de hectáreas de bosques benefician al mundo”. https://www.argentina.gob.ar/noticias/tenemos-que-exigirle-los-paises-mas-contaminantes-que-accionen

[21] https://www.infobae.com/opinion/2021/10/24/una-transicion-sostenible-y-con-justicia-social-para-enfrentar-los-desafios-de-la-crisis-ambiental/; https://www.perfil.com/noticias/internacional/con-joe-biden-en-el-panel-alberto-cierra-su-tercer-discurso.phtml

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