LA CULPA NO ES DEL Sus scrofa

 

Fuente: https://www.rionegro.com.ar/la-poblacion-de-jabalies-crece-y-preocupa-a-bariloche-1161600/ 


Plantas y animales sacados del lugar en el que viven naturalmente, descontrolados poblacionalmente en su nuevo hábitat por una serie de razones, que en su descontrol poblacional rompen el equilibrio ecosistémico local, afectando de distintas maneras a poblaciones de otras especies. Llamémoslas como queramos, pero convengamos que llamarlas «especies invasoras» se presta a una equivocación. Porque no son esas plantas y animales mucho menos sus especies de pertenencia los que deciden marcharse de un lugar e invadir otro. Voluntaria o involuntariamente, somos nosotres, les Homo sapiens especie invasora si la hay, quienes sacamos a esas plantas y animales del lugar que habitan y los llevamos a otro, donde circunstancialmente se establecen y descontrolan poblacionalmente.

La introducción de plantas y animales que luego se expanden descontroladamente (las referidas «especies invasoras») es la segunda causa de pérdida de biodiversidad a nivel mundial, luego de la alteración o destrucción del hábitat (la contaminación es la cuarta y el cambio climático la quinta).[1] Sin duda es un problema del que debemos preocuparnos.

A diferencia de otros problemas ambientales, como la contaminación superficial, que al menos en los papeles puede repararse o remediarse, las «especies invasoras», una vez consumada su «invasión», son muy difíciles de erradicar. «Cuando una especie es introducida y se establece de manera exitosa, las chances de erradicarla son casi nulas», sostienen les autores de un imprescindible libro sobre especies exóticas marino-costeras de Argentina (en el que figuran varias de las especies mencionadas a lo largo de este posteo). En el mejor de los casos, coincide la mayoría de les especialistas, esas poblaciones descontroladas pueden (re)controlarse, por supuesto dependiendo del caso. Por eso es tan importante procurar que las plantas y animales nativos del lugar A no vayan al lugar B y viceversa, y que si van no se instalen, y que si se instalan no proliferen, porque si proliferan, bueno, estamos sonados.

 

Pasto para cazadores

El de las «invasiones biológicas» (título con el que se conoce este importante capítulo de la biología de la conservación) es un asunto que no ocupa un lugar central en la agenda socioambiental, al menos en Argentina. Se me ocurren dos razones que explican este hecho. En primer lugar, es un asunto en el que no siempre (ojo: no estoy diciendo nunca ni pocas veces) están detrás los «malos de siempre»: el gobierno, las corporaciones, el Norte Global, las clases dominantes. En segundo lugar, vinculado con lo anterior, es un asunto en el que la responsabilidad individual, algo sobre lo que el movimiento socioambiental no suele hacer foco, tiene un peso específico relativamente elevado, a diferencia de otros temas de la agenda socioambiental en los que la responsabilidad individual está virtualmente ausente (la megaminería, los agronegocios, el fracking) o es difusa (el cambio climático): pensemos en el rol fundamental que han tenido en la introducción y sobre todo la propagación de especies exóticas les pescadores individuales que utilizan carnada viva, les kayakistas individuales que trasladan (involuntariamente y sin saberlo) especies exóticas de un lago o río a otro, las personas individuales que adquieren ilegalmente una mascota exótica y se les escapa (onda una ardilla), les acuaristas individuales que limpian sus equipos y recambian el agua de sus peceras en el río o lago que más cómodo les queda, las personas individuales que plantan exóticas ornamentales porque son lindas, les turistas individuales que se meten en el bosque por senderos no autorizados o que acampan en cualquier lugar, y así podríamos seguir una eternidad. (OK, en última instancia, une podría echarle la culpa a los gobiernos que no controlan lo suficiente, o al Sistema, que promueve esas conductas individuales, pero creo que se entiende cuál es mi argumento.)

Por otra parte, es un asunto incómodo para les ecologistas (entre quienes cuento, sin pensarlo mucho, a les activistas socioambientales), porque el control o erradicación de las especies invasoras, condición necesaria para la preservación de la biodiversidad, suele implicar la eliminación de los individuos invasores, y esto, bueno, no sé cómo podríamos defenderlo.[2]

Quizás muches de nosotres no veamos ninguna contradicción entre ser ecologistas y al mismo tiempo partidarios de la eliminación de individuos de «especies invasoras» en beneficio del ecosistema (como quizás tampoco la veamos entre ser ecologistas y clavarnos un Paty cada tanto). Pero a todes nos daría cosa, nos haría ruido, saber que nuestra mirada sobre el problema, la solución que le vemos, coincide 100% con la de los cazadores y pescadores recreativos, los que, convengamos, no juegan para nuestro equipo.

¿Por qué hay miembros del colectivo ecologista que no ven nada de malo en eliminar individuos de «especies invasoras», plantas y animales sacados de su lugar cuyas poblaciones se han descontrolado?

Buscando una respuesta a esta pregunta me encontré con los trabajos de dos docentes e investigadoras, Gabriela Klier, de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), y Constanza Rendón, de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).

Gaby y Constanza han ahondado en las diferentes concepciones acerca del «valor de lo vivo» en varias ramas disciplinares de la biología, y han visto que, en el ámbito de la Biología de la conservación, no se le suele dar un «valor intrínseco» al «bicho individual»; sí a las especies o a los ecosistemas, de modo que, si se trata de salvar especies o ecosistemas, les conservacionistas no ven problema en liquidar bichos individuales.[3] Estas doctoras lo dicen bien clarito: el exterminio de bichos individuales no suele plantear un dilema moral en las prácticas de manejo habituales de las especies invasoras. Tampoco en una parte del movimiento ecologista que convalida esas prácticas de manejo. Esto último lo digo yo.

Ok. Seguramente les «animalistas» lo verán distinto (hago jugar a los «animalistas» en el ancho equipo del ecologismo o ambientalismo, aunque no todos compartirán esta decisión[4]). Seguramente rechazarán el exterminio de animales individuales, pero no siempre defenderán a todos los animales por igual (a las especies me refiero). Por ejemplo, aquí en Río Negro, al menos un sector del animalismo muestra (una justificada) preocupación por el maltrato a los perros que son obligados a atacar jabalíes… pero se olvida de los jabalíes. Y la primera víctima aquí es, a no dudarlo, el jabalí (Sus scrofa).

Digresión chancheril: en Río Negro le estamos dando vueltas a este asunto de la caza de jabalíes con perros desde hace por lo menos dos años.[5] Que perros sí, que perros no. Al final, el gobierno decidió prorrogar la temporada anterior (dos años consecutivos, en 2023 y 2024) y fue Que perros sí.[6], Por ahora. Porque la militancia perrista es madera dura (o hueso duro). Incluso a nivel nacional hay una iniciativa de la diputada Graciela Camaño para prohibir el uso de perros en la caza de jabalíes.[8] Que nadie lo dude: más temprano que tarde se prohibirá el uso de perros en la caza así como la caza misma, porque, tomando prestadas de Gra unas palabras de los fundamentos de su proyecto de ley, nuestra legislación debe expresar ese «cambio de mirada respecto de la consideración ética hacia los animales no humanos que debemos tener en el mundo para todos los seres vivos que lo habitamos».[9] Y dentro de esos animales no humanos están los perros, pero también los jabalíes y todo bicho cazable.

Cierro con la digresión chancheril y retomo el tema central de este posteo: el de las plantas y animales expatriados y descontrolados poblacionalmente o en vías de descontrolarse que habitan en Río Negro.

 

Especies introducidas y fuera de control de Río Negro: la foto de nuestra desidia

Antes de pasar lista a los bichos introducidos en Río Negro y descontrolados incipiente o totalmente, es necesario explicar por qué se salen de control algunas especies introducidas, porque aviso no todas las especies introducidas terminan descontrolándose.

Hay varias razones que lo explican. Por un lado, los llamados «factores intrínsecos»; las características del «bicho en sí», su «invasividad»: el bicho en cuestión puede ser amplio en cuanto a sus requerimientos ecológicos, puede tener mayor variabilidad genética y plasticidad, lo que puede favorecer su aclimatación al nuevo hábitat; su ciclo reproductivo puede ser ventajoso en distintos aspectos: puede producir más semillas, o producirlas más frecuentemente, o sus semillas pueden tener mayor capacidad de dispersión.[10] No menos importantes son los «factores extrínsecos», la «invasibilidad» de la comunidad, uno de cuyos aspectos más relevantes es la disponibilidad de un nicho (que el «oficio» de la especie en el ecosistema a ocupar, su «lugar» en un sentido muy amplio, no solo físico—, no esté siendo ejercido por otra especie)[11] y que no haya depredadores en el horizonte. Obviamente, también es importante lo que en la jerga ecológica se conoce como la «presión de propágulos», es decir, la intensidad o número de arribos o introducciones y su frecuencia.[12]

Hay arribos que se han dado de manera natural, sin que el Homo sapiens haya tenido algo que ver. Un botón de muestra es el de la garcita boyera o bueyera (Bubulcus ibis), ave que, dicho sea de paso, también habita en Río Negro. Originaria de África y Asia, este inconfundible ardeido de patas amarillas llegó a América del Sur en 1877, más precisamente a Surinam, y de ahí siguió para abajo. No está claro cómo llegaron hasta acá estos bicharracos ¿Lo hicieron volando tranquis horas y horas, aprovechando los vientos alisios del noreste, o fueron arrastrados por un huracán? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que acá encontraron un nicho vacío y lo ocuparon.[13] Bien por las boyeras o bueyeras.

Ahora sí, a continuación, mi lista de «invasores» de Río Negro. Está de más decir que es una lista incompleta. Solo incluyo aquellas que entiendo son las más relevantes, o al menos las más conocidas. Dejo de lado a las que son propias de entornos urbanos, como el gorrión (Passer domesticus), la paloma doméstica (Columba livia), la cotorra verde (Myopsitta monachus), y la rata negra (Rattus rattus).[14]

 

ALGUNAS PLANTAS Y UN HONGO

La rosa mosqueta[15] (Rosa rubiginosa o Rosa eglantería) es originaria del este de Europa (Polonia, Rumania, Hungría), oeste de Asia y norte de África,[16] y fue introducida en América del Sur por los españoles hace dos siglos.[17] Al Parque Nacional Nahuel Huapi llegó en 1910 (la creación del parque data de 1903); seguramente la introdujeron para hacer dulces o cercos vivos.[18]

A partir de la rosa mosqueta se puede hacer un montón de cosas, además de dulces y cercos vivos, aceites y jabones. Chile dispone del 85% de la oferta mundial de rosa mosqueta sin procesar y es el único país que la exporta en grandes escalas.[19] En nuestro país se la cosecha en la región cordillerana de Chubut y Río Negro (hasta 1400 toneladas anuales de frutos en 2005[20]).

Una de las claves de su invasividad reside en su modo de reproducción: por semillas que son transportadas por las heces de los animales, y vegetativamente (asexual o no sexual), brotando las plantas hijas a partir de las raíces de la planta madre que se extienden por debajo del suelo.

No crece en zonas oscuras o en bosques, pero sí en los claros alterados por humanos u otros animales, con un régimen hídrico húmedo o subhúmedo y suelos con buen drenaje.[21]

Como principio general —esto, perdónenme, lo diré varias veces a lo largo del posteo— , los ambientes disturbados suelen ser más susceptibles de ser invadidos: más invasibles.[22] De hecho, cuando los grupos conservacionistas remueven pinos en los alrededores de Bariloche (digámoslo ahora, los pinos son re invasores), no suelen crecer primero las nativas sino otras invasoras, entre ellas la rosa mosqueta y la retama (de las que hablaré enseguida).[23] La interacción retama-rosa mosqueta fue objeto de estudio de la bióloga Agostina Torres, del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA-CONICET/UNCo), como parte de su tesis doctoral.[24] Ese conocimiento (cómo proceder con estas invasoras de segunda generación, luego de remover aquella otra invasora) es crucial para la recuperación de ecosistemas invadidos.

La invasión de rosa mosqueta disminuye la riqueza de especies en una comunidad. Pero esto es en comunidades con estadios tardíos de invasión. Comunidades con estadios tempranos de invasión de rosa mosqueta muestran en promedio una mayor riqueza específica que las no invadidas, pero en aquellas reemplazadas por verdaderos matorrales de rosa mosqueta el número de especies disminuye. Esto lo vieron por primera vez María Damascos (Universidad Nacional del Comahue, UNCo) y Gilberto Gallopin (Fundación Bariloche) en los años 90.[25]

Los matorrales de rosa mosqueta, cerrados y espinosos, dificultan que el ganado pueda alcanzar los mallines para pastorear, cosa que desvela a les productores de la región andina.[26]

Para terminar con la mosqueta. Se sabe que la consume el ratón colilargo (Oligoryzomys longicaudatus), bicho nativo que suele portar cepas del virus que causa el Síndrome Pulmonar por Hantavirus (SPH). Se sospecha incluso que el avance de este arbusto puede favorecer el ocasional aumento poblacional de esos roedores cricétidos, factor que se sumaría al más conocido de las floraciones de caña coligüe (Chusquea culeou). Esto lo vieron hace unos años dos biólogas de Bariloche: Alicia Pelliza Sbriller (INTA Bariloche) y Lorena Sepúlveda Palma (UNCo).[27] [28]

El tamarisco (Tamarix sp.) es originario de Asia y Europa. Está en nuestro país al menos desde el siglo 17.[29] Se introdujo como barreras contra el viento, para fijar médanos, y para construir cercos. Como buen invasor, cambia la estructura y el funcionamiento de los ambientes que invade.[30] En el sur de Mendoza invadieron bordes de laguna afectando el hábitat de muchas especies, particularmente aves.

Los tamariscos cuentan con raíces muy profundas y son tolerantes a la sal, de manera que pueden crecer lejos de los ríos, en áreas más salinas, y pueden extraer agua de niveles más profundos respecto de muchas especies nativas.[31] El exceso de sal es excretado a través de sus hojas. De esta manera, el agua salada gotea en la superficie del suelo formando una capa de sal que inhibe el crecimiento de otras plantas.[32]

A su vez, cuando forman parches densos a lo largo de los cursos de agua, pueden aumentar la sedimentación, el estrechamiento de canales y el rellenado de remansos, y producir cambios en la turbidez y temperatura del agua.[33]

Por si fuera poco, aumenta la frecuencia e intensidad de los incendios.

La retama (Cytisus scoparius)[34] es una leguminosa (de la familia de las fabáceas) originaria de Europa Occidental, introducida en la región con fines ornamentales (casi seguro).[35] Produce impactos en el suelo: incrementa la concentración de nitrógeno y produce cambios en la comunidad de microorganismos. También modifica la estructura de las redes de polinización y dispersión de semillas, entre otros efectos. 

Al modificar las condiciones del suelo, la retama inhibe el crecimiento de especies nativas. En esto guarda similitud con un montón de otras invasoras. Además, cambia el régimen de fuego ya que, como el tamarisco, es bastante inflamable en comparación con las especies nativas.

Cristina Sanhueza de la Universidad Nacional del Sur (UNS), escribió una tesis entera sobre el impacto de la retama en el área de Sierra de la Ventana, abarcando distintos aspectos, desde aquellos relacionados con el proceso de invasión, hasta la precepción pública sobre la planta y la amenaza que supone para los ecosistemas nativos.[36] Cristina registró para el área de Sierra de la Ventana algo que también vemos en la zona andina de nuestra provincia: que las retamas prefieren los bordes de caminos, senderos y arroyos.

En Bariloche, desde el Área Forestal del Departamento de Conservación y Educación Ambiental de la Intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi, se hacen todo el tiempo campañas de control para evitar que la retama y la rosa mosqueta se morfen todo. Desde 2020 se hicieron un montón. Como aquella que se hizo en 2022 en el área del sendero a la cascada Los Alerces, coordinada por la guardaparque Aldana Calamari,[37] o aquella otra que se hizo en 2023. [38] De todas estas campañas suelen participar asociaciones civiles locales, como «Circuito Verde».

El tojo (Ulex europaeus)[39] es una leguminosa arbustiva y espinosa originaria de Europa occidental y el Reino Unido. Crece en todo tipo de suelos; eso sí, como a la mosqueta, no le va bien en los lugares sombreados, por eso se establece principalmente en áreas perturbadas o «disturbadas», como los costados de las rutas y senderos.

El tojo impide el paso de muchos animales y suele ser refugio de otros invasores, como el conejo silvestre europeo. Además, como el tamarisco y la retama, es muy inflamable. Produce una enorme cantidad de semillas que se bancan de todo. También se reproducen vegetativamente.

El tojo fue introducido con fines ornamentales y para la construcción de cercos vivos. En el Parque Nacional Nahuel Huapi ya son un grave problema.[40]

El lentejón de agua (Limnobium laevigatum) apareció en el Río Negro hace poquito, en 2016. Se trata de una  planta flotante de áreas tropicales, que habita el norte de nuestro país (en sentido estricto, se trataría, pues, no de una invasión sino una «traslocación»). La proliferación de estos lentejones podría producir modificaciones químicas en el agua y afectar los ecosistemas.[41]

Cristian Pérez, biólogo del CENPAT (CONICET Puerto Madryn) y Pablo Seewald, investigador independiente de Plottier (Neuquén), quienes dieron cuenta de la presencia de esta nueva especie invasora, apuntan como responsables de la invasión a la industria de los acuarios y las especies ornamentales, que introduce peces (unas 5.000 especies ornamentales comercializadas en 2012 a nivel mundial[42]) o sus parásitos. Aquí, dice Pérez, los lentejones podrían causar un despelote ecológico de magnitud, como el que causaron los camalotes en otras partes del mundo.[43] Teléfono para la subsecretaría de Ambiente de Nación y la secretaría de Ambiente y Cambio Climático de la provincia.

La hiedra común (Hedera helix) es originaria de los bosques húmedos del oeste, el centro y el sur de Europa, norte de África y Asia.[44] Se la utiliza de adorno para cubrir paredes y muros, y seguramente fue traída para eso. Crece en dos etapas: en una primera etapa, que puede durar diez años, crece en forma rastrera y vegetativa (esta es sin duda la mejor etapa para su control efectivo), y en una segunda etapa se vuelve vertical y enredadera. Es en esta etapa que produce flores. Obviamente, las cortezas que cubre la hiedra en el transcurso de esta segunda etapa son hogar de otros organismos, como líquenes, musgos y hongos, y refugios de aves e insectos. En lugares donde se ha vuelto invasora, como en América del Norte, la hiedra reduce la diversidad de las plantas nativas.

Hoy las encontramos en Puerto Blest, un bello rincón del Parque Nacional Nahuel Huapi con especies típicas del bosque valdiviano.[45] De acuerdo con un relevamiento hecho en el marco de un programa de la Administración de Parques Nacionales (APN), se reconocieron hasta 20 leñosas exóticas en Puerto Blest. De esas 20, la hiedra resultó prioritaria.

Paula Quiroga (de la UNCo) y un grupo de colaboradoras presentaron recientemente un caso exitoso de coordinación entre la academia y el voluntariado (voluntaries sobre todo miembros de la comunidad universitaria del Centro Regional Universitario Bariloche de la UNCo, CRUB, y personal de la APN), que involucró la educación ambiental y las políticas públicas en materia ambiental. El trabajo, presentado en el Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica, se centró en el control efectivo de la hiedra común en Puerto Blest. Como vimos en el caso de las retamas y mosquetas, sin la colaboración de voluntaries es virtualmente imposible pensar en un efectivo control de estas especies.

El diente de león (Taraxacum officinale)[46] es una hierba perenne originaria de Eurasia. Es del grupo de las asteráceas, pariente de la margarita. En alta montaña compite con la flora nativa, y suele ganar, ya que tolera más que otras especies la alta radiación solar.[47] Sin embargo, en general, es una planta que, por distintas razones, goza de muy buena prensa, sin que se la acuse de causar impactos tan tremendos como la mosqueta o la retama. De todas formas, le cabe las generales de la ley para la mayoría de las introducidas descontroladas: modifican la estructura y composición de las comunidades vegetales nativas y crecen antes que las nativas sobre todo en áreas disturbadas. Una investigación liderada por Adriana Kutschker (Universidad Nacional de la Patagonia «San Juan Bosco» UNPSJB) realizada en la provincia de Chubut, en el Parque Nacional Los Alerces, mostró que el diente de león (junto con la rosa mosqueta y otras plantas) estaba en el 100% de las áreas disturbadas relevadas (se analizaron 48 transectas de 150 m de longitud, comprendiendo zonas incendiadas, bordes de camino, zonas de pastoreo, de acampe, etc.).[48]

Muchas de estas especies exóticas son muy abundantes en humedales y mallines (¡con lo importantes que son los humedales y mallines por los beneficios ecosistémicos que prestan!). Según lo mostró una investigación de Florencia Cuassolo y Verónica Díaz Villanueva, ambas biólogas de la UNCo, en los humedales de la zona de Bariloche las exóticas representan un 50% de las especies,[49] hallándose el diente de león presente en más del 50% de los humedales relevados.

Hace un rato comenté lo importante que es atajar a tiempo una invasión. Pues bien. Florencia y Verónica, en su estudio sobre exóticas en humedales, informan que podríamos estar ante las puertas de una nueva invasión, una que hasta ahora estaba fuera de nuestros radares ecologistas: la de la cincoenrama (Argentina anserina),[50] una rosa oriunda de las zonas templadas del Hemisferio Norte. Al igual que otras introducidas, como la retama y el diente de león, la cincoenrama posee propiedades medicinales. También es medicinal la verdolaga (Portulaca oleracea), una planta de hojas carnosas originaria del Viejo Mundo que se encuentra presente en nuestra provincia en varios lugares, entre ellos el Parque Nacional Nahuel Huapi y el Área Natural Protegida (ANP) Paso Córdoba. Teléfono para todes: la Subsecretaría de Ambiente de Nación, la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático de Provincia, Municipalidad de General Roca y Parques Nacionales.

El rayito de sol (Malephora purpurocrocea)[51] es originario de Sudáfrica y, como la retama, fue introducido con fines ornamentales (porque es lindo). En efecto, posee una abundante y prolongada floración y sus hojas son muy lindas: verde-azuladas hasta rojizo-violáceas, según el aporte de agua. Hay ocho localidades entre Neuquén Río Negro y Chubut con densas poblaciones de esta planta. Concretamente, en Río Negro la encontramos en el lago Pellegrini, en San Antonio Oeste/Las Grutas, y en Ingeniero Huergo.

Se desarrolla en suelos arenosos y pedregosos con escasa precipitación. El ingeniero del INTA Adriel Jocou y su equipo de colaboradores destacan que esta especie se autoperpetúa sin intervención humana desde hace más de 10 años (es decir desde 2009, porque el artículo es de 2019).[52]

No encontré estudios sobre sus impactos, que seguro los causa. Porque nada es gratis en cuestiones de invasiones biológicas.

Sí encontré datos sobre los problemas que está comenzando a causar dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, la expansión del sauce conocido como mimbrera o mimbrote (Salix fragilis). Este sauce oriundo de Europa y el oeste de Asia ha avanzado siguiendo las riberas de ríos y arroyos y, entre otros impactos, ocasiona el desplazamiento del sauce criollo (Salix humboldtiana), que como su nombre lo sugiere, es nativo. Laura Santoni, Miriam Gobbi, Eugenia Chaia, y Silvana Alzogaray de la UNCo en Bariloche, han publicado un informe sobre el avance de este sauce exótico dentro del parque, en el marco de la tesis de licenciatura de Laura (el trabajo con el que Laura se recibió de bióloga). En la investigación se vio que la disminución en biodiversidad que trae el sauce exótico podría paliarse plantando chacay (Ochetophila trinervis), un arbusto nativo con una presión de predación muy grande (es muy apetecible para cualquier herbívoro, ni hablar para el ganado). Vía Whatsapp, Miriam me completa la información sobre este arbusto: «el chacay es capaz de utilizar el nitrógeno atmosférico y así resulta que sus hojas tienen unas concentraciones de nitrógeno muy altos y eso le da un valor nutritivo importante.» (¡Gracias Miriam!)       

En Patagonia Norte había, al 2007, unas 60 especies de coníferas exóticas (pinos, enebros, abetos, sequoias), introducidas con fines ornamentales y productivos. Por supuesto, como vimos, esto no significa que sean todas invasoras.

Las especies más importantes son el pino ponderosa (Pinus ponderosa), muy común en sectores ubicados entre el bosque y la estepa (la llamada zona de ecotono); el pino murrayana (Pinus contorta var. murrayana), de zonas más ventosas y frías; y el pino Oregón (Pseudotsuga menziesii), que crece en mejores suelos y se encuentra adaptado a zonas más húmedas.

Sobre la «megapinería» simplemente repetiré lo que desde el ecologismo decimos siempre: que es un crimen de lesa Naturaleza deforestar bosque nativo para plantar pinos o eucaliptos, desplazando a las comunidades originarias y población criolla que habitan esos bosques.[53] Me interesa destacar aquí la condición de potenciales invasores de los pinos, una vez fuera de esos monocultivos que, equivocadamente, solemos llamar «bosques». Antes, un comentario con respecto a lo que dije al comienzo del posteo con relación a la responsabilidad individual o corporativa en la propagación de especies exóticas: en el caso de las coníferas, quizás como en ningún otro, las corporaciones, forestales en este caso (donde no faltan las petroleras: no conformes con seguir cagándola con los hidrocarburos, plantan pinos[54]), han tenido y siguen temiendo una enorme cuota de responsabilidad.

Más arriba me referí a los pinos exóticos como potenciales invasores. En efecto, hasta hace muy pocos años, cabía la pregunta que, en un artículo de 2007, se hacían Cecilia Núñez (de la UNCo) y Martín Núñez (en ese entonces en la Universidad de Tennessee, USA): ¿es posible la invasión de alguna o algunas especies de coníferas exóticas en el noroeste patagónico? [55] (El subrayado es mío.)

A más de 15 años de publicado ese artículo, esa pregunta parece ir perfilando una respuesta. Y es que el avance del pino ya se advierte en zonas alejadas de las plantaciones comerciales. Hay pinos por todos lados, incluso en lugares donde habitualmente no crece nada, en pura roca, como lo señaló en 2023 en una nota al «Río Negro» la guardaparque del Parque Nacional Nahuel Huapi Aldana Calamari (a quien conocimos a propósito de las campañas contra la retama que regularmente organiza Parques). Aldana sabe de lo que habla: ya hay pinos por arriba de la línea de bosque nativo, pegadito al refugio de Laguna Negra (ubicado a 1650 msnm), y en el Cerro Piltriquitrón (hasta los 1900 msnm).[56]

En su artículo de 2007, Núñez y Núñez ya habían advertido sobre el riesgo que entrañaba el pino (si bien no daban por cerrada la discusión sobre si el pino es invasor aquí, sobre todo en áreas boscosas): en áreas incendiadas, decían allí, los pinos son los primeros en crecer; además, recordaban, el pino es invasor en otras partes del mundo.

No es claro si las coníferas introducidas tuvieron algo que ver con esto que voy a contar, pero hay un moho, presumiblemente exótico, el Phytophthora austrocedri, que está haciendo desastres en nuestras poblaciones de cipreses nativos (Austrocedrus chilensis), y en otros árboles de la cordillera patagónica cuyo estado de conservación es muy delicado, como el alerce (Fitzroya cupressoides), el llamado ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum), y el pehuén (Araucaria araucana). Las causas del llamado «mal del ciprés», la identificación de ese moho, estuvo a cargo de un grupo de investigadoras de la UNPSJB en Esquel, Ana Greslebin y Ludmila La Manna, hace ya 15 años. 

Comenté ya que no todas las exóticas se vuelven invasoras. De todas maneras, cuando se halla una exótica en ambientes naturales, no es cuestión de sentarse a ver si invade o no. Hay que actuar preventivamente de forma inmediata.

La importancia de la detección e intervención temprana quedó demostrada con un hallazgo realizado en Puerto Blest, tal como lo cuenta, nuevamente, Cecilia Núñez (ahora, además de con la UNCo, vinculada con la Administración de Parques Nacionales) y un grupo de colaboradoras, en un artículo publicado en 2019.[57]

La historia es así. En 2018, una guía de turismo vio, al lado de la pasarela de una turbera del musgo Sphagnum, una planta carnívora que no pudo identificar. Pronto se vio que esa carnívora correspondía a una especie exótica, desconocida hasta entonces en la región: la Drosera rotundifolia. Era la primera carnívora exótica registrada en Puerto Blest, como comenté, un lugar muy sensible con especies valdivianas típicas.

La Drosera rotundifolia se banca casi todo, hasta el congelamiento del suelo en invierno, y, como muchas otras exóticas, coloniza áreas disturbadas. Cada planta produce muchas semillas con mucha facilidad para dispersarse. Todo ello convierte a esta planta en una potencial invasora, que amenaza especialmente a la carnívora nativa de Puerto Blest (porque tenemos una allí): la Pinguicula australandina. (Por lo general, las plantas carnívoras habitan en suelos pobres en nutrientes. Son escasas, y muy sensibles y vulnerables a las especies exóticas.)

Este caso ilustra la importancia de contar con agentes informados que monitoreen el lugar y detecten tempranamente la presencia de estas exóticas, como Fernanda Tazin, la guía de turismo que se menciona en el artículo.

Otro caso de una posible especie invasora es el que Javier Puntieri (UNCo), Alfredo Passo (UNCo) y Petr Pyšek (Universidad Charles, Praga, República Checa) revelaron con relación a la presencia del perejil gigante (Heracleum mantegazzianum) en distintos sitios de Río Negro y Neuquén. Se trata de una hierba gigante que no tiene un nombre vulgar único en nuestro país (perejil gigante es el nombre con el que se la conoce en España), perteneciente al grupo de las umbelíferas y catalogada en el Libro Guinness de 2003 como «la maleza más grande del mundo».[58] Por cada planta puede producir, literalmente, decenas de miles de frutos: una campeona.

Es nativa de la zona occidental del Cáucaso y el oeste asiático, y no está claro cómo corno llegó hasta aquí. Muy posiblemente haya sido introducida con fines ornamentales (aunque tan linda no parece...), como en otras partes del mundo. Por ahora, esta maleza gigante no ha invadido nada, pero, como dicen Puntieri & Co.: «Los descuidos al inicio de la invasión en una región cualquiera del mundo por parte de una especie introducida se pagan caros».[59] Teléfono para quien quiera atender.

El hongo que cierra esta parte es el llamado «matamosca»«falsa oronja» o simplemente «hongo de sombrero rojo» (Amanita muscaria). Este hongo, el típico hongo de los cuentos de duendes, además de producir efectos alucinógenos (¿producirá el efecto de ver duendes?), es altamente tóxico y puede afectar al sistema digestivo, dependiendo de la sensibilidad del que lo consume. Así lo advierte la ex profe de la UNCo Laura Lorenzo en una nota periodística concedida en 2020 al diario Río Negro. Esta micóloga barilochense está realmente preocupada por el avance de este organismo proveniente de Asia: en la zona de Bariloche, dice Laura, sin llegar aún a ser un invasor, se lo ve cada vez más, sobre todo asociado a las raíces de los pinos y abedules (que son exóticos) y de un montón de otras especies. En un artículo de divulgación publicado en 2022 en la revista «Desde la Patagonia, Difundiendo Saberes», que editan compañeras de la UNCo en Bariloche, Laura desliza la hipótesis de que estos hongos llegaron a la zona junto con especies arbóreas de interés forestal. 

 

ALGUNOS INSECTOS

A nivel global, los insectos son el grupo con mayor número de especies invasoras luego de las plantas vasculares.[60] De hecho, es un insecto el invasor «argentino» más famoso: la «hormiga argentina» (Linepithema humile), que, pese a su nombre, no habita solo en Argentina.

A la abeja común (Apis melífera) la conocemos todes. Es introducida y está presente en el Parque Nacional Nahuel Huapi.[61] Pero no es a esta abeja que quiero referirme sino a otra invasora, también muy conocida, y que le disputa la parada a la melífera: la chaqueta amarilla (Vespula germanica).

La chaqueta es una avispa originaria de Europa, Asia y el norte de África, que posee un gran «poder invasor». Llegaron a Argentina desde Chile en la década del 80.[62] Se las vio por primera vez en la localidad de Andacollo (norte de Neuquén), y desde allí se dispersaron a razón de 37 km por año: una de las tasas más altas para un himenóptero social invasor.[63] (Los himenópteros son el orden de insectos al que pertenecen las abejas, los abejorros, las avispas y las hormigas; lo de «social» es porque numerosas especies de himenópteros poseen una compleja organización social.)

Dice la Wikipedia con respecto a la dieta de este infame himenóptero: «(la misma) consiste principalmente en carbohidratos, de los que el néctar, la miel, las frutas maduras y las secreciones azucaradas de pulgones son sus fuentes más habituales; mientras que el consumo de proteínas, que obtienen de artrópodos cazados vivos (como moscas, mosquitos, orugas) y carroña, es mayor cuando las obreras deben alimentar a las larvas y crías.»

O sea, atacan a las Apis melífera y sus colmenas, de ahí que disminuyan el rendimiento apícola. También se las agarra con el ganado y les turistas, también ricos en proteínas. Comenta la bióloga del INTA-Bariloche Maité Masciocchi en un artículo publicado en 2018: las chaquetas pican y muerden para defenderse (a diferencia de los mosquitos que lo hacen para comer); para peor, a diferencia de las abejas comunes, no pierden el aguijón al picar, por lo que pueden picarte numerosas veces.[64]

Actualmente se hallan extendidas por toda la región cordillerana. En 2013 llegaron a la Isla Grande de Tierra del Fuego y ya están muy instaladas allí.[65] No llegaron más al sur porque se les acabó el mundo.[66]

Hay otra especie invasora de Vespula también conocida como chaqueta amarilla, la Vespula vulgaris, que también ha sido registrada en la Patagonia. Una tercera avispa invasora, la «avispa de papel» (Polistes dominula) fue detectada por primera vez en la localidad de El Bolsón en 2002, y suele ser confundida con la chaqueta porque es muy parecida.

Carpocapsa (Cydia pomonella).[67] Es una polilla nativa de Europa que está allí donde están los manzanos y otros frutales. Son el enemigo N° 1 de los chacareros del alto valle. Dudé en incluirla en mi lista porque no se mueven de las chacras (bah, creo que no), pero bueh, acá están.

 

ALGUNOS PECES

La trucha arco iris (Oncorhynchus mykiss) y la trucha marrón (Salmo trutta) no son de acá: las trajeron a nuestros ríos y lagos para recreación de quienes se recrean estresando y matando peces. Actualmente se cuentan entre las 100 especies más «invasivas» del planeta.[68]

La introducción de truchas comenzó a principios del siglo 20. Su llegada al Nahuel Huapi tiene fecha precisa: 4 de marzo de 1904.[69] Estamos, pues, «celebrando» si es algo que merezca celebrarse el 120 cumpleaños de ese primer desembarco salmónido. Hoy se sabe, a partir de análisis genéticos realizados hace más de 15 años, que la «arco iris» es yanquee, viene de California, y la «marrón» es de Alemania;[70] como dije: no son de acá. (Para quienes estén interesades en la cronología de esta invasión recomiendo el artículo de Patricio Macchi y Pablo Vigliano de la UNCo, citado como nota al final de este posteo, referencias 12 y 68.)

Las que sí son de acá son las especies amenazadas por las truchas: en Río Negro, las ranitas de Valcheta (Pleurodema somuncurense) y las mojarras desnudas (Gymnocharacinus bergii),[71] nuestra mojarra nativa declarada Monumento Natural de Río Negro (por Ley provincial N° 2783/1994). En efecto, hoy por hoy, las truchas representan la mayor amenaza a la existencia de estas dos especies endémicas; mayor que la suma de todos los permisos de cateo minero que el gobierno provincial otorgó en el ANP Meseta de Somuncura (que no son pocos, por cierto).[72]

En el caso específico de la mojarra desnuda, los salmónidos introducidos la han corrido de la mayor parte de sus hábitats naturales, y no la han extinguido aún porque no han llegado hasta las nacientes del arroyo Valcheta, que es donde se ha arrinconado la Gymnocharacinus bergii.[73]

Es complejo meterse con las truchas por el hecho de que mueven un montón de guita (7 u 8 millones de dólares por temporada, solo en Bariloche),[74] pero que han causado estragos, de eso no hay duda. Cuántos es difícil de saber, ya que no hay estudios de la biota de los ambientes colonizados por las truchas previos a su introducción (con fecha anterior a ese fatídico 4 de marzo de 1904). Seguro afectó la distribución y disponibilidad de alimento para las especies nativas. También desplazó como depredador tope a la «trucha criolla», la perca (Percichthys trucha, que, pese a su nombre, pertenece a un orden taxonómico distinto a las truchas verdaderas), lo que aumentó la presión de predación sobre otras especies, entre ellas, posiblemente, el pejerrey patagónico, que hoy no es muy abundante allí donde imperan las truchas. [75] Lo mismo sucede con las peladillas (Aplochiton sp.). Cuenta Patricio Solimano, biólogo de la UNRN, que no se ven peladillas en el río Negro desde hace 40 años (1h, 34' de este video). Ok. No se puede atribuir a las truchas el 100% de la responsabilidad por la «extirpación» (extinción local) de esos peces nativos (después de todo, coexistieron con las truchas durante 60 años), pero que tuvieron que ver, tuvieron, seguro.

El pejerrey argentino (Odonesthes bonaeriensis) fue introducido en el lago Pellegrini a mediados del siglo pasado para su explotación pesquera y recreativa. Su impacto sobre las poblaciones de pejerrey patagónico (Odonesthes hatcheri) son discutidas. Se sabe que ambas especies se han hibridado, pero se ignora hasta qué punto el exótico ha contribuido a la disminución del nativo.[76] El Odonesthes bonaerensis no viene de otro país, por lo que técnicamente no sería una especie exótica sino una «traslocada» o «transplantada», pero para el caso es lo mismo.

La carpa (Cyprinus carpio) es un pez oriundo de los ríos templados de Europa y Asia. Pertenece a la familia de los ciprínidos, de los cuales en Argentina tenemos varias especies, todas ellas invasoras.

Este pariente silvestre de los Carassius de las peceras, ha sido incluido entre las 100 especies exóticas más dañinas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).[77]

De todas las especies exóticas presentes en el río Negro (de las 13 especies muestreadas en el valle inferior del río Negro por Mariano Soricetti en el marco de su tesis doctoral sobre las carpas, siete son no nativas[78]), y sin duda la carpa es la estrella de esas siete.

Oficialmente, las carpas llegaron a nuestro país en 1925, introducidas con el propósito de sembrar lagos urbanos en Buenos Aires y alrededores, aunque posiblemente estaban desde antes.[79] Obviamente que allí no se quedaron.

En el río Negro, las carpas estarían dando el presente desde hace unos 25 años. No se sabe bien cómo llegaron a estas latitudes. Carlos Rauque, Agustina Waicheim, Pedro Cordero y Guillermo Blasetti, en un artículo publicado en 2017, sugieren que tal vez se escaparon de alguna estación de piscicultura.[80] Precisan Mauricio Failla y Laura Fasola en su artículo sobre el visón (más adelante hablaré de él) que la carpa fue introducida en 2002 a la altura de Luis Beltrán. [81] Tal vez fue de allí que se escaparon. Desde 2013 se las reporta en el alto valle, y hoy parecen estar frenadas por las represas del Limay (llegan hasta Arroyito), aunque no se sabe por cuánto tiempo. También están en el río Colorado, aunque para Rauque y colaboradores llegaron allí de forma natural, a causa de un desborde extraordinario del río Salado en la provincia de La Pampa, en 1983.

Paradojas de la Biología de Invasiones. Allí en su área de origen (la cuenca del Danubio), la variedad de Cyprinus carpio de la que se originó la variedad introducida en nuestro país se encuentra en peligro de extinción.[82] Con relación a esto último, el naturalista Roberto Ares[83] afirma, en defensa de las exóticas, que en los casos en que estas se hallan amenazadas en su lugar de origen son unas 49 a nivel global, su erradicación podría llevarlas directamente a la extinción.[84] Como todo en la vida, estas cosas no son nunca lineales (carpa mala = ¡afuera!).

Vuelvo a las carpas. Son omnívoras, es decir que comen un poco de todo, entre otras cosas, peces pequeños y huevos. También succionan el fondo como locas, removiendo hasta 12 cm de profundidad.[85] Por la resuspensión y excreción de sedimentos del fondo, aumentan la turbidez del agua y la cantidad nutrientes.[86] Esto trae aparejado un efecto negativo sobre las macrofitas acuáticas (literalmente, plantas que se ven a simple vista que viven en el agua), y sobre los macroinvertebrados que viven en el bentos (es decir en el fondo): en fin, sobre todo. En Europa al menos, allí donde ha invadido, la carpa representa una amenaza para las comunidades de aves acuáticas.[87] En suma, las carpas producen un deterioro de los ecosistemas allí donde se juntan.

Sobre llovido, mojado: hay estudios que indican que la contaminación, sumada a la regulación de las represas, podría estar impulsando o facilitando el avance de la carpa en el río Negro. Como planteé para el caso de las plantas, las condiciones ambientales alteradas (ahí entra la contaminación y la regulación) afectan sobre todo a las especies nativas.[88]

Parafraseando a Sun Tzu, «si no puedes erradicar a la carpa, trata de aprovecharla». Perdido por perdido, al menos hagamos de tripas corazón y pensemos qué hacer con ellas. En este sentido, ya hay iniciativas para promover la pesca con mosca de este feo pez.[89] En Allen hay o había hasta hace poco un emprendimiento del que participa o participaba tanto la muni como la UNCo.[90]

Dice el biólogo oriundo de Chimpay Cristian Pérez que desde fines del siglo pasado aparecieron en el río Negro el Cheirodon interruptus (una mojarra, la mojarra plateada) y el Corydoras paleatus (el popular bagrecito limpiafondos) ambas nativas pero de otros lares, seguramente traslocada al río Negro. [91] El Cheirodon apareció también en el arroyo Valcheta: una muy mala noticia para las mojarras desnudas endémicas.[92]

Agrega Cristian que, ya en este siglo, aparecieron los Astyanax pampa, como el Cheirodon, otro bicho del amplio equipo de las mojarras, que no estaba más al sur de La Pampa.[93] No se sabe cómo corno llegaron estas Astyanax al río Negro, pero el científico chimpayense arriesga que fueron traídas por los pescadores en bolsas de carnada viva. Esto de la carnada viva no es joda: así se supone que llegó desde Brasil a Argentina (no a Río Negro aún, a Dios gracias) el caracol gigante africano (Lissachatina fulica), una de las especies invasoras que más problemas genera a nivel mundial.[94]

 

BICHOS MARINOS VARIOS

El alga wakame (Undaria pinnatifida)[95] apareció en Puerto Madryn en 1992 y ya la tenemos en Río Negro. En Chubut fue identificada por el equipo de Graciela Casas, del Instituto de Biología de Organismos Marinos del CONICET. Noticias CONICET Originaria de Asia, llegó hasta acá en el agua de lastre de algún buque mercante, presumiblemente de uno proveniente de Corea o Japón[96], o de Marsella, como supone Graciela (Más adelante volveremos sobre este asunto del agua de lastre de los cargueros.)

Sus impactos sobre las algas nativas no son seguros, pero es posible que las impacten para mal, ya que la Undaria crece hasta 10 veces más rápido que otras algas.[97] De hecho, los productores marisqueros ya reconocen un impacto negativo sobre el recurso que explotan (los mariscos).

¿Se puede aprovechar el wakame? Parece que sí.

Hay una declaración de 2018 de la Legislatura de Río Negro (413/2018) que expresa el interés social, educativo y económico un proyecto de investigación en el que trabajan les estudiantes de 6º año de la modalidad Química del CET Nº 12 de la localidad de Sierra Grande, cuyo objetivo es la elaboración de alimentos para perros a base de algas, de la variedad «Undaria».

Esto de «hacer de tripas corazón» y pensar en comernos (nosotres o nuestres perres) todo bicho que nos invade no parece ser una solución de fondo al problema de las invasiones; al menos no una solución que pueda generalizarse. Es más, pero es solo mi opinión, esta «solución» podría terminar conspirando contra la restauración ecológica que se pretende (o deberíamos) llevar adelante (olvídate de erradicar las carpas si estas empiezan a traernos dólares). Igual, bien por les pibes del CET N°2.

A la papa de marglobosa (Molgula manhattensis) se la puede encontrar en San Antonio Oeste.[98] Crece sobre las ostras y otros sustratos duros, como los cascos de los buques. Pertenece al grupo de las ascidias, unos invertebrados cercanos a los vertebrados (aunque son muy distintos). La Wikipedia, que nunca nos deja mentir, da un dato interesante sobre esta ascidia: «Los adultos pueden vivir de casi cualquier cosa, lo que los convierte en muy buenos supervivientes en cuerpos de agua.»[99]

La babosa tóxica (Pleurobranchaea maculata) es un gasterópodo, como el resto de las babosas y todos los caracoles. Es bastante grandota: mide hasta 15 cm de longitud y habita desde la franja intermareal hasta los 200 metros de profundidad.

Es originaria del sudeste de Australia y Nueva Zelanda.[100] Llegó a Mar del Plata en 2009 agarrada a un buque y desde hace unos años la tenemos en el Golfo San Matías.[101] [102] No conformes con invadirnos, estas babosas ya andarían por Pinamar y Villa Gesell.[103]

No hay muchos datos sobre los impactos de esta ascidia en nuestras costas, más allá de la intoxicación de perros en Puerto Madryn reportada en 2019.[104] El asunto de la babosa evidentemente recién se está conociendo. Tengamos presente que recién en 2020 se presentó una tesis doctoral entera sobre este bicho, a cargo del biólogo del CENPAT Nicolás Battini.[105]

El (y este nombre vulgar me lo inventé) briozoo incrustante chino (Smittoidea spinigera) fue registrado en San Antonio Este y Bahía Blanca en 2018 por un equipo del Instituto de Biología de Organismos Marinos de Puerto Madryn: María Liuzzi, Juan López-Gappa y Evangelina Schwindt.[106] Opinan sus descubridores que la distribución acotada de este briozoo puede deberse a cuestiones ambientales restringidas o a que es una introducción reciente. Crucemos los dedos para que sea lo primero.

El briozoo incrustante chino no está solo sino que vino con algunes amiguites. En 2022, les mismes autores, a los que se sumaron Karen Castro del Museo Argentino de Ciencias Naturales (CABA) y Magalí Bobinac de Prefectura Naval Argentina, reportaron otros briozoos incrustantes exóticos en los puertos de Patagonia (menciono solo a los que fueron encontrados en el puerto de San Antonio Este, en Río Negro): Buskia socialis, oriundo del Mediterráneo; Cryptosula pallasiana, oriundo de las costas atlánticas del Hemisferio Norte;[107] y Stephanollona boreopacifica, oriundo de Corea del Sur.[108]  

La ostra japonesa u ostra cóncava (Crassostrea gigas) se encuentra lo más pancha en el balneario El Cóndor. [109] Estas ostras fueron introducidas en Argentina (más precisamente en Bahía Anegada, al sur de la provincia de Buenos Aires) en 1981 para su cultivo. Pero (un clásico) cuando los emprendimientos fueron abandonados, las ostras se escaparon y terminaron formando extensos arrecifes.

Eder dos Santos (CONICET-Bahía Blanca) y Sandra Fiori (Universidad Nacional del Sur, UNS) comentan lo siguiente en un artículo de 2010, publicado con motivo del primer registro de esta ostra en Bahía Blanca: «El impacto biológico más evidente de la ostra del Pacífico es el cambio de la arquitectura del sustrato donde se establecen sus poblaciones y la modificación de la estructura y dinámica de las comunidades que invade, lo cual genera respuestas diferentes según el grupo taxonómico considerado. En el ambiente donde se establecen alteran el sustrato, la disponibilidad de nutrientes en la columna de agua, modifican la dinámica sedimentaria costera y aceleran el reciclado de nutrientes».[110]

En un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) de 2022 se indica que la ostra del Pacífico (se refiere a la japonesa) «representa una amenaza no solo para la almeja amarilla (endémica de la zona) sino también para el ecosistema en general. Las ostras han modificado todo el fondo costero y, con ello, la comunidad bentónica. Además, ocasiona problemas de enganches de líneas de pesca, generando un aumento en los residuos pesqueros.» [111]

En marzo de 1997 se inauguró el primer criadero de moluscos de la Argentina dependiente del Instituto de Biología Marina y Pesquera «Almirante Storni» situado sobre el mar a 4 km del Balneario Las Grutas.[112] Ha pasado mucha agua bajo el puente con relación a este proyecto, y aparentemente no hemos visto aún el final de la película. Pero lo importante a destacar aquí es que en 1981 y 1997 hubo la idea de aprovechar comercialmente estas ostras invasoras: no saliendo por ahí a cosecharlas, sino cultivándolas. De hecho, con esa idea se las introdujo. Aunque, claro, nadie contaba con que se escaparan.

 

ALGUNOS BICHOS DE AGUA DULCE (QUE NO SON PECES)

La almeja asiática (Corbicula fluminea) es un bivalvo que llegó al país proveniente del sureste asiático en los años 70.

En su larga historia evolutiva, el género Corbícula se ha bancado casi todo: hasta la extinción de los dinosaurios (en Río Negro tenemos corbículas en el ANP Paso Córdoba, en depósitos de 80 millones de años [113]). A la especie Corbicula fluminea la tenemos en el río Negro desde hace poquito, desde los años 90. Es una de las especies invasoras de agua dulce más ampliamente distribuidas a nivel mundial. El bicho lo altera todo: desde el flujo de energía, pasando por el ciclo de nutrientes, hasta la penetración de la luz en la columna de agua. Concretamente, la bioturbación que causan estos bichos produce la resuspensión de sedimento rico en fósforo y calcio, lo que potencia el proceso de invasión en un ciclo de retroalimentación positivo, virtuoso para la especie (y desastroso para el resto).

Los impactos sobre la biota y la calidad del agua en la que habitan estas almejitas son tan variados que merecieron una tesis doctoral entera: la de Yeny Labaut Betancourt, una compañera del instituto en el que trabajo: el Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología, IIPG.[114] Yeny publicó, junto con Pablo Macchi (IIPG), Fernando Archuby y Gustavo Darrigan, los dos últimos de la Universidad Nacional de La Plata y directores de su tesis doctoral, parte de los resultados de su investigación, concretamente, aquella referida al efecto de homogenización de las asociaciones de macroinvertebrados y la pérdida de especies nativas.[115]

Una de las conclusiones a las que arribó Yeny, quizás no la más importante pero que aquí me interesa destacar, es que la invasión de la almeja asiática en la cuenca del río Negro está vehiculizada por la actividad de los pescadores que utilizan este bicho como carnada viva. Ya comenté que de esta forma habría llegado al río negro el pez Astyanax, y al país el caracol gigante africano.

El alga Didymo[116] (Didymosphenia geminata) es un alga microscópica unicelular del grupo de las diatomeas. El tema de las clasificaciones biológicas es todo un lío, pero digamos que se incluye a las diatomeas en el amplísimo grupo de los protistas. La llamamos alga pero hay que tener cuidado porque bajo el rótulo de alga solemos meter cosas muy diferentes.

Las diatomeas habitan aguas dulces y saladas (forman parte del fitoplancton) y brindan servicios ecosistémicos fundamentales: fijan hasta un 20% del CO2 atmosférico  y producen hasta un 25% del O2 del planeta.

En nuestra provincia, en Ingeniero Jacobacci, tenemos depósitos rocosos de diatomeas fósiles de agua dulce de una antigüedad de 15 a 20 millones de años. Esas rocas, llamadas diatomitas, muy conocidas por todes porque se venden como piedras sanitarias o «piedras para gatos», se utilizan también como absorbentes de derrames industriales.

El alga Didymo habita en cuerpos de agua dulce de bajas temperaturas y pobres en nutrientes (oligotróficos es el nombre técnico que reciben estos cuerpos de agua). Se adhiere a las rocas sumergidas y de ahí el nombre de fantasía que le han puesto: «moco de roca».

Es originaria del Hemisferio Norte y actualmente se distribuye en todos los continentes excepto África, Antártida y Oceanía. Los primeros registros en Argentina datan de 2010 y corresponden a la provincia de Chubut, más precisamente al tramo inferior del río Futaleufú.[117]. (Es posible que hayan estado desde antes pero que no se las haya detectado por no haber producido «floraciones», es decir, proliferaciones masivas ocasionales, que, en el caso de la Didymo, no coinciden con un exceso de nutrientes como en otras algas.[118] [119]) En Río Negro tenemos «moco de roca» desde 2011. En enero de 2013 llega al lago Nahuel Huapi, más precisamente a Bahía Serena, a la altura del km 13: se trata del primer registro de esta alga en un lago sudamericano.

Algunas de sus características y su alta capacidad reproductiva la vuelven adaptable a condiciones cambiantes. Pero claro, estas particularidades hacen que, cuando se producen las mentadas «floraciones», ocurra toda una serie de trastornos: alteración de los procesos físicos y biogeoquímicos del ambiente, retención de sedimentos, alteración de la hidrodinámica de los cursos de agua, cambios en el pH (el grado de acidez o alcalinidad de una solución o sustancia), lo que influye en la disponibilidad de nutrientes para otras algas, y aumenta la posibilidad del desplazamiento de comunidades nativas, de algas y macroinvertebrados, afectando así toda la cadena trófica. Siempre en épocas de «floraciones», la Didymo puede provocar la obstrucción de los filtros de las tomas de agua y hasta perjudicar la generación de energía hidroeléctrica.[120]

Pablo Macchi, quien es coordinador de un equipo de trabajo que se ocupa del avance de esta alga, destaca además el impacto sobre las poblaciones de salmónidos… que son peces del Hemisferio Norte introducidos adrede con el propósito de ser matados o estresados por el placer de matar o estresar (ya me ocupé de los salmónidos hace un rato).[121]

Por eso, por el impacto económico que causa o podría causar (recordemos que en Bariloche solo la pesca con mosca sobre todo de truchas mueve unos 7 u 8 millones de dólares anuales[122]), esta diatomea genera preocupación gubernamental (de otro modo es difícil que genere preocupación). En Río Negro tenemos la Ley N° 4801/2012 que busca evitar el avance y dispersión de la Didymosphenia geminata, para lo cual destina el 5% de lo que la provincia recibe en concepto del Fondo Nacional Pesquero (Art. 5). Ignoro cuál será el impacto que tendrá sobre la coparticipación de ese Fondo Nacional Pesquero la invasión libertaria que asuela nuestro querido país, pero bueno, hoy por hoy es de ahí de donde salen los fondos para frenar el avance del «moco de roca».

 

UN SOLA AVE

La codorniz de California (Callipepla californica). Como comenté en una nota al final del posteo (nota N° 7), la Resolución 195-2023 de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático de la provincia de Río Negro permite la «caza deportiva» de esta galliforme introducida (al menos lo permitía en 2023 y 2024). En los considerandos de esta resolución se establece que, para confeccionar la lista de especies matables, se deberá prestar particular atención a las especies circunstancialmente perjudiciales para el ambiente y/o las actividades productivas. Por lo tanto, supuse que, al figurar en la lista provincial de bichos asesinables,  la codorniz de California era perjudicial para el ambiente, etc. Pero fui al Sistema de Información de Biodiversidad de Parques Nacionales (SIB) y me encontré con esto: «Es difícil decir cuál será el impacto ecológico de esta especie, pero es probable que resulte poco significativo.»[123] En Chile se piensa —no sé con qué fundamento— que compite con la perdiz chilena (Nothoprocta perdicaria).[124] Aquí, en Río Negro, no se piensa nada, pero por las dudas aplicamos el principio precautorio de reventarlas.

 

ALGUNOS MAMÍFEROS

Neovison vison, o visón americano (en realidad, norteamericano) es el carnívoro invasor más ampliamente distribuido en la región y uno de los más estudiados.[125]

Es un mustélido, grupo llegado a América del Sur hace unos 6 millones de años, en el contexto del llamado Gran Intercambio Biótico Americano (GIBA).[126] Fruto de la diversificación de esos mustélidos originarios, en Patagonia tenemos tres mustélidos nativos: el huillín (Lontra provocax) (emblema del Parque Nacional Nahuel Huapi), el huroncito patagónico (Lyncodon patagonicus) y el hurón menor o grisón (Galictis cuja).

Como dije, el visón americano es originario de América del Norte. Lo trajeron a Argentina en la década del 30 empresarios visionarios interesados en explotar sus pieles. En Río Negro funcionó un criadero hasta la década del 70. Primero funcionó en Patagones entre los años 1965 y 1974, y luego se trasladó a Viedma entre 1974 y 1975. A ese criadero no le fue bien económicamente y cerró, quedando librados a su suerte muchos visones.

Hoy el bicho está en todo el valle inferior del río Negro y en un sector del valle medio. También está en la cordillera, donde su presencia fue documentada por primera vez en la década del 80. En Chubut también está sobre todo en el valle inferior del río Chubut, y en la costa atlántica de la Isla Grande de Tierra del Fuego.

El visón americano posee una alta tasa de reproducción y una gran capacidad para colonizar nuevos ambientes. Es un depredador generalista, es decir que preda casi cualquier cosa.[127] En Argentina está presente en al menos 7 área naturales protegidas.[128]

Se piensa que la expansión de la carpa desde Luis Beltrán a comienzos de este siglo, pudo favorecer la expansión territorial del visón. El fundamento es que, como se ve en Europa, las carpas son un componente importante de las dietas de los visones. Esto mismo lo comenté antes cuando me referí a estos ciprínidos. Mencioné que este dato estaba en el trabajo sobre el visón de Mauricio Failla y Laura Fasola. Mauricio (Patagoning Turismo) y Laura (Administración de Parques Nacionales) son quienes han seguido más de cerca el avance de estos mustélidos norteamericanos en nuestra provincia. De hecho, casi toda la info que recogí sobre el bicho en cuestión, la tome prestada del trabajo de estos autores.

El conejo europeo (Oryctolagus cuniculus)[129] es,  al igual que los demás conejos y las liebres, del grupo de los lagomorfos. NO son roedores, si bien lagomorfos y roedores forman parte del grupo de los glires (clado Gliriformes).

En América del Sur hay conejos nativos, pero estos no llegan a Patagonia. Tenemos a los tapetíes (Sylvilagus brasiliensis) que alcanzan hasta en el norte argentino.[130] En realidad, los lagomorfos arribaron a América del Sur no hace mucho (geológicamente hablando): lo hicieron en algún momento del Plioceno-Pleistoceno, en el marco del GIBA.[131] En aquel momento, su entrada al continente no estuvo exenta de impacto. De hecho, se piensa que pudieron contribuir, junto con ciertos grupos de roedores, a la extinción de los paquirruquinos, ungulados de modesto tamaño de aspecto rodentiforme exclusivos de América del Sur.

Los Oryctolagus cuniculus son oriundos de la región mediterránea de Europa, particularmente de la península ibérica, de ahí que también se los conozca como «conejos de Castilla».[132] [133] Se meten en todos lados, incluso en las plantaciones de pinos. Son de hábitos gregarios y forman colonias numerosas en madrigueras subterráneas (cámaras unidas por largos túneles).[134] Por año puede producir 5 a 7 camadas de 1 a 9 crías cada una. Es un herbívoro generalista pero prefiere las gramíneas, las que representan casi la mitad de su dieta[135].

Compite con los herbívoros nativos o con el ganado doméstico, causando un impacto mayúsculo en los campos productivos. Prefieren moverse por campos sobrepastoreados por otros bichos, ya que los pastos bajos les permiten visualizar mejor a los predadores.[136]

¿Cómo llegaron hasta acá estos conejitos? No se sabe bien cómo pero se sospecha cuándo y de dónde. Se los vio por primera vez en 1945 en cercanías de Andacollo, posiblemente llegados desde Chile, y desde allí se dispersaron por Mendoza y el resto de Neuquén. En un artículo de 2009, Never Antonio Bonino, de INTA Bariloche, tal vez el «conejólogo» más importante de Argentina, no informa la presencia de conejos europeos en Río Negro, pero en una entrevista realizada en 2015, el propio Bonino da cuenta de que los conejos ya están a las puertas de la provincia. [137] Por último, en un libro de 2023 de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM), ya se dice que el conejo europeo está en «todas las provincias patagónicas», así como también en Mendoza y en San Juan. Y se agrega: a una tasa de 10 km al año.[138] [139]

En Río Negro se permite la matanza de conejos por Res. SAYCC 195/2023.

La liebre europea (Lepus europaeus)[140] es el otro lagomorfo invasor que tenemos en Río Negro. Es de un tamaño mayor que el conejo europeo y de orejas más largas (a diferencia del conejo, en la liebre las orejas sobrepasan la longitud de la cabeza[141]). También a diferencia del Oryctolagus cuniculus, el Lepus europaeus es solitario y no excava madrigueras. Posee hábitos crepusculares y nocturnos.

Como su nombre lo indica, la liebre europea es oriunda de Europa, así como de ciertos lugares de Asia. ¿Cómo y cuándo llegaron hasta Argentina? La historia es bien conocida. En 1888 fueron introducidas desde Alemania con fines cinegéticos (de caza) en la provincia de Santa Fe (más precisamente en Cañada de Gómez).[142] [143] En 1897 se soltaron otras en Tandil provenientes de Francia, y luego en 1930 otras en Santa Cruz, vaya uno a saber provenientes de dónde.[144] Hoy, obvio, andan por todos lados.

Se acusa a la liebre de desplazar a varias especies, entre otras al principal conejo nativo de América del Sur: el tapetí (Sylvilagus brasiliensis, que, como dije, no llega a Patagonia). En Río Negro, como en el resto de la Patagonia, podrían competir con dos roedores de los nuestros: el chinchillón o pilquín (Lagidium viscacia) y la mara (Dolichotis patagonum).[145] [146] Y si compiten, la de afuera gana, pónganle la ficha.

 

OTROS DOS MAMÍFEROS (LOS REGALITOS DE PEDRO LURO)

El jabalí (Sus scrofa) es básicamente un cerdo salvaje; de hecho, algunes científiques clasifican a los cerdos domésticos como una subespecie de jabalí: el Sus scrofa domestica. El jabalí sería al cerdo doméstico lo que el lobo (Canis lupus lupus) al perro (Canis lupus familiaris), o el tarpán (Equus ferus ferus) al caballo doméstico (Equus ferus caballus).

El jabalí es originario de Eurasia y el norte de África. En América del Sur no tenemos cerdos nativos. Sí tenemos a los pecaríes (del grupo de los tayasuidos, que no llegan a Patagonia), que conforman junto con los cerdos (jabalíes incluidos) el amplio grupo de los suinos. Los pecaríes (y por ende los suinos) arribaron a América del Sur bien temprano en el GIBA, justo cuando en África surgían los primeros miembros del género Homo,[147] hace unos tres millones de años, en el Plioceno tardío.[148]

Esos mismos Homo, tres millones de años luego de haber surgido, son los que introducirán a los suinos en la Patagonia. Olvidándonos de los cerdos domésticos que seguramente entraron con los colonos, nuestro cerdo salvaje, el jabalí, fue introducido en Argentina, específicamente en la provincia de La Pampa, en 1909.[149] [150] Lo hizo el empresario Pedro Olegario Luro Pradère, fundador del primer coto de caza de nuestro país.[151] Entre 1917 y 1922 algunos de estos bichos fueron transportados hacia la Estancia Collun-co, en Neuquén. En 1931, por accidente (accidente que tarde o temprano iba a ocurrir; «la vida se abre camino», diría Ian Malcolm), estos animales quedaron en libertad.[152] Otros fueron llevados a distintos campos cercanos al Nahuel Huapi, y de allí se escaparon, en 1914. Hoy andan a sus anchas por todos lados.

Lo introdujeron para cazarlo y hoy lo cazan para controlarlo: una jugada redonda de los cazadores.[153]

Nada bien, corre mejor, y come un poco de todo. Vive en grupos de hasta 20 individuos. En Abya Yala el jabalí no conoce depredadores naturales (en Europa sí: el lobo[154]). Esto, sumado a una alta tasa reproductiva (antes del año ya están reproduciéndose, y lo hacen todo el año[155]) y una gran capacidad de desplazamiento, es la clave que explica su actual descontrol poblacional. Descontrolados poblacionalmente, los jabalíes causan impactos en el suelo por medio de las «hozadas» u «hozaduras» (remoción del suelo en busca de alimento), y en los cuerpos de agua, alterando su calidad. También parece que impactan en las poblaciones de ñandúes.[156]

Como mencionaba en una nota al final del posteo (nota N° 7), en Río Negro existe un régimen de caza comercial que comprende a tres especies consideradas «perjudiciales», sin límite de piezas, entre ellas el jabalí (las otras son el ciervo colorado y el ciervo dama).

A los jabalíes se los persigue y caza normalmente empleando perros, pero esta modalidad es muy resistida por les defensores de los derechos de los perros. Como comenté en mi digresión chancheril del comienzo del posteo, hubo en Río Negro una polémica con relación a este punto (con audiencia pública y todo), que demoró el inicio de la temporada de caza 2023.[157] Sostienen les defensores de los perros que estos son sometidos a maltrato por los cazadores (no les dan de comer los días previos a la caza, entre otras torturas) y son expuestos a un grave peligro durante la caza misma (porque los jabalíes no se dejan cazar y se defienden: no son boludos).

Obviamente, el colectivo de los cazadores se opone a la prohibición de usar perros en sus correrías.[158] Dicen que si hieren de un tiro a un jabalí y el jabalí herido escapa, los perros podrían rastrearlo, de manera de poder rematarlo y así evitarle un sufrimiento innecesario. Y además los cazadores dicen que andar tirando tiros por el medio del campo es arriesgado (para la gente, no para los jabalíes).

Como comenté al principio, nadie se pone en el lugar de los jabalíes: les defensores de los perros porque no ven nada de malo en andar matando jabalíes a los cuetazos; les conservacionistas porque no ven nada de malo en andar matando jabalíes por el bien superior del ecosistema; los cazadores, bueno, tampoco ellos.

Tampoco el gobierno de Río Negro piensa mucho en estos bichos. O sí. En la Legislatura hay aprobado en primera vuelta un proyecto de ley (725/23) otorgando el carácter provincial a la «Fiesta del Jabalí al Asador», en Guardia Mitre. Proyecto que seguramente será sancionado porque es impulsado por el partido de Weretilneck.

Para poner a la gente de su lado, tal vez haga falta que Disney haga una película con un jabalí bueno. [Bueno, ya lo hizo: Pumba es un suino: un facóquero o «jabalí verrugoso» (Phacochoerus africanus).]

A los que sí Disney les dedicó una película es a los ciervos, más precisamente a un ejemplar juvenil de «ciervo de cola blanca» o «ciervo de Virginia» (Odocoileus virginianus).[159] Pero acá no tenemos a ese. Tenemos a otro que se ubica en el otro extremo del árbol evolutivo de los cérvidos: me refiero a nuestro ciervo invasor estrella: el ciervo colorado (Cervus elaphus).[160] Así como une la ve, tan querible, esta especie se encuentra entre las catorce especies de mamíferos invasores más «dañinas» reconocidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).[161]

Como grupo, los cérvidos están en América del Sur desde hace 2,5—3 millones de años. Llegaron más o menos para la misma época que los cerdos, siempre en el contexto del GIBA.[162] Arribaron en patota al menos ocho formas distintas de cérvidos y aquí continuaron evolucionando, multiplicando su número de especies. Algunas de esas especies llegaron hasta Patagonia: hoy tenemos aquí al huemul (Hyppocamelus bisulcus) y al pudú (Pudu puda): nuestros cérvidos patagónicos nativos.

Aquellos cérvidos del Plioceno ingresaron sin que nadie los obligara, pero al colorado lo trajeron contra su propia voluntad. Fue introducido en la provincia de La Pampa por Pedro Luro en 1909 (el mismo de los jabalíes),[163] y luego al suroeste de Neuquén junto con otras tres especies de ciervos. De los ciervos escapados de los cotos de caza (porque obviamente hubo algunos que se escaparon, y de las tres especies), solo los colorados consiguieron hacer pie y dispersarse ampliamente. (Les científiques descuentan que pronto se expandirán hacia la estepa, debido a la ausencia de barreras naturales.[164])

Lo que obviamente no resultó gratis en términos de impacto ambiental. El ciervo colorado altera la estructura y dinámica de la comunidad de plantas a través de la herbivoría y actividades asociadas como el pisoteo, raspado, descortezado, defecaciones y orina. En comunidades de bosques, a altas densidades (y el colorado alcanza densidades que no alcanzan otros cérvidos nativos), el Cervus elaphus inhibe el crecimiento de las especies arbóreas dominantes, altera la composición de especies, simplifica la estructura vertical de las comunidades y facilita la invasión de plantas exóticas.[165] Solo como ejemplo: en la Isla Victoria, se ha visto que, allí donde abunda el colorado, el sotobosque, que alcanza una altura promedio de 60 cm, está dominado por especies que no son consumidas por el ciervo; en cambio, donde no hay ciervos, el sotobosque alcanza los 130 cm promedio, y está dominado por especies que el ciervo consume (como el maqui y la parrilla) y no pisotea (como el amancay).[166]

Ahora bien, esos impactos causados por el colorado no obedecen per se al hecho de ser invasor. Según un estudio reciente publicado en la prestigiosa revista Science, del que participó Patricio Pereyra del Centro de Investigación Aplicada y Transferencia, Tecnológica en Recursos Marinos Almirante Storni (CIMAS) de San Antonio Oeste, el impacto de los megaherbívoros en general sobre las comunidades de plantas depende de los «rasgos funcionales» del bicho, más que de su condición de invasor o nativo.[167] El foco, entonces, debemos ponerlo en los rasgos funcionales del ciervo colorado: ¿qué lo hace tan dañino al ciervo colorado cuando invade?

En primer lugar, al bicho le viene bien casi cualquier ambiente: habita en bosques de coihues o cipreses, en la zona de ecotono, en matorrales de radales y maitenes, en la estepa. También en montes de coníferas introducidas.

En segundo lugar, come un poco de todo: gramíneas y especies leñosas, arbóreas o arbustivas. Se ha visto que el ramoneo del ciervo colorado puede reducir la abundancia del maqui (una planta nativa, Aristotelia chilensis), y así indirectamente afectar la interacción entre el picaflor rubí (Sephanoides sephaniodes), el quintral (Tristerix corymbosus), y el monito del monte (Dromiciops gliroides).[168]

El colorado compite por el alimento con los ciervos nativos, como el Pudu puda y el Hyppocamelus bisulcus. La cosa es saber hasta qué punto compiten cuando están en simpatría (es decir compartiendo el mismo lugar). En el caso del huemul se sabe que sus dietas se superponen parcialmente, aunque parece que el ganado doméstico, sobre todo el ovino, impacta más sobre esta especie que el ciervo colorado.[169] [170]

A los pumas (Puma concolor) no se los ve muy preocupados por la invasión de los ciervos colorados. Por el contrario: se los ve chochos, ya que representan uno de los principales platillos de su dieta.

Como comenté en una nota al final del posteo (nota N° 7), en Río Negro al ciervo colorado lo comprende el régimen de caza comercial para especies consideradas «perjudiciales» sin límite de piezas (Res. SAyCC N° 2023-87 que abre la temporada de caza comercial 2023 en la provincia).

No sé si esto lo hacen todos los años (lo anunciaron al menos en 2024), pero entre febrero y diciembre todo un sector del Parque Nacional Nahuel Huapi (el sector sudeste) se cierra al público y se convierte en un coto de caza: se cierran los senderos al público y se libera la zona para los cazadores. [171] Me hace ruido esto. Muchísimo ruido.

 

La culpa no la tiene el chancho, ok, pero entonces, ¿qué hacemos con los chanchos?

Ni idea. Lo digo en serio.

Es claro que no hacer nada es condenar a la extinción o extirpación a muchas de las especies nativas que viven en las zonas invadidas. Pero apostar francotiradores en mangrullos o refugios con cebaderos para que practiquen tiro al blanco con los jabalíes y ciervos axis (Axis axis), u organizar partidas de guardaparques armados, aunque sea con municiones «no contaminantes», con el propósito de controlar las poblaciones de esos animales, me parece sencillamente un horror. Esto, precisamente, es lo que hicieron en el Parque Nacional El Palmar (Entre Ríos) (Res. 289/2019 de Administración de Parques Nacionales), con muy buenos resultados, hay que decirlo.

Vuelvo a los trabajos de Gaby Klier y Constanza Rendón buscando algo de luz. No la encuentro. Mejor dicho, no encuentro una respuesta a la pregunta de qué hacer con los chanchos.

Pero leo a Gaby en una entrevista que le hicieron para «El Cordillerano» y encuentro algo, que más que un qué hacer es un qué no hacer: «salir a matar a todos (Gaby se refiere a los ciervos, no a los chanchos, pero para el caso es lo mismo) no es la solución».[172] Suscribo 100%. El entrevistador agrega, como cosa suya: «no hay salidas fáciles». Pero hay que encontrarle la vuelta, pienso yo; algo deberá ocurrírsenos.

Si la «justificación ecológica» de la caza es, al menos, discutible, su «justificación económica» es inadmisible. No se puede justificar la caza y la pesca recreativa simplemente porque mueve la economía. En este sentido, va siendo tiempo de cuestionar con mayor ímpetu un modelo de desarrollo local que tiene a la caza y a la pesca recreativa como pilares. Bah, eso si queremos reconstruir los lazos que nos unen al resto de las especies: volver a sentirnos parte de la Naturaleza.

 

Extractivismo e invasión de especies

Parece que no, pero este asunto de las invasiones biológicas tiene mucho que ver con el extractivismo.

Más arriba hablé de la «megapinería» y de la responsabilidad que les cabe a las corporaciones forestales por la invasión de pinos y otras especies de coníferas exóticas: aquí hay una vinculación bastante directa entre una cosa y la otra.

Menos directo es tal vez el impacto que causan aquellos proyectos extractivistas, la instalación de cuya infraestructura trae aparejada una remoción importante de terreno superficial, que crea condiciones que favorecen las invasiones. (Recordemos que las áreas disturbadas son mucho más invasibles que las no disturbadas.) Pensemos en un parque eólico, cada uno de cuyos molinos son dispuestos en bases de cemento excavadas, o en los mismos caminos que unen los molinos, o en los caminos y locaciones de las áreas petroleras, o en las superficies de terreno requeridas para la instalación de gasoductos y oleoductos. Con respecto a los oleoductos, por ejemplo, para el oleoducto Vaca Muerta Oil Sur, con 600 km por 15 metros de anchura,[173] se prevé una remoción de 9.000.000 m2, unos 10 km2. No parece mucho, pero constituye un corredor de 600 km que podría permitir o facilitar el avance de plantas exóticas de una punta a otra de la provincia. Hay que decirlo: esto también vale para los bordes de cualquier camino y los taludes de desmontes. Recientemente, tres investigadoras del CONICET en Bariloche, Giselle Chichizola, Sofía González y Adriana Rivere, trabajaron este aspecto, evaluando el rol que juega la construcción de caminos en las invasiones biológicas (que se suma a la fragmentación del hábitat y a tantos otros).[174]

Ni hablar de los mega emprendimientos inmobiliarios, que causan más impacto que las hozadas de todos los chanchos jabalíes del mundo.

Esto en el ámbito terrestre. En el ámbito marino costero, el incremento del transporte marítimo incrementa consecuentemente el arribo de bichos de afuera y termina impactando en las economías locales. Así como desde las asambleas sostenemos que los derrames de petróleo no son accidentes, no si no se los puede evitar, lo mismo vale para la introducción de especies exóticas. El transporte marítimo transporta inevitablemente organismos exóticos potencialmente invasores. Y un bicho marino exótico y descontrolado poblacionalmente puede causar tanto o más daño que un derrame de aceite o de petróleo. Aún no sabemos que efectos deparará la babosa tóxica en nuestras costas, pero seguramente no serán pocos.

En este sentido, el «agua de lastre» que descargarán los buques que lleguen a las costas de Playas Doradas a cargar petróleo crudo o amoniaco líquido o gas natural licuado o cualquier otra mierda química de esas, puede convertirse en un serio problema (un buque carguero puede transportar más de cien mil toneladas de agua de lastre[175]). Obviamente, todo depende de la gestión que se haga de esa agua y de los controles que se realicen, pero en todo el mundo este asunto del agua de lastre se ha mostrado muy difícil de controlar de forma efectiva. Ya vimos cómo se supone que llegó a Puerto Madryn el alga wakame, desde Marsella o desde donde haya venido.

Hay en Argentina unas 54 especies marinas introducidas, la mayoría en las costas de la provincia de Buenos Aires y el norte de Patagonia, y se presume que un buen porcentaje de ellas fueron introducidas por buques cargueros, posiblemente contenidas en agua de lastre, o incrustadas en sus cascos.[176] No estamos tan mal como en la bahía de San Francisco, en California, donde se han registrado hasta unas 450 especies introducidas de esta manera.[177] Pero démonos tiempo.

Actualmente, existe un Convenio sobre la gestión del agua de lastre (BWM, Ballast Water Management), que entró en vigor en 2017, y que logró abarcar el 90,98% del transporte marítimo a nivel mundial. Ese convenio obliga a que, antes de agosto de 2024, los buques sin un sistema de tratamiento de agua de lastre deban instalar uno para eliminar y destruir organismos biológicos antes de su descarga (hablo de los buques de los estados parte. EEUU no lo es; posee sus propias regulaciones). Además, cada buque debe tener un Plan de Gestión del Agua de Lastre y bancarse las inspecciones de las autoridades portuarias locales, que en nuestro país es la Prefectura Naval Argentina.[178]

Si los buques son los principales vectores de especies exóticas marinas, entonces, lógicamente, los puertos son su principal vía de entrada. Argentina cuenta con una Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras (EEI), y en el marco de esa estrategia se desarrolló un Sistema de detección temprana, acción precoz y prevención de la dispersión de EEI marinas en puertos y zonas aledañas.[179]

Pero la detección temprana es atajar el problema antes de que se desmadre. OK, es mejor atajar temprano un problema que no atajarlo, pero no deja de ser un parche. Y hablando de atajar: confiar 100% en la detección temprana es como confiar en que el arquero de tu equipo ataje todos los penales: todos no los va a atajar, hay que tratar de no cometerlos. Y aun así se cometen penales.



[2] La castración o mutilación reproductiva, o algún otro método de esterilización, es una opción intermedia que las sociedades urbanas han encontrado para la multiplicación de perros y gatos callejeros, pero definitivamente no podría aplicarse a jabalíes, visones y liebres. O sí, no lo sé. Al menos no ha funcionado con los hipopótamos de Pablo Escobar Gaviria.  

[3] Rendón, C. y Klier, G. R. 2017. El olvido del organismo: un análisis de las concepciones acerca de lo vivo y su valor en la biología actual. Scientiae Studia 15 (2): 459487;

Klier, G. R. 2018. Tiempos modernos: un análisis sobre los discursos de la biología de la conservación. Tesis Doctoral. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Universidad Nacional de Buenos Aires. 20 pp.

[7] En Río Negro, existe un régimen de caza comercial que comprende a solo tres especies consideradas «perjudiciales» sin límite de piezas: el jabalí (Sus scrofa), el ciervo colorado (Cervus elaphus) y el ciervo dama (Dama dama) (ver Res. SAyCC N° 2023-87 que abre la temporada de caza comercial 2023 en la provincia.[7]) Con respecto a la «caza deportiva», mayor o menor (solo con fines recreativos), los permisos son otorgados para estas tres y otras especies, como la palomas torcaza (Zenaida auriculata), la única nativa de la lista,[7] la liebre europea (Lepus europaeus), la codorniz de California (Laphortyx spp), el conejo silvestre (Oryctolagus cuniculus), y el visón americano (Mustela vison) (ver Resol-2023-195-E-GDERNE-SAYCC#SGG que abre la temporada de caza 2023)

[10] Núñez, C. I. y Núñez, M. A. 2007. Coníferas exóticas en Patagonia: ¿potencial invasión? Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 4(5): 27.

[11] Bobadilla, S. Y., Tarquino-Carbonell, A. P. y Ojeda, R. A. 2023. Introduced and invasive mammals: conceptual and historical perspectives for Argentina. Pp. 130 En A. E. J. Valenzuela, C. B. Anderson, S. A. Ballari, y R. O. Ojeda (eds.) Introduced Invasive Mammals of Argentina. SAREM Series A.

[12] Macchi, P. J. y Vigliano, P. H. 2014. Salmonid introduction in Patagonia: the ghost of past, present and future management. Ecología Austral 24: 162—172.

[13] Pulido Capurro, V., Carhuaz, E. O., Cano Coa, D., y Acevedo Florez, J. 2020. A 143 años de la migración de la garza bueyera Bubulcus ibis (Linnaeu, 1758) desde África hacia los Andes. Revista de Investigaciones Altoandinas 22(4): 352361.

[16] Quiroga, J. M. y Blasquiz, G. 2019. Valoración social y explotación de la rosa mosqueta en Bariloche y Zona de Influencia, Argentina. II Precongreso Argentino de Desarrollo Territorial. I Jornadas Patagónicas de Intercambio Disciplinar sobre Desarrollo y Territorio. San Carlos de Bariloche, 29 y 30 de abril de 2010.  8 pp.  https://rid.unrn.edu.ar/bitstream/20.500.12049/4724/1/QUIROGA%20y%20BLASQUIZ%20-%20Rosa%20Mosqueta.pdf

[17] https://rosapatagonica.com.ar/rosa-mosqueta-4/; Lobos Ortega y Silva Lemus, 2021.

[19] Lobos Ortega, I. y Silva Lemus, M. 2021. Generalidades de la rosa mosqueta. En I. Lobos Ortega y J. Icarte (eds.), Agregación de valor de la Rosa Mosqueta silvestre que crece en el Territorio Patagonia Verde, región de Los Lagos [en línea]. Osorno, Chile: Boletín INIA - Instituto de Investigaciones Agropecuarias. N° 447. https://biblioteca.inia.cl/bitstream/handle/20.500.14001/68197/Capitulo%201.pdf?sequence=4&isAllowed=y

[20] Quiroga y Blasquiz, 2019.

[21] Pelliza Sbriller, A. y Sepúlveda Palma, L. 2007. La rosa mosqueta, el colilargo patagónico y el hantavirus. Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 5(6): 1822. https://desdelapatagonia.uncoma.edu.ar/wp-content/uploads/2019/01/4.-Revista-N6_Pelliza.pdf

[22] Damascos, M. A. y Gallopin, G. G. 1992. Ecología de un arbusto introducido (Rosa rubiginosa L. = Rosa eglanteria L.): riesgo de invasión y efectos en las comunidades vegetales de la región andino-patagónica de Argentina. Revista Chilena de Historia Natural 65: 395407.

[25] Damascos y Gallopin, 1992.

[27] Pelliza Sbriller y Sepúlveda Palma, 2007.

[36] Sanhueza, C. 2012. Ecología y Manejo de Leguminosas Invasoras en la Sierra de La Ventana. Tesis Doctoral. Universidad Nacional del Sur.  https://repositoriodigital.uns.edu.ar/handle/123456789/2285

[41] Fulvio Pérez, C. y Seewald, P. 2019. Limnobium laevigatum (HUMB. & BONPL. EX WILLD.) HEINE (ALISMATALES, HYDROCHARITACEAE), una nueva especie invasora en la cuenca del río Negro, provincia de Río Negro, Argentina. Historia Natural 9(2): 211218.

[42] Cuminetti, S., Temi, S., Rauque, C., Buria, L. y Macchi, P. 2012. El acuarismo y sus riesgos. Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 9(13): 26. https://desdelapatagonia.uncoma.edu.ar/index.php/el-acuarismo-y-sus-riesgos/

[45] Quiroga, M. P., Vidal Russell, R., Núñez, C., Fernández Cánepa, G. y Speziale, K. 2023. Interacciones efectivas entre academia y gestión: participación de voluntarios para el control de una hiedra invasora en Puerto Blest, Parque Nacional Nahuel Huapi (Argentina). Bol. Soc. Argent. Bot. 58: 5769.

[48] Kutschker, A., Hechem, V., Codesal, P., Rafael, M., López, S. y Silva, V. 2015. Diversidad de plantas exóticas en áreas sometidas a distintos disturbios en el parque Nacional Los Alerces. Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica 50 (1): 4759. http://www.scielo.org.ar/pdf/bsab/v50n1/v50n1a06.pdf

[49] Cuassolo, F. y Díaz Villanueva, V. 2019. Exóticas en humedales: análisis de las comunidades vegetales de mallines naturales y urbanos en la ciudad de Bariloche. Ecología Austral 29: 405415.

[50] Cuassolo, F. y Díaz Villanueva, V. 2022. Una especie introducida en humedales, ¿posible invasora? Distribución de Potentilla anserina (Rosaceae) en el Parque Nacional Nahuel Huapi (Patagonia, Argentina). Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica 57(2): 255270.

[51] Jocou, A. I., Minué, C. R. y Gandullo, R. 2019. Primer registro de Malephora purpurocrocea (Aizoaceae, Ruschioideae) para la flora argentina. Darwiniana 7(1): 141151.

[52] Jocou et al., 2019, p. 144.

[55] Núñez, C. I. y Núñez, M. A. 2007. Coníferas exóticas en Patagonia: ¿potencial invasión? Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 4(5): 27.

[57] Núñez, C., Fernández Cánepa, G., Vidal-Russell, R. y Ezcurra, C. 2019. Plantas carnívoras en Puerto Blest. Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 16(28): 4855.

[58] Puntieri, J., Passo, A. y Pyšek, P. 2006. Hércules y su invasión de la Patagonia. Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 3(4): 29.

[59] Puntieri et al., 2006, p. 5.

[60] Masciocchi, M. 2018. Avispas sociales invasoras en la Patagonia argentina. Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 15(25): 2229.

[63] Masciocchi, 2018.

[64] Masciocchi, 2018.

[68] Macchi y Vigliano, 2014.

[72] Sin duda es muy destacable el esfuerzo que realiza el gobierno junto con algunas fundaciones ecologistas por preservar a las ranitas (https://ambiente.rionegro.gov.ar/?contID=77613&catView=254) y las mojarras (https://www.rionegro.com.ar/al-rescate-de-la-mojarra-desnuda-asi-trabajan-para-evitar-su-extincion-1130471/), pero hasta tanto las truchas y las mojarras plateadas sigan ahí, la amenaza permanecerá. Ah, y también que la Secretaría de Minería de la provincia la corte con seguir otorgando permisos de cateo dentro del ANP.

[74] Dato proporcionado por Relva et al. 2014, válido para ese año.

[75] Relva et al., 2014.

[76] Soricetti, M. 2022. Biología e Impacto de una nueva especie invasora en Patagonia argentina: la Carpa Común (Cyprinus carpio) en el Río Negro. Tesis Doctoral. Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata, p. 48. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/143525

[77] Rauque, C., Waicheim, A., Cordero, P. y Blassetti, G. 2017. ¿Qué se esconde tras la introducción de una especie? Desde la Patagonia. Difundiendo Saberes 14 (23): 3641.

[78] Soricetti, 2022, p. 50.

[80] Rauque et al., 2027, p. 39.

[81] Failla, M. y Fasola, L. 2019. Visón americano: un nuevo invasor del río Negro, Patagonia, Argentina. Mastozoología Neotropical 26 (2): 482486.

[82] Rauque et al., 2017, p. 37.

[84]  Ares, R. 2019. La Conducta de las Plantas. Vázquez Mazzini Editores, p. 160. https://www.fundacionazara.org.ar/img/libros/la-conducta-de-las-plantas.pdf

[85] Soricetti, 2021, p. 19.

[86] Soricetti, 2021, p. 163.

[88] Soricetti, 2021, p. 162.

[90] Soricetti, 2021, p. 164.

[93] Fulvio Perez, C. 2008. Fish, southernmost record of Astyanax pampa (Ostariophysi, Characiformes, Characidae). Check List. 4. 10.15560/4.4.424.

[105] Battini, N. 2020. Invasiones biológicas en áreas portuarias: evaluando estrategias de éxito de un molusco exótico, potencialmente neurotóxico y con un alto riesgo de expansión regional. Tesis doctoral inédita. Universidad Nacional de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. 160 pp. https://bibliotecadigital.exactas.uba.ar/download/tesis/tesis_n6993_Battini.pdf

[106] Liuzzi, M.G., López Gappa, J. y Schwindt, E. 2018. Hallazgo de una especie exótica del género Smittoidea (Bryozoa: Cheilostomata) en dos puertos argentinos. Libro de Resúmenes de las X Jornadas Nacionales de Ciencias del Mar. 30 de julio-3 de agosto de 2018. FCEyN-UBA, p. 218.

[108] López-Gappa, J., Liuzzi, M. G., Castro, K. L., Bobinac, M. y Schwindt, E. 2022. Fouling bryozoans in Argentine harbours (Southwest Atlantic): new records and the description of a new species. Zootaxa 5205(4): 374400.  https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/5.-fouling_bryozoans_in_argentine_harbours_southwest_atlantic_new_records_and_the_description_of_a_new_species.pdf

[110] Dos Santos, E. P. y Fiori, S. M. 2010. Primer registro sobre la presencia de Crassostrea gigas (Thunberg, 1793) (Bivalvia: Ostreidae) en el estuario de Bahía Blanca (Argentina). Comunicaciones de la Sociedad Malacológica del Uruguay 9(93): 245252.  https://notablesdelaciencia.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/60534/CONICET_Digital_Nro.464de7e9-7281-45b8-aeda-863dc0b4e991_A.pdf?sequence=2&isAllowed=y

[112]  Pascual, M. y Castaños, C. 2000. Cultivo de ostras cóncavas en Argentina: desde el criadero hasta la cosecha en el mar. Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA): 45 pp https://magyp.gob.ar/sitio/areas/acuicultura/cultivos/_archivos//000000_Acuicultura%20marina/100804_Cultivo%20de%20ostras%20c%C3%B3ncavas%20en%20la%20Argentina%20desde%20el%20criadero%20hasta%20la%20cosecha%20en%20el%20mar.pdf p. 10.

[113] Gigli, A., Archuby, F. M. y Díaz Martínez, I. 2019. Significación paleoambiental de las acumulaciones de moluscos del Campaniano de Paso Córdoba, General Roca, Río Negro. Libro de Resúmenes de la Reunión de Comunicaciones de la Asociación Paleontológica Argentina, 2729 de noviembre de 2019, p. 52.

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