FATTENING CONCENTRATION CAMPS

 

Fuente: https://www.adnrionegro.com.ar/2017/08/reglamentan-el-engorde-de-ganado-a-corral/


Desde que somos Homo sapiens —lo somos desde hace al menos 230.000 años[1] (y desde antes también), y hasta hace aproximadamente 13.000 años, los animales de cuya carne nos alimentábamos los tomábamos directamente de la Naturaleza, cazándolos, pescándolos o recolectándolos, en el caso de los animales sésiles, como algunos invertebrados costeros (mariscos, en términos gastronómicos). En esto no nos distinguíamos de otras especies animales no herbívoras. Pero hace aproximadamente unos 13.000 años comenzamos a producir animales «a nuestra medida», a partir de animales «arrancados» a la Naturaleza (si fuera posible arrancarle algo a la Naturaleza), cosa que no había hecho ninguna otra especie animal hasta entonces.[2] Pero no nos quedamos ahí. Desde hace 200 años producimos esos animales «en serie», y desde hace poco más de 100 lo hacemos en campos de concentración. Y los matamos mecánicamente.[3]

Ojo (I). En este posteo no pretendo abordar el inmenso tema de la alimentación humana (el cual, dicho sea de paso, me queda inmensamente grande). Hice esta breve introducción porque pocas veces se ve tan claro como en el tema que sí abordaré aquí, el de los feedlots (literalmente, «lotes de alimentación»), la gran tensión que existe entre nuestra necesidad de alimentarnos y el modo en que actualmente nos vinculamos con la Naturaleza (de la cual, nos guste o no, somos parte inescindible).

Ojo (II). Tampoco pretendo impugnar a la ganadería en su totalidad, aunque considero muy sólido el argumento de la filósofa catalana Marta Tafalla,[4] quien sostiene básicamente que los Homo sapiens comenzamos a cagarla cuando empezamos a domesticar plantas y animales… contra su voluntad.[5] Mucho menos reprobar el consumo de carne, aunque veo el problema y comparto muchos de los planteos del veganismo. Lo que pretendo aquí es simplemente poner la lupa en un modo particular de producción ganadera, el de los mencionados feedlots, y mostrar cómo este sistema de producción «en serie» profundiza los problemas socioambientales y éticos de la ganadería bajo el sistema tradicional de producción: el de las «vacas felices».


Un aplauso para el engordador

Los feedlots, también conocidos como «corrales de engorde», son predios cercados en los que se encierra a los animales para engordarlos, a base de una comida especial de alta concentración energética y digestibilidad.[6] (Aquí hablaré de bovinos, de los Bos primigenius taurus, pero hay feedlots de otros animales.) Este método de engorde es muy efectivo: un bovino sometido a ese régimen engorda en serio: puede aumentar su peso hasta 100 kg en tres meses.[7]

Los feedlots pueden poseer sus propios animales u ofrecerse como servicio para engordar animales que, por distintas razones, no pueden ser engordados («terminados», en la jerga ganadera) por sus propios dueños. A este sistema se lo conoce como «hotelerías».

Hay feedlots de recría y de engorde. Básicamente, los de recría son de crecimiento, y los de engorde de «terminación».[8] En los feedlots de recría, se encierran animales recién destetatos durante tres a seis meses para que completen su desarrollo en el corral, es decir, hasta detener la acumulación de proteínas, o sea de tejido muscular. A los feedlots de engorde ingresan animales desarrollados que deben engordarse hasta un nivel de engrasamiento óptimo. En condiciones normales, este engorde también puede hacerse en campos ganaderos, aunque demora más y solo es posible en primavera.[9], [10] En situaciones anormales, en cambio, el encierro en feedlots es casi obligado, como sucedió en nuestro país con la sequía histórica de dos años que oficialmente finalizó en 2023, que obligó a muchos productores a encerrar sus animales.[11]


Negocios gordos

En Argentina hay feedlots desde hace más de 50 años,[12] pero fue recién entre 2007 y 2009 que su numero explotó. En ese transcurso, el número de «existencias» bovinas en corrales de engorde pasó de 1.170.000 en octubre de 2007 a 2.118.434 en septiembre de 2009, lo que a esa fecha correspondía al 3,8% del total de existencias bovinas.[13]

El boom de los feedlots también puede verse en los números de la comercialización. En 2007, según un informe realizado por INTA Balcarce, alrededor del 20% de la faena anual provino de feedlots, mientras que en 2009, según datos aportados por Dardo Chiesa, presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA), el 75% del consumo cárnico de nuestro país tuvo esa procedencia.[14] Actualmente, casi un 90 % de la carne que se consume en el país proviene de corrales de engorde.[15]

Las razones del boom fueron varias. Una de ellas vale sobre todo para la región pampeana: la presión sojera. Claro (I): garpa más (literalmente) correr a los animales del campo y plantar soja.[16] Pero la presión sojera sola no alcanza a explicar la expansión de los «corrales de engorde». Claro (II): los productores bien podrían haber abandonado la ganadería y abrazar la soja, sin embargo muchos no lo hicieron. Hubo ganaderos que decidieron continuar en el negocio de la carne bovina y lograron adaptarse merced y aquí va otra de las razones a la decisión política del gobierno de Néstor Kirchner de incentivar la instalación de feedlots.

Decisión que tardó en llegar, y que lo hizo solo después de un larga crisis política que enfrentó al gobierno nacional con los ganaderos. Si bien la crisis arranca bastante antes, podemos ponerle fecha a su profundización: noviembre de 2005. Fue entonces cuando los ganaderos pusieron el primer grito en el cielo, al elevar el gobierno los derechos de exportación del 5 al 15%. El segundo grito fue a principios de 2006, cuando se suspendieron las exportaciones por 180 días (salvo cuota Hilton y convenios paíspaís). (La suba de las retenciones de noviembre de 2005 afectó al novillo pesado de exportación, y desalentó en cierta medida el engorde y la terminación de los novillos de este tipo[17]) Pasados 75 días, el gobierno reabrió las exportaciones, pero de manera acotada al 40% de lo embarcado en el período anterior.[18] Entendiblemente, esta reapertura parcial no calmó a los ganaderos, que seguían re calientes con el gobierno nacional (para ponerlo en contexto, todo esto es anterior a la crisis de la resolución N° 125/2008 del Ministerio de Economía y Producción).

A todo esto, los frigoríficos ya habían comenzado a enviar telegramas de despido, suspensiones o vacaciones anticipadas. Recién en octubre de 2007, el gobierno de Kirchner dispuso ampliar un mecanismo de compensación a los feedlots que ya venía aplicándose desde principios de ese año, mediante la resolución N° 4.668/2007 de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA). Esta resolución marcó el inicio del boom de los feedlots (Miguel Peirano era ministro de Economía y Javier de Urquiza secretario de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos).[19] Fue en realidad un mega boom: durante el periodo 20072010, el número de establecimientos pasó de 550 a 27.701.[20]

[Aparentemente, los engordadores querían exenciones impositivas y no subsidios (las compensaciones lo eran). Esto explica el clima hostil que el pobre secretario de Urquiza encontró en la inauguración de la Exposición Rural de Palermo de ese año, ante el cual Kirchner mismo, por celu, le ordenó bajarse del palco y no hacer allí el anuncio de la resolución.[21]]

Las compensaciones, que consistían en un monto equivalente a una cantidad de soja (3 kg) y maíz (6 kg desde febrero de ese año) por animal encerrado por día,[22] se suspendieron en mayo 2010 (ya con Cristina Fernández en el sillón de Don Bernardino) como consecuencia del mejoramiento del precio de la carne, lo que coincidió con la elevación del límite de la faena a 280 kg.[23] Hasta ese año, la ganadería dependía casi en un 90% del mercado interno, y sus precios estaban directamente influidos por el poder adquisitivo de la población.[24]

Con la apertura de las exportaciones todo eso cambió. De cualquier forma, ya para 2010 los frigoríficos que querían exportar debían a entregar cortes populares a precios establecidos, lo que se cumplió a medias, y en definitiva los cortes más caros quedaron fuera del alcance de los bolsillos medios.[25]

Con un 22%, las compensaciones a los feedlots ocuparon un segundo lugar de todas las compensaciones pagadas durante esos años; el primer lugar se lo llevaron los molinos de trigo con un 27%.[26]

La región pampeana concentra el 80% de los feedlots existentes en nuestro país. A comienzos del siglo XXI había unas 500.000 cabezas de bovinos en feedlots, poco más de un 1% del total. En la actualidad es un 4% y en alza.[27]


Haciendo cuentas

El encierre en corral no es barato, pero ¿es más caro que la ganadería a campo? Respuesta corta: en general, sí. Los costos en inversión y costos financieros del sistema de feedlots (construcción de los corrales, costos en transporte de los animales, alimentos, gestión del estiércol, limpieza de los corrales, etc.), son indudablemente muy superiores a los sistemas tradicionales y convencionales. Sin embargo, los que defienden el método de encierre argumentan que es más eficiente (más carne en menor tiempo) y que permite liberar tierras para la agricultura, de manera que esos beneficios compensan los mayores costos y vuelven rentable la actividad.

Uno de los aspectos centrales en la maquinaria del funcionamiento de un feedlot (entre otras cosas por el tema de los costos que mencioné) es el del alimento balanceado, el cual debe ajustarse a los requerimientos particulares del animal que el engordador desea engordar. Esa comida que se ofrece a los bovinos cautivos, además de cara, suele no ser inocua para los pobres animales.

Al respecto, dicen Verónica Alsina y Griselda Muñoz, investigadoras de la Universidad Nacional de Rosario:

«La dieta, altamente concentrada, provoca que se efectúe un pasaje rápido por los pre-estómagos para arribar al cuajar, modificando el ph del rumen y un cambio en la microflora y microfauna del mismo. Esto interrumpe la producción de saliva y el proceso de regurgitación produciendo menos gases y eructando menos el animal. Por esta modificación surgen numerosas patologías asociadas, enfermedades tóxico-metabólicas (acidosis, laminitis, abscesos hepáticos), de origen parasitario, infeccioso (respiratorias y digestivas) que genera la incorporación de gran variedad de drogas.»[28]

A los animales encerrados no se les puede cambiar la dieta de golpe. En efecto, cuando un animal sale de un sistema pastoril y se lo pone en un feedlot, su rumien debe acostumbrarse a una nueva dieta. Las bacterias que degradan la celulosa del pasto son distintas a las del almidón de los granos de maíz. La flora ruminal debe cambiar gradualmente.[29]

También, las tropas a alimentar deben ser homogéneas, porque el alimento que se pone en los comederos es el mismo; no pueden los animales encerrados en un mismo corral tener diferentes requerimientos alimenticios.

Los alimentos deben aportar (en proporciones variables según los objetivos):

1) Energía. Los hidratos de carbono, por ejemplo los que contiene el almidón de los granos de cereales: maíz, trigo, sorgo, etc.

2) Proteínas. Expeller de soja y expeller de girasol (El expeller es un subproducto que se genera de la extracción de aceite de distintas oleaginosas tales como la soja, el girasol o el algodón). El nitrógeno de las proteínas también se le puede aportar directamente como urea.

3) Fibras. Las que aporta el heno (conservación por vía seca) o el silaje (conservación por vía húmeda) para favorecer la rumia: megafardos de alfalfa (heno), silaje de maíz, cáscara de maní. En el norte se utiliza residuo de caña de azúcar como fuente de fibra, lo que le es útil a empresas que también explotan la caña de azúcar.[30]

3) Vitaminas minerales y aditivos.[31]

Si el engorde en corrales es violento, la recría lo es aún más. Los terneros destetados llegan estresados al establecimiento (y permanecen así). Si el viaje fue largo, hay que hidratarlos. Además hay que enseñarles a comer.


El precio ambiental del asado

Más allá de ser objetables desde la ética del trato animal, los feedlots arrastran un montón de problemas ambientales, y de hecho hubo, a lo largo y a lo ancho de la patria ganadera, un montón de denuncias por la instalación de estos establecimientos.  

Como comenté, hay problemas que se asocian con los feedlots que son nuevos: no están en la ganadería extensiva y sí en el ámbito urbano.

Uno es el de la gestión del estiércol, que es la mezcla de orinas y materia fecal. Donde se come no se caga... excepto en los feedlots. Un vacuno excreta hasta un 6% de su peso vivo (hasta 25kg diarios en un novillo de 400kg, lo que equivale a 3 kg sólidos).[32] OK, el estiércol puede ser utilizado como fertilizante, pero no todo, claro. Al menos en el sector fruticultura, el volumen de estiércol del ganado bovino de carne que es utilizado como fertilizante, equivale apenas al 1% del total generado.[33]

Los vacunos encerrados eliminan entre un 60 y 80% del nitrógeno (N) y fósforo (P) que ingieren,[34] de ahí que el estiércol contenga altos niveles de N y P, además de potasio (K) y calcio (Ca). Dependiendo de la dieta, también vuelcan al ambiente arsénico, cobre, cobalto, manganeso, selenio y zinc.[35]

El N de las excretas adquiere forma orgánica como sales de amonio, las cuales son adsorbidas por las arcillas. Esas sales de amonio se oxidan en nitritos y luego a nitratos, cuya lixiviación (su arrastre descendente por el agua) produce que se acumulen en los horizontes más profundos del suelo, alejándolos de las raíces de las plantas que podrían absorberlos, contaminando el suelo y eventualmente los acuíferos.[36]

El P es un nutriente de gran movilidad que puede avanzar hacia las napas. El exceso de fósforo en aguas superficiales puede provocar el crecimiento de algas, promoviendo la falta de oxigeno y la muerte de peces.[37]

Además, hay el problema de la salinización. Algunos autores ven que el mayor impacto de los feedlots es el de la salinización de los primeros 30 cm del suelo a causa de la materia orgánica acumulada,[38] pero un trabajo realizado sobre un corral luego de once años de actividad, reveló que la salinización abarcaba todo el perfil.[39]

En otros casos se encontraron en los suelos de los corrales, metales pesados en baja concentración: plomo, cobre y zinc, sobre todo en los primeros 15 cm.[40]

Otro asunto delicado es el de los efluentes. Esos ocurren por la colección y escorrentía del agua de lluvia que precipita sobre las áreas de los corrales. De ahí que estos deban poseen un sistema de drenaje y de captura por parte de un sistema de tratamiento. El efluente es rico en nitratos y fosfatos,[41] y además contiene minerales, compuestos químicos, bacterias, virus y huevos de parásitos, hormonas, y residuos de drogas de uso veterinario.[42] (Al ingresar al corral los animales reciben montón de vacunas: para «manchas», «gangrena gaseosa», «enterotoxeemia», «muerte súbita», «tétanos», etc. y una vacuna contra el «síndrome respiratorio» y la «queratoconjuntivitis».) [43]

El sistema de tratamiento de la mierda y meo de los bovinos hacinados consiste en piletas de decantación y un complejo sistema de lagunas de tratamiento. Hay varios tipos de lagunas de tratamiento: aeróbicas, de poca profundidad, en las que se produce la oxidación y reducción de la materia orgánica, a la vez que se evapora una buena cantidad de agua; anaeróbicas, de mayor profundidad, donde se produce la fermentación del material que genera gases que son liberados a la atmósfera;[44]y de maduración, donde se remueven los patógenos y coliformes fecales.[45]

(En principio, los efluentes, una vez tratados, podrían usarse para el riego.[46])

Claro, el sistema de piletas y lagunas no es la panacea: puede haber problemas con estas, sobre todo cuando no están bien diseñadas o cuando desbordan debido a fuertes lluvias, lo que ocurre no pocas veces en las tierras ganaderas.[47]

Otro es el de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Los feedlots producen varios GEI. Cada GEI posee un impacto distinto sobre el clima, y es muy difícil comparar sistemas (como el de la ganadería tradicional y el de feedlots) que emiten de forma diferente. Por esta razón, los gases de efecto invernadero distintos del dióxido de carbono (metano, óxido nitroso, hidrofluorocarburos, etc.) son normalmente convertidos a su valor equivalente en dióxido de carbono (CO2 eq.), multiplicando la masa del gas en cuestión por su Potencial de calentamiento global.)

Según un estudio realizado por la Lic. Leyli Giselle Kazlauskas Kong, el 48% de las emisiones totales del sistema de feedlots proviene de la producción y transporte del alimento consumido por los animales encerrados en el corral, y el restante 52% es generado en el propio corral, principalmente metano producido por la fermentación entérica (22%) y óxido nitroso emitido directamente del estiércol (22%).[48] Según los cálculos de la misma profesional, menos importantes resultaron las emisiones indirectas de óxido nitroso y de metano provenientes del estiércol, y aquellas ocasionadas por el uso de combustible fósil.

Hay una pregunta recurrente, y es sobre si las emisiones de los vacunos criados a corral son superiores a aquellas de los vacunos criados a la manera tradicional. En principio, la producción de metano vía fermentación entérica disminuye mucho (se reduce hasta la octava parte) cuando la alimentación es en base a forrajes de alta calidad, cuando se equilibran las raciones con alimentos suplementarios o cuando se incorporan granos a la dieta del ganado.[49] Sin embargo, en un informe especial para el Foro Social de las Américas elaborado por Taller Ecologista-Food&WaterWatch, el Movimiento Nacional Campesino Indígena, y Acción por la Biodiversidad, se consigna lo siguiente que modera lo anterior: «Se suele decir que el ganado engordado a corral emite menos gases de efecto invernadero que el criado a campo debido a la alimentación diferente. Pero el sistema de engorde a corral puede incrementar la producción de metano y de óxido nitroso a partir de heces y de residuos de alimentos que se descomponen naturalmente, así como de amoníaco, ácido sulfhídrico y otros compuestos que causan olores desagradables y que pueden llegar a irritar las vías respiratorias. El balance de gases de efecto invernadero debe hacerse no sólo sobre el animal, sino sobre el sistema completo con sus particularidades, teniendo en cuenta el aumento de la reserva de carbono en suelos de praderas y el menor uso de energía fósil de los sistemas pastoriles. En este sentido, es fácil concluir que si se contemplaran todas las emisiones del sistema, las generadas por el engorde a corral serían mucho más elevadas, seguramente, que las producidas en sistemas pastoriles.»[50] (Lo resaltado es mío.)

Veamos concretamente qué sucede con dos de los GEI más asociados con los feedlots: el metano (C4) y el óxido nitroso (N2O).

El metano. Como comenté, el metano proviene, principalmente, de la fermentación entérica del animal encerrado. Es decir, del proceso digestivo por el cual los azúcares son convertidos en moléculas simples para su absorción en el torrente sanguíneo. Ese proceso, del que participan bacterias metanogénicas, ocurre principalmente en el rumen, que es el primero de los cuatro estómagos de los rumiantes. El gas metano resultante es expulsado por la boca en forma de eructos.

Según datos aportados en 2015 por la Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, las emisiones totales de metano en nuestro país en 2012 treparon a 3.899,82 Gg, lo que representa un 19,1% del total de las emisiones correspondientes a ese año. De ese 19,1%, un 60,3% fu debido a fermentación entérica.[51]

OK, los animales en campo también eructan metano. Pero en los feedlots deben sumarse las emisiones de metano por la descomposición anaeróbica del estiércol, que además emite óxido nitroso.[52] Veamos exactamente cuánto metano es causado por lo uno y lo otro.

En Río Negro, según informa el Primer inventario de Gases de Efecto Invernadero (INVGEI RN) elaborado por la Fundación Bariloche y publicado en 2019, el metano emitido por fermentación entérica del ganado alcanzó 40,11 GigaGramos (ó 842,6 GigaGramos de Co2 eq.) (1 Gg es 1.000 millones de gramos), de los cuales el 76,1% provino del ganado bovino no lechero, es decir para la producción de carne[53] (tanto en campo como en feedlots). Por su parte, las emisiones de metano de la gestión del estiércol fueron calculadas en 1,11 Gg (que equivalen a 23,71 Gg de CO2 eq.). Por lo tanto, el total de las emisiones de metano de las dos categorías sumadas da 41,24 Gg de metano (es decir 865,98 Gg de CO2 eq.). Como se ve, casi todo el metano, el 97%, proviene de la fermentación entérica. (Los cálculos del inventario fueron hechos sobre un total de 607-981 cabezas de bovinos no lecheros, según datos del Ministerio de Agricultura de Río Negro, para el año 2016.)

El oxido nitroso. En los feedlots, el nitrógeno lo aporta el alimento balanceado y la urea que a veces se les ofrece como complemento. Las emisiones de óxido nitroso se dividen en directas e indirectas. Las directas se originan en el suelo, como resultado de la descomposición del estiércol (corresponden al 31% de las emisiones totales de GEI del establecimiento), mientras que las indirectas se producen cuando se aplica el estiércol como fertilizante, con pérdidas de nitrógeno volátil en forma de amoníaco (NH3) y óxido nitroso (con un aporte del 5%).[54]


Impactos en la salud (bovina y hominina)

El sistema de feedlots genera condiciones para que los bovinos desarrollen ciertas enfermedades, aun recibiendo las vacunas que las previenen.[55] Por ejemplo, en 2008, hubo un brote de leptospirosis en un feedlot de González Moreno, en el oeste de la Provincia de Buenos Aires, que causó la muerte de 52 teneros sobre un total de 1.542. (En este caso no hubo humanes afectades, aunque la leptospirosis también puede afectarles.) Las condiciones para el desarrollo de la leptospirosis se dan en los feedlots a causa de la proliferación de roedores y moscas, el almacenamiento de los alimentos y la acumulación de estiércol.[56] Esas condiciones se dan sobre todo en feedlots truchos, mal gestionados, aunque una gestión eficiente es siempre muy difícil. (Nota importante: los terneros muertos de González Moreno NO estaban vacunados. En un corral vecino, donde los animales sí estaban vacunados, no se enfermó ninguno.[57])

Además de la leptospirosis, otras enfermedades vinculadas con la instalación de feedlots pueden alcanzar a los seres humanos, como el hantavirus, que causa fiebres hemorrágicas, y el síndrome urémico hemolítico (SUH), que causa insuficiencia renal aguda en niños, y que es provocado por una cepa especial de Escherichia coli. [58]

Comer mucha carne de animal engordado en feedlots tampoco está bueno. La misma posee altos niveles de grasa intramuscular y saturada, difíciles de integrar en una dieta saludable, sobre todo en países como Argentina en los que el consumo de carne de vaca es alto.[59] También, los aditivos que aceleran el engorde de los animales que se agregan al agua o a la comida pueden dejar residuos en la carne que pueden causar alergias, resistencia a antibióticos, mutaciones y anomalías fetales y cáncer.[60] Por el contrario, la carne de vaca alimentada naturalmente a pasto posee importantes cantidades de sustancias naturales anticancerígenas.[61]


Legislando sin ganas

Los problemas socioambientales que generan los feedlots o las dudas sobre su sostenibilidad socioambiental, llevaron a varias provincias argentinas a regular su actividad.

En la provincia de Buenos Aires hay una ley de 2016, la N° 14.867, que abarca a los bovinos y bubalinos (los búfalos). (La ley parece que no fue reglamentada[62], [63], y de hecho, la ex gobernadora María Eugenia Vidal vetó varios de sus artículos.[64])

La norma bonaerense comprende a los corrales de recría y engorde (como comenté más arriba, la fase de recría abarca desde el destete del ternero hasta el momento en que el vacuno llega a un peso vivo a partir del cual está en condiciones de ser sometido a una dieta más intensiva para su terminación[65]).

Importante: la Ley N° 14.867 delega en las municipalidades la distancia mínima que los establecimientos deben tener respecto a escuelas, hospitales, industrias, cursos y espejos de agua, otros establecimientos de engorde, y otros puntos ambientalmente relevantes. Así, por ejemplo, la Municipalidad de General Dorrego, mediante Ordenanza N° 3.844/18[66], estableció las siguientes distancias mínimas:

a) 8000 metros del ejido urbano de la ciudad cabecera,

b) 4000 metros del ejido urbano de las localidades de El Perdido, Aparicio, Oriente y Marisol,

c) 2000 metros de otros establecimientos de engorde a corral o de alta concentración de animales de cualquier especie,

d) 1000 metros de las escuelas rurales,

e) 1000 metros de otras instituciones o instalaciones sociales,

f)  1000 metros de establecimientos de característica industrial,

g) 1000 metros de viviendas de establecimientos vecinos,

h) 1000 metros de los cursos de agua y espejos de agua, napas y acuíferos, y

i)  500 metros de los caminos vecinales y/o rutas.


Córdoba también tiene su ley, la N° 9.306/2006, que es más amplia que la de Buenos Aires, ya que abarca animales de todo tipo, incluyendo los acuáticos, sus productos y subproductos: carne, huevos, leche, cueros, pieles, plumas, pelo, lana, etc., y distingue entre establecimientos comerciales (Categoría A) y familiares o de autoconsumo (Categoría B).

A diferencia de la de Buenos Aires, la ley cordobesa sí establece distancias mínimas. Considera zonas críticas y/o sensibles, y autoriza a la autoridad de aplicación a prohibir la instalación de feedlots dentro de las mismas.

Las zonas críticas se colocan a una distancia inferior a 3.000 metros de poblaciones, vertientes de agua, ríos, arroyos, lagunas y lagos, es decir que a partir de los 3,000 metros de las mismas podrían ubicarse libremente establecimientos de engorde a corral, sistemas intensivos y concentrados de producción animal (SICPA), en su propia terminología (los de Categoría A, previa presentación de un Estudio de Impacto Ambiental; los familiares, previa presentación de una Constancia de Factibilidad de Localización, emanada de autoridad municipal, comunal o de comunidad regional, Art. 9).

El Art. 7, asimismo, establece una profundidad mínima de 10 metros para el acuífero libre.[67] Comprensiblemente, esto último fue muy cuestionado por los engordadores mediterráneos: según su exagerado entender, este punto del Art. 7 prohibía, de facto, la instalación de SICPAs en prácticamente toda la provincia.[68]

La Resolución N° 23/09 de la secretaría de medio ambiente de Santa Fe también es bastante específica en cuanto al asunto de las distancias mínimas. Así, el Art. 6 establece que los establecimientos de menos de 1.000 animales deberán ubicarse a más de 3.000 metros de áreas urbanas o suburbanas, y a más de 1.000 metros de asentamientos rurales; en el caso de establecimientos de entre 1.000 a 5.000 animales, estos deberán ubicarse a más de 5.000 metros de áreas urbanas o suburbanas, y a más de 1.000 metros de asentamientos rurales; y para establecimientos de más de 5.000 animales, su ubicación deberá ser a más de 5.000 metros de áreas urbanas y suburbanas, y a más de 1.000 metros de asentamientos rurales preexistentes. En todos los casos, independientemente del número de animales, los feedlots deberán ubicarse a más de 1.000 metros de establecimientos educacionales o de salud «u otros sitios de concentración de personas preexistentes» y a más de 2.000 metros de cursos o espejos de agua.

La Ley N° 10.233 de Entre Ríos también habla de distancias. En su Art. 14 establece que son consideradas como zonas de protección a las localizadas a una distancia inferior a los 5.000 metros de centros poblados. A su vez, el Art. 16 determina una distancia mínima de localización que no puede ser vulnerada de 1.000 metros entre distintos EPEC (Establecimientos Pecuarios de Engorde a Corral), cada uno de los cuales debe estar ubicado a una distancia igual o mayor a 1.000 metros de escuelas u otras instituciones o instalaciones sociales.


En Río Negro

El capítulo presente de la ganadería bovina en Río Negro arranca en 2013, cuando Nación modifica la barrera sanitaria cambiando el status al sur del río Colorado como zona libre de aftosa sin vacunación pero con monitoreo. [69], [70] A partir de ese año, perdió sentido económico mandar los terneros hacia el norte del «Coli Leuvú», y se volvió rentable terminar los animales localmente para proveer de carne con hueso a la Región Patagónica.[71]

Actualmente, la ganadería bovina en la provincia no posee una impronta exportadora: lo que tracciona la producción es el mercado interno: la carne que consumimos les rionegrines. LMCipolletti 

En el INVGEI RN, se indica, para el 2016, un total de cabezas bovinas de 609.481 entre bovinos no lecheros (607.981 cabezas) y lecheros (1500). Esto es considerando vacas, vaquillonas, novillos, novillitos, terneros y terneras, toros, toritos y bueyes. De esos seiscientos nueve mil y pico, el inventario de GEI de Río Negro consigna, a partir de datos de 2016 del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), unos 70.000 bovinos de carne en feedlots.[72]

En 2020, según datos del Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios, el total de bovinos en Río Negro había trepado a 673.290 cabezas[73]; al año siguiente, según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, ese número había bajado un poco: 647.320 cabezas.[74] En 2022, la población humana de Río Negro era de 750.768 habitantes, de manera que ese año hubo un 14% más de gente que de bovinos. Por el contrario, a nivel nacional, los Bos primigenius taurus superaron ese año en un 17% (54.242.595 de cabezas[75]) a los Homo sapiens (46.234.830 personas[76]).

Actualmente, los departamentos de la provincia con mayor número de cabezas bovinas (más de 150.000) son los departamentos de Alsina y Conesa, seguidos por Pichi Mahuida y Avellaneda (entre 100.000 y 150.000).[77] En Río Negro, no solo la distribución geográfica de los animales es despareja. Hacia fines de 2020, los 774 productores no familiares, es decir aquellos con más de 500 cabezas bovinas, representaban el 24% del total provincial de productores (en número de 3255), pero reunían el 66% de la hacienda bovina (441.761 cabezas).[78]

En 2021, se registraron en Río Negro 22 establecimientos de engorde a corral, con 24.747 bovinos (1,6% del total nacional).[79] En una nota de 2017 publicada en el diario «Río Negro», se dan números parecidos: se habla de unos 30.000 bovinos encerrados en 30 feedlots regulares (o sea, con habilitación provisoria), sobre un total de 200.[80]

Según la página Web de la Cámara Argentina de Feedlots, en Río Negro no hay establecimientos de hotelería, por lo que aquellos 22 establecimientos regulares son de sus propietarios.[81] (Sí hay uno en Gaiman, provincia de Chubut.)

En Río Negro también tenemos una ley, la N° 4.997/2014, sancionada a partir de un proyecto presentado por Alejandro Betelú (Alianza Concertación para el Desarrollo).[82]

También hay un decreto reglamentario, el N° 1.916/2016, y otro decreto, el N° 154/2018, que reglamenta el Art. 19 de la ley N° 4.997.

Hubo un proyecto anterior, el N° 840/2011, que caducó sin tratarse. Fue presentado por Fabián Gatti con las firmas acompañantes de sus compañeras del bloque REDES (Renovación y Desarrollo Social): Beatriz Manso y Martha Ramidán. Traigo aquí el proyecto de ley de Gatti al solo efecto de compararlo con el que terminó aprobándose (que, no sorprendentemente, terminó siendo bastante más laxo que este).

¿Qué decía el proyecto del abogado cipoleño? En primer lugar, establecía distancias mínimas (Art. 11): los feedlots no podían instalarse: a menos de 6.000 metros de los centros poblados (Inc. a); en áreas rurales, a menos de 1.000 metros de construcciones habitadas (Inc. b); y en áreas inundables o de riesgo aluvional (Art. 12). En segundo lugar, prescribía que todos los feedlots debían presentar un plan de manejo de los efluentes y excretas sólidas (Art. 13, Inc. d); realizar una evaluación de impacto ambiental con todas las de la ley (digo, la Ley N° 3.266) (Art. 13, Inc. f); instalar freatímetros, en un número y ubicación a indicar por la autoridad de aplicación (Art. 17), y un montón de cosas más.

Vayamos, ahora sí, a la Ley N° 4.997 y sus decretos reglamentarios. 

Primero, la ley. El Art. 2 crea el registro provincial de feedlots bovinos, ovinos y caprinos. El Art. 3 establece dos categorías de feedlots: Categoría 1, por debajo de los 250 bovinos (o equivalentes ganaderos de ovinos o caprinos, esto está aclarado en la reglamentación), y Categoría 2, con 250 o más bovinos o eq. El Art. 7 establece los requerimientos para la instalación de feedlots de ambas categorías. Los de Categoría 1 deben presentar una Declaración Jurada Ambiental; los de Categoría 2, un Estudio de Impacto Ambiental (La DJA es un dibujo como los EIA, pero mucho más tranqui). A diferencia del proyecto de Gatti, la ley sancionada no habla de distancias mínimas: este asunto es dejado para la reglamentación, o sea delegado al ejecutivo (trato ello más adelante). Eso sí: el Art. 9 prohíbe la instalación de feedlots en zonas urbanas o suburbanas, humedales y zonas inundables o anegables. El Art. 11 prescribe que los establecimientos de Categoría 2 deben tener un sistema de monitoreo de las aguas freáticas. Por último, la ley establece en su Art. 25 un plazo de 90 días para la reglamentación. Obvio que esto no se cumplió: debieron pasar dos años para que la ley finalmente se reglamentara.

Ahora, el decreto reglamentario, que, como anticipé, es el N° 1.916, y apareció en el Boletín Oficial de Río Negro N° 5.520 del 15 de diciembre de 2016.[83]

En primer lugar, como anticipé, el decreto aclara lo de los equivalentes bovinos, cosa importante por el asunto aquel de la categorización. La equivalencia reglamentaria es esta: 1 bovino = 8 ovinos = 10 caprinos.

En segundo lugar, establece, para ambas categorías, una profundidad mínima de 2 metros para la freática en «áreas de valles irrigados», es decir que, en sitios en donde esa profundidad sea menor, los feedlot no podrían instalarse (lo pongo en potencial porque esto después cambiará con el decreto N° 154/18). Para todas las áreas, hay otro criterio técnico basado en la conductividad eléctrica del agua del acuífero: en zonas donde el contenido de sólidos totales disueltos del acuífero freático, medido en unidades de conductividad eléctrica, sea menor de 2000 MS/cm (dos mil microsiemens por centímetro[84]), tal que posibilite su uso para consumos domésticos, solo se permitirá la instalación de feedlots de Categoría 1. En zonas donde el contenido de sólidos totales disueltos del acuífero freático, medido en unidades de conductividad eléctrica, sea mayor de 2000 uS/cm se permitirán ambas categorías.

Con respecto a las distancias mínimas (recordemos que les legisladores habían pateado este asunto para la reglamentación), se dan las siguientes: Categoría 1, a evaluar en cada caso por la AA. Categoría 2, más de 5.000 metros de áreas de áreas urbanas, suburbanas y asentamientos rurales, y 8.000 metros o más de los límites de un ANP, excepto de aquellas con categoría de manejo de zona de usos múltiples. Con relación a la distancia de escuelas o de salud, o de concentración de personas, lo mismo: los de Categoría 1, a evaluar por la AA, y los de Categoría 2, a más de 5.000 metros. Con respecto a la distancia mínima de cuerpos de agua permanente (es decir que no comprende a los canales ni a los drenajes): 250 metros para los de Categoría 1; 1.000 metros para los de Categoría 2; 2.000 metros para subcategorías 2B (de 500 a 1.000 bovinos) y 2C (más de 1.000 bovinos).

El Art. 9 de la Ley N° 4.997 establece en su Inc. a la prohibición de instalar feedlots en zonas urbanas o suburbanas. Pues bien, el decreto N° 1.916 establece que, además, se deberán respetar las reglamentaciones municipales o de las comisiones de fomento (no entiendo bien por qué si están prohibidos…).

Como se ve, y para cerrar con el decreto N° 1916, los feedlots de menos de 250 bovinos, los de Categoría 1, no son casi alcanzados por el mismo, al menos con respecto al delicado asunto de las distancias. La decisión final termina recayendo en la Autoridad de Aplicación: el ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Río Negro, con la participación  del DPA y la secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable como Autoridades de Aplicación Complementarias (Art. 4).

El otro decreto que ya mencioné, el N° 154/18, reglamenta el Art. 19 de la Ley N° 4.997/14, el correspondiente a las evaluaciones y aprobaciones (que no está reglamentado en el decreto N° 1.916/16). Dicho artículo dice lo siguiente: «Para que la autoridad de aplicación otorgue la habilitación de instalación y funcionamiento (aclaración mía: habla de establecimientos de ambas categorías) deberá contar con aprobación previa del Departamento Provincial de Aguas (DPA) y de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable. La autoridad de aplicación analizará y evaluará si se han cumplido los extremos legales para proceder a la habilitación de los establecimientos y, en su debido caso, otorgará la habilitación.» «En el caso que la presentación no cumpla con las exigencias legales procederá al rechazo de la misma, mediante resolución fundada.»). (Lo resaltado es mío.) En los considerandos del decreto N° 154 se menciona que el mismo es «a pedido» de la Federación de Sociedades Rurales.[85] (Las notas periodísticas anteriores a 2018, dan cuenta de esa presión de los engordadores, sobre todo de los del Valle Medio, por torcer el espíritu de la ley, cosa que finalmente lograron.[86]

El decreto N° 154, como se podrán imaginar, apunta a la exigencia de mínimas distancias (con respecto a áreas urbanas, cuerpos de agua, etc.) y profundidades (con respecto a la freática) para la localización de los feedlots. Apunta a eliminarla, se entiende. Básicamente, lo que dice el decreto N° 154 es, «Ok. Si quieren otras distancias u otras profundidades, lo charlamos». Copio enterita esta parte del decreto porque no tiene desperdicio:

«La Autoridad de Aplicación, en conjunto con las Autoridades de Aplicación Complementarias, podrá contemplar la habilitación de Establecimientos de engordes intensivos a corral que no se ajusten al Art. 8° del presente reglamento en lo referido a distancias mínimas y/o profundidad del nivel freático, debiendo para ello evaluar y elaborar dictamen técnico del Plan de Gestión Ambiental presentado que deberá presentar el interesado. Se entiende por Plan de Gestión Ambiental al conjunto de medidas que incluyan las responsabilidades, prácticas, procedimientos, procesos de autorregulación y recursos propuestos por el titular de la actividad a fin de prevenir y mitigar los impactos ambientales adversos. En caso de no verificarse la profundidad mínima requerida establecida en el Art. 8°, Punto 1 Inc. b) del presente reglamento, el Plan de Gestión Ambiental deberá asegurar la desconexión hidráulica. En aquellos establecimientos de engorde intensivo a corral que se ubiquen a distancias inferiores a las establecidas en el Art. 8°, Punto 2 del presente reglamento, el Plan de Gestión Ambiental deberá contemplar las prácticas que garanticen la ausencia de olores y el riesgo de contaminación hídrica. La Autoridad de Aplicación podrá convocar a la Federación de Sociedades Rurales a participar en el proceso de análisis y evaluación de los Planes de Gestión Ambiental. Para mantener su habilitación, los establecimientos de engordes intensivos a corral deberán sostener el cumplimiento de las condiciones establecidas en el Plan de Gestión Ambiental.» (El resaltado es mío.)

De los creadores de «Nos toman por boludes». Alberto Diomedi, entonces ministro de ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería de la provincia de Río Negro, aquel mismo que se gastó la lengua porfiando que la fruticultura y el fracking podían coexistir, aseguró al diario «Río Negro», refiriéndose a la nueva reglamentación que se venía: «No habrá modificación sino que se reglamentarán dos artículos».[87] O sea, el Poder Legislativo (la ley) ordena que las presentaciones que no cumplan con las exigencias legales sean rechazadas, y el Poder Ejecutivo (el decreto) contempla la habilitación de feedlots que no cumplan con las exigencias legales.


¿Es posible una ganadería sustentable?

Antes de responder esta pregunta hay que decir que no es posible abordar el análisis de los feedlots o la ganadería industrial en general sin enmarcarlo en el tema de la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a producir y consumir alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, obtenidos en forma sostenible y ecológica, y a decidir su propio sistema alimentario y productivo.[88]

Entonces, y atendiendo lo anterior, la respuesta a la pregunta es sí, en principio.

En el Informe Especial para el Foro Social de las Américas se habla de un Modelo Campesino Indígena para la producción de alimentos sanos que abarca un modo de ganadería de bajo impacto, basado en la cría de animales de distintas razas y variedades en forma combinada, en granjas familiares y comunitarias, alimentados a forrajes naturales, arbustos hojas y frutos, estacionales. Los autores del IEFSA destacan el MCI consume poca energía y emite pocos GEI, usa medicamentos de origen natural, y prioriza circuitos de comercialización local y provincial.[89]

Eso sí, hay algo que no puede soslayarse más y es que el mundo debe reducir drásticamente el consumo de carne, sobre todo bovina, como una forma de asegurar la disminución al mínimo del número de cabezas bovinas. Es una forma segura, la única que tenemos al alcance, de reducir rápida y significativamente la emisión de GEI. Para que quede claro: si todes fuésemos veganes, las emisiones de GEI se reducirían casi a la mitad.[90]

En el mismo sentido, compas de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) proponen reducir el consumo per capita interno a nivel nacional, para reducir el impacto de la ganadería en las emisiones del sector Agricultura, Silvicultura y otros Usos de la Tierra (AFOLU).[91] Piensan que así, junto con una mayor eficiencia en la producción de carne bovina, se conseguiría reducir un 40% el número de cabezas de vacunos (proponen sustituirlas por ganado aviar y porcino). De todas formas, su propuesta no contempla la reducción de las exportaciones, porque reducirlas, entienden, impactaría en la balanza económica del país.

Hasta hoy, tomamos o arrancamos de la Naturaleza lo que precisamos para alimentarnos. Desde que somos Homo, desde hace unos 2.500.000 años, cuando iniciamos orgullosos la etapa evolutiva de nuestra expansión encefálica, incorporamos carne en nuestra dieta.[92] Desde hace 10.000 años y hasta hoy, comemos carne de bovinos domesticados (Bos primigenius taurus); bovinos producidos a partir de un bovino que arrancamos a la Naturaleza (Bos primigenius primigenius).[93] Hoy, por distintas razones, socioambientales pero también éticas, no hay más margen para seguir consumiendo carne bovina como lo venimos haciendo.

Poco o nada de carne bovina en nuestra dieta. Si es poco, la misma debería provenir de granjas comunitarias o familiares, con animales integrados al resto del sistema agroecológico (lo que no implica la felicidad de los bovinos, que siguen existiendo, ignorándolo, para ser comidos u ordeñados). Si es nada, mucho mejor, aunque a les omnívores nos duela.

 



[5] Digo esto de la voluntad porque a la domesticación de perros y gatos se la suele poner en una categoría distinta. Hubo un momento en que algunos lobos (Canis lupus lupus) y algunos humanos comenzaron a cooperar y convivir porque convenía a ambos, estableciendo una suerte de simbiosis. La de los Canis lupus familiaris no fue una domesticación dirigida por los humanos solos. Esto lo reconoce la propia Tafalla en Tafalla, M. 2013. La apreciación estética de los animales. Consideraciones estéticas y éticas. Revista de Bioética y Derecho N° 28. Universitat de Barcelona (ver nota 7 al final del trabajo). http://www.ub.edu/fildt/revista/rbyd28_animal.htm Entiendo que la filósofa estadounidense Donna Haraway es de esta misma opinión. https://es.wikipedia.org/wiki/Donna_Haraway  

[8] Ceconi, I., Davies, P., Méndez, D. y Elizalde, J. 2018. Recría de terneros a corral; ganancia de peso, peso de ingreso y manejo de la alimentación. RTA 10 (38): 34-39.

[9] Laporta Pomi R., De león, S., y Melnik, C. 2011. Costos de Feedlot. XXXIV Congreso Argentino de Profesores Universitarios de Costos. 19pp. Disponible en: https://www.iapuco.org.ar/trabajos/xxxiv/TRABAJO_016.pdf

[10] Informe Especial para el Foro Social de las Américas (IEFSA). s/f (2010?). Engordes a corral en Argentina. Una amenaza para la salud, el ambiente y la producción campesino-indígena. Taller Ecologista-Food&WaterWatch, Movimiento Nacional Campesino Indígena, Acción por la Biodiversidad. 31pp.

[13] IEFSA, s/f, p. 10.

[14] IEFSA, s/f.

[17] IEFSA, s/f, p. 20.

[18] IEFSA, s/f.

[19] IEFSA, s/f.

[20] Alsina, M.V. y Muñoz, G.M.C. 2023. Análisis de las normativas de engorde a corral o feedlot de la región pampeana desde la mirada de la teoría de sistemas. Ejes de Economía y Sociedad 12: 195-213.

[23] IEFSA, s/f, p. 13.

[24] IEFSA, s/f.

[25] IEFSA, s/f.

[26] IEFSA, s/f, p. 20

[27] Alsina y Muñoz, 2023.

[28]  Alsina y Muñoz, 2023, p. 202.

[32] Alsina y Muñoz, 2023.

[33] Alsina y Muñoz, 2023, p. 199.

[34] Alsina y Muñoz, 2023, p. 199.

[35] Alsina y Muñoz, 2023, p. 199.

[38] Alsina y Muñoz, 2023, p. 199.

[39] Alsina y Muñoz, 2023, p. 200.

[40] Alsina y Muñoz, 2023, p. 199.

[41] Gonsolin, R. 2013. Sistema de tratamiento de efluentes en feedlot. Sitio Argentino de Producción Animal. https://www.produccion-animal.com.ar/informacion_tecnica/invernada_o_engorde_a_corral_o_feedlot/124-Sistema_tratamiento_efluentes.pdf

[42] IEFSA, s/f, p. 13.

[43] Vega Monsalve, 2015, p. 10,

[45] Gonsolín, 2013, p. 2.

[47] Alsina y Muñoz, 2023, p. 201.

[48] Kazlauskas Kong, L. G. 2018. Modelación de las emisiones de GEI de un sistema feedlot y análisis de mitigación por manejo del estiércol. Trabajo Final de la Licenciatura de Tecnología Ambiental. UNCPBA. Facultad de Ciencias Exactas. 98pp. Disponible en https://ridaa.unicen.edu.ar:8443/server/api/core/bitstreams/5555606f-e492-462a-b146-0a034d6083e9/content

[49] Kazlauskas Kong, 2018, p. 7.

[50] IEFSA, s/f, p. 14.

[51] Kazlauskas Kong, 2018, p. 6.

[53] Primer Inventario de Gases de Efecto Invernadero de la provincial de Río Negro. 2019. Fundación Bariloche, 183pp. (p. 63, 67).

[54] Kazlauskas Kong, 2018, p.8.

[55] IEFSA, s/f, p. 15.

[56] IEFSA, s/f., p. 15.

[57] Licoff, N., Koval, A., López, S., Margueritte, J. y Mejía, M. 2008. Brote de leptospirosis en feed lot: descripción del caso, confirmación diagnóstica y medidas de control implementadas. Veterinaria Argentina 25(250): 749-755. Disponible en  https://www.produccion-animal.com.ar/sanidad_intoxicaciones_metabolicos/enfermedades_en_feedlot/09-leptospirosis.pdf

[58] IEFSA, s/f, p. 15.

[59] IEFSA, s/f, p. 15.

[60] IEFSA, s/f, p. 15.

[69] Pérez Centeno y Villareal, 2021, p. 5.

[70] Vega Monsalve, G. 2015. Feedlot. Tecnicatura superior en control de sanidad y calidad agroalimentaria. UNRN, 26pp., p. 1

[72] INVGEI RN, Tabla 3.3 p. 77.

[73] Pérez Centeno, M. y Villareal, P. 2021. Ganadería bovina en la EEA Alto Valle. Análisis de las principales variables productivas y socioeconómicas. INTA Ediciones, Centro Regional Patagonia Norte, p. 8.

[77] Pérez Centeno y Villareal, 2021, p. 9, Fig, 1.

[78] Pérez Centeno y Villareal, 2021, p. 12.

[79] SENASA, 2021. Caracterización de Establecimientos de Engorde a Corral. 22pp., p.8.

[88] IEFSA, s/f, p. 21.

[89] IEFSA, s/f, p. 21-22.

[92] Mateos Cachorro, A. 2010. Los orígenes de la alimentación humana. Publicación del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). 17pp. https://www.colvetvalladolid.es/imagenes/formaciones/6a_AnaMateos_Documentacion_Jornadas.pdf

 


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