¿TRANSICIÓN? ARRANQUEN SIN NOSOTRES

 

Foto: LMNeuquén

En un posteo anterior hablé de lo que el gobierno parece entender por transición justa y de las razones que da para no empezar la transición.[1] Para el actual gobierno argentino, decía en ese posteo, transición justa es no hacer la transición a menos que:

1) el país pueda financiarla canjeando parte de su deuda por «acciones climáticas» (ya sea mediante una quita de capital o una baja de las tasas de interés), o al menos obteniendo una importante extensión de los plazos de pago,

2) se acuerde una moratoria de patentes de adelantos importantes para la descarbonización y una liberalización del comercio de bienes y adelantos ambientales estratégicos, y (o al menos)

3) se le permita al país continuar con su modelo agroexportador (y sostener sus perspectivas petroexportadoras), sin barreras arancelarias por cuestiones climáticas.

Me interesa detenerme en el punto 1 y explorar brevemente hasta dónde y de qué forma ese supuesto financiamiento podría plasmarse. De entrada señalo que no debemos hacernos los rulos. Los países enriquecidos nunca dan puntada sin hilo. La posibilidad de que estos países nos financien gratuitamente es ilusoria.[2] Lo harán, en todo caso, porque les conviene y a su manera. Y siempre a cambio de algo.

Con respecto a la crisis climática y la transición, los países del Sur Global (de ahora en más, los países no desarrollados) vienen sosteniendo una posición que podría expresarse de esta forma: Ok. Aun cuando Uds. los países del Norte Global (en adelante, los desarrollados) han contaminado mucho y nosotros poco, aun cuando somos, de alguna forma, acreedores ambientales de Uds., vamos a hacernos cargo de la parte que nos toca. Eso sí: siempre atendiendo el «Principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas» (PRCD). La respuesta de los países desarrollados a este último posicionamiento podría enunciarse sucintamente así: Ok, vamos para adelante nomás.

¿Qué significa eso del PRCD? ¿Qué implica? ¿Que los surglobaleños estamos justificados ante la comunidad internacional a transicionar menos o directamente a no transicionar? ¿Por qué la comunidad internacional, incluidos los países desarrollados, terminaron aceptando alegremente ese principio?

Uno podría pensar, con todo el derecho del Mundo Global, que los países desarrollados adhirieron a ese principio como a un montón de otras cosas que no estaban dispuestos a cumplir. Creo que la cosa va más allá de eso. Los países desarrollados necesitan que haya países no desarrollados como los nuestros que admitan su parte de responsabilidad ante la crisis climática (responsables pero hasta ahí nomás); países no desarrollados que confiesen su «deuda ambiental» con el planeta, incluso creyéndose «acreedores ambientales» de los países desarrollados.

¿Por qué?

Bueno, antes de responder a esa pregunta y perder definitivamente el hilo de este post, permítanme hacer un repaso cronológico del PRCD, de largo recorrido en la política ambiental internacional, con antecedentes en el terreno del derecho internacional de comercio (donde ha fracasado rotundamente, dicho sea de paso).[3], [4] Primero expondré cómo el principio se fue construyendo en las sucesivas reuniones climáticas internacionales, particularmente Río, Kyoto y París. (En esta parte veremos hasta qué punto los compromisos asumidos en esas reuniones podrían redundar en un financiamiento para los países no desarrollados.) Segundo, hablaré de lo que a Argentina le toca, en tanto país responsable pero hasta ahí nomás.

 

Río

El PRCD se institucionalizó en 1992 en Río de Janeiro (Brasil). Figura con todas las letras en el Principio N° 7 de la Declaración sobre Medioambiente y Desarrollo, realizada en el marco de la Cumbre de la Tierra realizada ese año en esa ciudad:

«Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conservar, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra. En vista de que han contribuido en distinta medida a la degradación del medioambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que les cabe en la búsqueda internacional del desarrollo sustentable, en vista de las presiones que sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las tecnologías y los recursos financieros de que disponen.»[5] (El subrayado es mío.)

También está en el Art. 3.1 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), otro de los documentos firmados en ocasión de la Cumbre de Río, que entró en vigencia en 1994:[6]

«Las Partes deberían proteger el sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras, sobre la base de la equidad y de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas capacidades. En consecuencia, las Partes que son países desarrollados deberían tomar la iniciativa en lo que respecta a combatir el cambio climático y sus efectos adversos.»[7]

Antes de Río, «responsabilidad común» era entendida como «preocupación» o «interés común» (common concern, en inglés) en el cuidado del planeta.[8] Por su parte, «responsabilidad diferenciada» hacía referencia a las desiguales capacidades que poseían los países para tomar medidas de mitigación.[9] A partir de Río la cosa cambió. Las responsabilidades diferenciadas comenzaron a ser entendidas como las diferentes responsabilidades causales que los distintos países tenían frente a la crisis climática (aunque sin abandonar aquel asunto de la capacidad). (Este cambio no alteró el orden de las responsabilidades: los países desarrollados eran siempre los más responsables.) A pesar de este cambio de sentido del PRCD, debe quedarnos claro una cosa: la mayor responsabilidad asumida en Río por los países desarrollados (al menos los que firmaron la Declaración), no implicó una obligación de indemnizar a los países no desarrollados por los daños causados.[10], [11]

Se asumieron compromisos, nuevamente, diferenciados. Río les pidió a los países desarrollados tomar acciones de mitigación (concretamente, volver, para el año 2000, a las emisiones anteriores a 1990[12]), y a los países no desarrollados adaptarse y desarrollarse sosteniblemente. Río no exigió mitigar a los países no desarrollados, sino simplemente no agravar los problemas repitiendo fórmulas probadamente contraproducentes.[13]

Obviamente, los países no desarrollados estaban muy lejos de poder cumplir con lo que Río les pedía (aún lo siguen estando). El propio Report on Economic and Social Dimensions on Climate Change elaborado por el IPCC en 1995, reconoció que en esos países las prioridades eran otras. Por esta razón o por otras, los países no desarrollados no cumplieron (obvio, tampoco los desarrollados). Firmaron, pero no hicieron caso. Peor: firmaron sabiendo que no iban a hacer caso.

 

Kyoto

Cinco años más tarde se realizó la tercera Conferencia de las Partes (COP 3)[14] en Kyoto (Japón). Allí se firmó un protocolo que entró en vigencia en 2005. En Kyoto, los países desarrollados (al menos los que integran el Anexo I de la CMNUCC) se comprometieron a bajar sus emisiones un 5% por debajo de sus emisiones de 1990, teniendo como horizonte el 2012.[15] (Spoiler: no bajaron nada.)

El protocolo de Kyoto no fue ratificado por EEUU, por entender este último que países emergentes como China, India y Brasil, países no incluidos en el controvertido Anexo I,[16] también debían asumir compromisos de mitigación. Kyoto no puso compromisos obligatorios a los países no desarrollados (los no incluidos en el Anexo I de la CMNUCC). Eso sí: los exhortó a colaborar con los países desarrollados en tareas mitigación, siempre dentro de sus posibilidades y de acuerdo con su propia agenda de desarrollo. El beneficio que se esperaba de esto era doble: ayudar a los del Anexo I a mitigar, y a los no incluidos a desarrollarse sosteniblemente. El Art. 12 del protocolo lo dice con todas las letras:[17] «El propósito del mecanismo para un desarrollo limpio es ayudar a las Partes no incluidas en el Anexo I a lograr un desarrollo sostenible y contribuir al objetivo último de la Convención, así como ayudar a las Partes incluidas en el anexo I a dar cumplimiento a sus compromisos cuantificados de limitación y reducción de las emisiones contraídos en virtud del artículo 3.»

El mercado de bonos de carbono que prevé el protocolo de Kyoto (cuestión ya tratada en otro post[18]) es hijo del principio de responsabilidades diferenciadas.[19] Un dato importante: si bien la obligación de reducción continuaba recayendo sobre los Estados, Kyoto abrió el juego a la participación del sector privado, sobre el cual recayó la ejecución de los proyectos de Implementación Conjunta (IC) y a través de Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL).[20], [21]

 

París

Y así llegamos a la COP 21 de 2015. En París (Francia), todos los países firmantes del acuerdo, incluso los no desarrollados, se comprometieron a reducir sus emisiones. Aquí no hubo imposición de metas de reducción de emisiones; simplemente se le pidió a cada país que determinara las suyas.[22] Esas metas «nacionalmente determinadas» eran (son) de obligado cumplimiento (aunque el acuerdo de París no previó sanciones a los incumplidores, que ya entonces prometían ser muchos[23]). Otro compromiso obligado que se acordó en París fue el de que cada país hiciera periódicamente un inventario de emisiones. Argentina hizo los deberes y presentó el suyo en 2019.[24]

Una cosa importante: lo acordado en la «Ciudad de la Luz» no anuló la exhortación a los países no desarrollados a colaborar con los países desarrollados en tareas de mitigación. Incluso, el acuerdo firmado en Francia exhorta a los países no desarrollados para que arbitren medidas para que ese doble compromiso no redunde en un doble cómputo de las reducciones de emisiones: la del país desarrollado que compra bonos, y las del país subdesarrollado que los vende.[25] (Claro: si un país no desarrollado planta un bosque, y con ese bosque certifica la reducción de emisiones de un país desarrollado, el cual termina financiando la plantación a través de la compra de bonos, el país no desarrollado no podría computar esas reducciones como propias.)

El acuerdo de París, que entró en vigor en 2016, año en que Argentina lo ratificó mediante la Ley N° 27.270,[26] obliga a los países a establecer compromisos de reducción de emisiones cada cinco años, y además establece que esos compromisos deben ser cada vez mayores (dato no menor).

Argentina ya presentó dos CND («compromisos nacionalmente determinados»). Dos y medio en realidad, ya que el segundo, publicado en diciembre de 2020, fue actualizado en octubre de 2021 (el primero lo había sido en 2016).[27] Fue este último compromiso actualizado el que nuestro país llevó a la COP26 realizada en Glasgow (Escocia) en noviembre de 2021.

Ya comenté en otro post que los compromisos del actual gobierno son bastantes amarretes: su primer compromiso era el de no exceder las 359 millones de toneladas de CO2 eq de emisiones netas para 2030,[28] mientras que la actualización de 2021 llevó el tope a 349 millones de toneladas de los mismos gases, también teniendo como horizonte el año 2030.[29] El punto es que, de la lectura de los documentos queda claro que Argentina no pretende deshacerse de los hidrocarburos: todo el tiempo se habla allí de emisiones netas no totales, y ello porque la gran apuesta del gobierno, del nacional y los provinciales, es seguir con el modelo petro y agroexportador, «resolviendo» el temita de las emisiones siguiendo fórmulas mágicas como el aumento de la eficiencia y la captura de CO2.[30]

En realidad, los compromisos asumidos por las demás naciones han sido igualmente de amarretes. El Informe sobre la Brecha de Emisiones de la Organización de las Naciones Unidas de 2021 advierte que las CND planteados por los 119 países que han presentado las suyas nos llevan derechito a los 2,7° C hacia el año 2100.[31] De modo parecido, el Network for Greening the Financial System (NGF, una red de bancos y entidades financieras a nivel mundial), revela que hacia 2060 la temperatura del planeta treparía a 2,5° C si los países cumplieran sus CND, y a 3° C si no los cumplieran.[32] La International Energy Agency (IEA) es un poco más optimista, dentro de un marco de pesimismo total.[33] En su Outlook de octubre de 2021, predice que los 2°C serían superados entre 2080 y 2090 (con tendencia al aumento aún en 2100), si los países cumplieran con sus CND (su Announced Pledges Scenario) (si no los cumplieran, esa cifra sería alcanzada hacia 2050).[34] De alcanzarse esos escenarios, muchas regiones del planeta se tornarían inhabitables, al menos para la especie humana. (Huelga decir que tanto la NGF como la IEA no son organizaciones ecologistas, más bien todo lo contrario.)

En suma. Creo que queda claro que, en caso de venir alguna ayuda de los países desarrollados (ayuda entre comillas), esta vendrá en forma de acciones climáticas, es decir, de venta de emisiones evitadas de la destrucción de nuestros ecosistemas o de alguna otra forma similar. Nada se nos concederá gratuitamente por imperio de la justicia climática.  Así no funciona el mundo.

 

Nuestras responsabilidades

Ok. Argentina tiene responsabilidad diferenciada (o sea poca), pero ¿cuál es exactamente esa responsabilidad? Lo pregunto de otra manera: ¿en qué medida contribuyó Argentina a la debacle planetaria?

Arriba mencioné que los países no desarrollados dicen: vamos a hacernos cargo de la parte que nos toca (responsabilidades comunes). Pues bien: ¿qué parte le toca a Argentina?

¿Que Argentina emite poco? Bueno, sí… o no. En realidad, Argentina es un país que emite bastante por ser no desarrollado. Con un 0,5% de las emisiones totales, nuestro país se encuentra entre los 29 más emisores (al 2020).[35] Ahora bien, si tomamos la población mundial actual de 8.000.000.000 de personas (redondeando para arriba), y considerando que la de Argentina es de 45.000.000,[36] entonces, la población de Argentina corresponde a un 0,56% de la población mundial, un valor que no está muy lejos de aquel 0,5% de arriba.

¿Qué pasa con las emisiones per capita? En 2018, con 3,99 toneladas métricas (TM) per capita Argentina se encontraba un poco por debajo del valor mundial (4,48), y bastante por encima del valor para Latinoamérica (2,64).[37] Considerando los países de ingresos altos (no se rían: el Banco Mundial ponía a Argentina allí en 2018[38]), es cierto que Argentina está muy atrás (en 2018 las emisiones per capita de los PIA era de 10,25 TM). (Traigo aquí unos datos de 2021 que confirman lo anterior. emisiones per capita de Argentina=4,12 tns, más que Suecia con 3,82 tns, y un poco menos que Francia con 4,58 tns, y que Reino Unido con 4,95 tns Datosmacro.)

¿Qué pasa si tomamos en cuenta el Producto Bruto Interno? Según les amigues del FMI y el Banco Mundial, Argentina anda por el puesto 30 con relación a su PBI,[39] lo que no difiere mucho del número 29 de más arriba. Mi conclusión: Argentina emite más o menos lo que todo el mundo (obviando el obvio hecho de que los muchos países del mundo poseen desiguales capacidades de fuego): nada que merezca las felicitaciones de nadie ni mucho menos el autoaplauso. Un último dato: el número de países del Anexo I de la CMNUCC es 43.[40] Es decir que, evidentemente, Argentina está emitiendo más que varios de esos países que se autoobligaron a reducir sus emisiones.

Más allá de los números que tiré más arriba, hay que admitir que nunca es sencillo evaluar el «desempeño ambiental» de un país. Aun así, hay formas de hacerlo. Hay un modelo que me resultó muy útil y muy revelador en muchos aspectos, y es el elaborado por un grupo de investigación de la Universidad de Leeds (Inglaterra) comandado por el economista ecológico Andrew Fanning.[41] Este modelo, inscrito en la corriente de la Economía Ambiental (no en la de la Economía Ecológica, que le es crítica en muchos aspectos), no solo toma en cuenta en qué medida los distintos países transgreden (o no) sus «techos ecológicos», sino en qué medida no alcanzan (o sí) los umbrales de desarrollo humano.

Surge de la aplicación del modelo de Leeds un resultado alarmante: ningún país del mundo logra satisfacer las necesidades del desarrollo humano sin transgredir su techo ecológico. Esto sin duda habla de un gran problemón que tenemos con el sistema en su conjunto.

Algunas cosas con relación al modelo de Leeds. El mismo combina el concepto de «espacio seguro y justo» de la economista británica Kate Raworth (autora del conocido modelo de la «rosquilla» o «dona»), con el de límites planetarios del científico sueco Johan Rockström y colaboradores del Instituto de Resiliencia de Estocolmo,[42], más el de límites sociales. El espacio seguro que plantea el modelo está dado por los límites planetarios (Raworth considera 9). [43] Permanecer dentro de esos límites planetarios es condición necesaria pero no suficiente para la sostenibilidad.

El modelo define indicadores mundiales (lógico, porque el problema es mundial) y los compara con indicadores nacionales. En la página del proyecto (https://goodlife.leeds.ac.uk/about/) sus autores lo explican de este modo: «Hemos reducido la escala de cinco indicadores de límites planetarios (cambio climático,[44] carga de fósforo, carga de nitrógeno, uso de agua dulce y cambio de uso de la tierra) a equivalentes per capita y los hemos comparado con indicadores ambientales basados ​​en el consumo (es decir, huellas) a escala nacional.»

De esta manera, los límites per capita para cada uno de esos indicadores son los mismos para todos. (Por ejemplo, el límite per capita de Burkina Faso y Dinamarca en cuanto a Emisiones de CO2 es el mismo: 1.6 toneladas de CO2 por año, aunque las emisiones per capita de Burkina Faso son 0.2 y las de Dinamarca son 11.8). El modelo refleja hasta qué punto cada país transgrede esos límites (en el caso anterior, Burkina Faso no los transgrede y Dinamarca los transgrede por muchísimo[45]). 

¿Y Argentina? Bueno, nuestro país no está muy bien, ya que en 2011 triplicaba el límite per capita en cuanto a emisiones de CO2=5.3. (Aun tomando los datos actualizados que di más arriba, de 3,99 tns para 2018, y de 4,12 tns para 2021 estamos mal) Si uno va a las tendencias nacionales, vemos que Argentina comienza a superar el límite per capita de emisiones en los 90, cuando países desarrollados como Reino Unido y Alemania ya estaban muy sobrepasados (España es una excepción). Es decir que desde hace 30 años Argentina está en offside con respecto a las emisiones.

Las preguntas que orientan toda la investigación del equipo de Fanning, tal como se encuentran formuladas en uno de sus artículos, son las siguientes: [46] 1) ¿qué nivel de uso de recursos biofísicos se asocia con la satisfacción de las necesidades básicas de las personas? y 2) ¿puede este nivel de uso de recursos extenderse a todas las personas sin exceder los límites planetarios críticos? Se trata de dos preguntas clave que podrían resumirse en una sola: ¿se puede «vivir bien» de manera sostenible?[47]

Para responder a esta pregunta, los autores del artículo analizan las relaciones entre siete indicadores de presión ambiental nacional (en relación con los límites biofísicos: los cinco indicadores que señalé más arriba, más las dos huellas: la ecológica[48] y la material[49]) y 11 indicadores de resultados sociales[50] (en relación con los umbrales de suficiencia) para más de 150 países (la mayoría de los indicadores señalados en el artículo corresponden a 2011). El estudio mide el desempeño nacional utilizando un marco de «espacio seguro y justo» para un gran número de países, y proporciona hallazgos importantes sobre las relaciones entre el uso de los recursos y el bienestar humano.

Veamos concretamente qué sucede con Argentina (copiamos el cuadrito directamente de la página del proyecto): salvo por el tema del agua, nuestro país transgrede todo los demás indicadores biofísicos:

Y en cuanto a los indicadores sociales, Argentina está bien en casi todo menos en Calidad democrática, Igualdad y Empleo:



Así se ve la «dona» o «rosquilla» para Argentina (en el que se visualizan gráficamente los dos cuadritos anteriores):



(Para que la buena vida sea sostenible, el círculo interno debería ser todo celeste, y ningún indicador biofísico debería traspasar el ecological ceiling, el techo ecológico. Los radios rojos externos indican que Argentina lo traspasa para la mayoría de los indicadores.)

Este modelo quizás no diga mucho, o sí, pero lo traigo aquí en primer lugar para desmentir aquello de Sergio Massa de que Argentina es un país equilibrado ambientalmente,[51] y en segundo lugar y sobre todo para sostener que es mucho lo que el país podría (y debería) hacer en materia ambiental, sin esperar sentado el socorro internacional (que difícilmente llegará, al menos en la forma que se pretende).

 

Concretamente, ¿qué se podría (y debería) hacer?

En primer lugar, no agravar los problemas, los locales y los globales. Con respecto a estos últimos, y pese a que el gobierno, embanderado en la doctrina de las responsabilidades comunes pero diferenciadas, insiste en que el país ha emitido y emite poco (lo que discutí más arriba), hoy Argentina tiene la posibilidad seria de acelerar el cambio climático con la explotación masiva del gas y petróleo no convencionales que esconde el yacimiento de Vaca Muerta. Hoy Argentina tiene la responsabilidad de no hacerlo. Hoy el PRCD le juega en contra a Argentina.

En 2018, El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas exhortó a nuestro país a «reconsiderar» la explotación de Vaca Muerta.[52] (Ese comité se estableció en 1985 para supervisar el cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, que Argentina ratificó en 1986.) Obviamente, aquí nadie piensa en reconsiderar nada. La justificación de fondo del gobierno es que Argentina tiene el derecho de contaminar mucho porque hasta ahora contaminó poco (aunque insisto: vimos que no tan poco). Rara forma de argumentar.

Con relación a los problemas de índole más local, Argentina debería no profundizar el extractivismo: toda la degradación ambiental que generan la megaminería, la exploración/explotación hidrocarburífera onshore y offshore, hidrógeno verde o azul para exportación, etc., aun malsuponiendo que puedan contribuir en algo a la transición, deja malísimamente parado al país para hacer frente a la debacle que se viene (crisis alimentaria, social, sanitaria, etc.).

En cuanto a acciones concretas, hay muchas cosas en las que Argentina podría avanzar sin esperar financiamiento del Cielo, sanear los ecosistemas degradados, por ejemplo. ¿Hará esto el gobierno? Todo hace pensar que no. Argentina no piensa en dejar de hacer nada de lo que viene haciendo. ¿Transición? Eso es para la gilada. Siente que no es responsable, y si por momentos se siente responsable, al toque se tranquiliza invocando el Principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas. Y así se pasa los años, esperando milagrosamente la ayuda del Norte, sin hacer nada (al menos nada importante). Derechito al desastre.



[2] Sí habrá nuevos préstamos. Por ejemplo, la línea de préstamos del fondo Monetario Internacional, el fondo de resiliencia y sostenibilidad, que recién estaría operativo en el 2023. Pero ojo: es un préstamo. https://www.cronista.com/economia-politica/argentina-quiere-fondeo-verde-el-fmi-midio-cuanto-contamina-sector-por-sector/

[3] Rajamani, L. 2000. The principle of common but differentiated responsibility and the balance of commitments under the climate regime. Reciel 9(2), 120-131.

[4] Aristegui, J.P. 2012. Evolución del principio "responsabilidades comunes pero diferenciadas" en el régimen internacional del cambio climático. Anuario de Derecho PúblicoNº. 1, 2012pp. 585-614, p. 594.

[8] Rajamani, 2000, p. 121

[9] Por ejemplo, la «mayor responsabilidad» que les cabría a los países desarrollados si llegara a darse la situación del inminente impacto de un asteroide, como plantea la película Don’t look up.

[10] Aristegui, 2012.

[11] Svampa, M. y Viale, E. 2020. El Colapso Ecológico ya llegó. Siglo XXI editores. 298pp.

[12] Svampa y Viale (2020) destacan que el concepto de «deuda ecológica» fue introducido en la Cumbre de Río por el Instituto de Ecología Política de Chile. Por «deuda ecológica» se entiende que los países del Norte han abusado de los espacios globales (por ejemplo la atmósfera) para arrojar residuos y destruido más que los países pobres (a la vez que expoliado recursos de los países pobres). https://unfccc.int/es/process-and-meetings/the-convention/que-es-la-convencion-marco-de-las-naciones-unidas-sobre-el-cambio-climatico

[13] Rajamani, 2000, p. 125.

[14] Las COPs son las cumbres anuales que realizan los países que integran la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

[15] Aristegui, 2012, p. 591

[17] Rajamani, 2000, p. 129.

[19] Rajamani, 2000, p. 130.

[20] Aristegui, 2012, p. 592.

[21] La provincia de Misiones anunció hace poco su ingreso al mercado de bonos de carbono. La provincia certificaría no emisiones a partir de la no forestación de lo que le queda de selva, y las empresas necesitadas de blanquear (o enverdecer) su imagen comprarían esos bonos que, según lo indican las autoridades provinciales, sería utilizados para mantener esa poca selva que le queda. La certificación en el mercado voluntario se haría a través de la Verified Carbon Standard (VCS), que otorga la ONG Verra, radicada en Washington. Al parecer, ya hay empresas anotadas para comprar esos bonos y financiar así el proyecto de no destrucción de la selva del gobierno misionero: la British Petroleum, por ejemplo. Toda una garantía. https://www.clarin.com/economia/misiones-desembarca-mercado-bonos-carbono_0_hIx2lo29a.html

[22] La Unión Europea además presentó NDC en forma conjunta.

[33] La IEA es un organismo de la OCDE que asesora a los países miembros en materia de energía. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) es un organismo que agrupa a más de treinta países desarrollados (o casi pero que quieren serlo) que concentran el 60% del PBI global, en el que nuestro país ya tiene un pie adentro (https://www.lanacion.com.ar/opinion/argentina-y-la-ocde-un-horizonte-para-desarrollarnos-nid30032022/).

[40] https://unfccc.int/process/parties-non-party-stakeholders/parties-convention-and-observer-states?field_national_communications_target_id%5B515%5D=515. Los miembros de ese Anexo I que formaron y ratificaron el Protocolo de Kyoto son 41. Los países del CMNUCC NO-Anexo I son 144.

[43]  Raworth, K. 2017. Donut Economics: siete formas de pensar como un economista del siglo XXI.

[44] O emisiones de CO2.

[45] https://ecodiario.eleconomista.es/viralplus/noticias/10525258/05/20/Cuales-son-los-paises-mas-ecologicos-del-mundo-En-que-lugar-esta-Espana.html En la nota de este enlace se pone a Dinamarca en el tercer lugar entre los países más ecológicos del mundo. No leí ese estudio que allí se menciona, pero por lo que se indica en la nota, el mismo toma en cuenta las políticas ambientales de los gobiernos, y eso, claro, no necesariamente tiene que verse reflejado en la sostenibilidad de los países.

[46] O´Neill, D.W., Fanning, A.L., Lamb, W. F., y Steinberger, J.K. 2018. A good life for all within planetary boundaries. Nature Sustainability. https://doi.org/10.1038/s41893-018-0021-4

[47] Reconozco lo problemático de este concepto. Obviamente es el vivir bien de las sociedades occidentales, que puede no coincidir con el Sumak kausay de las sociedades andinas.

[48] La huella ecológica mide la superficie necesaria (calculada en hectáreas) para producir los recursos consumidos por una persona, una actividad, país, ciudad o región, etc., así como la necesaria para absorber los residuos que esa misma persona, actividad, etc. genera, independientemente de donde estén localizadas estas áreas.

[49] La huella material mide la cantidad total de materias primas necesarias para producir los bienes utilizados por la economía.

[50] Satisfacción de vida, esperanza de vida saludable, nutrición, saneamiento, ingreso, acceso a la energía, educación, apoyo social, calidad democrática, igualdad, y empleo.







Comentarios

Entradas populares de este blog

CINCO PREGUNTAS

MALDITA TRANSICIÓN

PLAYAS DAÑADAS

OTRO VOLANTAZO VERDE DEL GOBIERNO: AHORA EL AMONÍACO

SUSTENTABLE ES OTRA COSA

QUÉ NO NOS DICEN

¿TIENE FUTURO LA NUCLEOELECTRICIDAD?

MINUTO 44 DEL SEGUNDO TIEMPO

EL SACRIFICIO DE ALLEN

EL CAPITALISMO VERDE Y EL CAPITALISMO NEGRO SE MUESTRAN LOS DIENTES EN PLAYAS DORADAS